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Plantu entre la fantasía y la tradición


Creo que muchos se quedaron pasmados cuando vieron entrar a Plantu en «La Factoría» de la Universidad ARCIS, en uno de esos días lúgubres del invierno santiaguino cuando la lluvia se convierte en fatalidad implacableÂ…



La verdad es que la extraordinaria trayectoria de Jean Plantureux, más conocido como «Plantu», nos llevaría a imaginar a un anciano consumido por los años y la práctica como caricaturista político en el renombrado periódico francés Le Monde, el semanal L’Express, y el mensual Le Monde Diplomatique. Pero si es cierto que su firma se ha destacado en las portadas por más de tres décadas, lo que ya constituye una consecución bastante impresionante, pocos saben que Plantu empezó su carrera a los veintiún años, cuando decidió abandonar los estudios de medicina que había elegido en un principio para dedicarse a la caricatura política.



Después de los inapelables discursos de presentación, elogio y agradecimiento, Plantu empezó su conferencia disculpándose por no hablar español y tener que contar con interpretación simultánea. En realidad, añadió con un toque de humor pícaro, recién había descubierto el sentido de la palabra «corazón», que había escuchado tantas veces en canciones románticas sin entenderlo, al visitar un matadero donde le habían enseñado un congelador lleno de corazones de vacunos destinados a ser despachados hacia los supermercados de la región. Se relajó instantáneamente el auditorio -en su casi totalidad estudiantil y con un promedio de 20 años de edad- al darse cuenta que ese monstruo sagrado de la caricatura política también contaba con un sentido del humor accesibleÂ…



Plantu publicó su primer dibujo, inspirado por la guerra de Vietnam, el 1 de octubre de 1972. Trece años más tarde, André Fontaine, director de Le Monde, decidió que sus caricaturas se publicarían cotidianamente, una decisión que reanudó con el papel tradicional del dibujo político en la prensa francesa. En 1989, recibió el Premio al Humor Negro, consagración de una popularidad que siguió creciendo, a tal punto que en 1998 el correo francés editó una estampilla dibujada por él. Hoy día, su fama internacional lo pone entre los monstruos sagrados de la caricatura política.



De hecho, Plantu se inscribe dentro de una larga tradición de caricatura política y social que empezó a imponerse en Francia varios siglos atrás. En la época de la Revolución de 1789, se representaba a Luis XVI como un cerdo, luego a Luis Felipe con una cabeza de pera, y a Victor Hugo con un cráneo fuera de proporción. Asimismo, los diarios satíricos siempre han formado parte de la realidad cotidiana del ciudadano francés.



Recuerdo que mis abuelos nunca faltaron de comprar Le Canard Enchaí®né («El pato encadenado»), periódico contestatario publicado cada miércoles desde el año 1915, que tiene como blancos principales los gobernantes de todo índole y los escándalos político-financieros más jugosos. De repente se encuentra censurado, y cuando eso pasa, deja en blanco el espacio del artículo cortado, reemplazando el texto prohibido por unas tijeras enormesÂ… Además, las publicaciones francesas más señaladas tienen sus dibujantes designados, quienes cumplen a veces décadas en el puesto sin que disminuya su energía creativa: Jacques Faizant en Le Figaro, Willem en Libération, Gassier en L’Humanité, Claire Bretécher en Le Nouvel Observateur, Plantu en Le MondeÂ…



Igual que sus homólogos, Plantu ha hecho escuela entre los caricaturistas contemporáneos. Cuando se presentó en ARCIS, explicó con pocas palabras y abundantes bosquejos cómo creaba imágenes que se convertían en conceptos; cómo un solo toque de rojo o verde en un dibujo en blanco y negro bastaba para transmitir un mensaje imponente; por qué los tontos tenían que ser representados con un embudo en la cabeza, y los dictadores con anteojos de sol y moscas alrededor de la cara; por qué algunos temas todavía permanecían intocables incluso en sociedades democráticas y aparentemente libres de censura (el velo islámico y la pedofilia, entre otros); y por qué el dibujo caricaturesco constituía un sistema coherente con fines pedagógicos.



En un par de trazos complementados por un detalle clave, Plantu, incansablemente, iba creando representaciones inconfundibles de Bush, Chirac, Pinochet, Arafat, o Benedicto XVI. Unos de esos dibujos, lamentablemente, nunca lograrían ser publicados, una realidad que nos lleva a cuestionar una vez más el concepto de libertad de expresión y las modalidades a su alcance. Pero en esa conferencia en la cual la expresión era gráfica más que verbal, y las preguntas del público se contestaban por esbozos improvisados con tres plumones sobre transparencias proyectadas en pantalla, Plantu dejó claro que la caricatura política no era un simple ornamento de portadas sino un género en sí mismo al servicio de la expresión de opiniones. Porque, como lo declara el lema de Le Canard Enchaí®né: «La libertad de prensa sólo se agota cuando no se usa…»



Sylvie Moulin. Académica, cronista y coreógrafa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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