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Mujer Indígena: Herencia cultural y emprendimiento


Al celebrar un aniversario más del Día Internacional de la Mujer Indígena, no quisiéramos dejar pasar la oportunidad para reconocer y valorar el aporte que las mujeres indígenas han entregado a nuestro país. Como depositarias de culturas ancestrales, ellas han recorrido la historia enriqueciendo con su conocimiento, la identidad de una sociedad entera.



De acuerdo al Censo de 2002, en Chile alrededor de 345 mil mujeres dicen pertenecer a una de las ocho etnias reconocidas por la Ley Indígena. A diferencia de la población femenina no indígena, ellas no superan el 50% de la población indígena total. Sin embargo, eso no menoscaba el papel histórico que les ha tocado jugar. Continúan siendo las portadoras vitales de la herencia cultural, transmiten las tradiciones, enseñan la lengua a sus hijos y resisten las diferentes formas de violencia estructural que amenazan sus cosmovisiones y estilos de vida. Pero también asumen nuevos roles en un Chile que, tras años de luchas sociales, enfrenta el siglo XXI de cara a sus mujeres. Sólo un dato, entre el personal y los directivos de la administración pública y empresas privadas, un 4% son mujeres indígenas. Una cifra que va en aumento y que supera la presencia masculina al igual que en el sector servicios.



Luego de quince años de gobierno democrático, y de la mano de una legislación coherente con el nuevo trato hacia los indígenas, el Estado chileno ha concebido una política pública que fomenta un desarrollo ajustado a las costumbres de las comunidades indígenas y colabora con su integración al bienestar de todo Chile. En este nuevo escenario, la mirada y la voz femenina son pieza clave. Desde el año 2001 y a partir de un convenio de préstamo con el BID, el Programa Orígenes fomenta los proyectos con pertinencia cultural de 1.223 dirigentas aymaras, atacameñas y mapuche de 44 comunas del país.



Pese a los siglos de constante exclusión, las mujeres indígenas siguen persistiendo y transmitiendo vida. Como herramientas han elegido la capacitación, el emprendimiento productivo y el liderazgo que les permita ejercer sus derechos ciudadanos desde su propia identidad. En Arica, por ejemplo, la organización de mujeres aymaras liderada por Lorenza Huanca, comprendió que al formarse como microempresarias, abrían espacios de oportunidad para las nuevas generaciones. Compraron un telar para trabajar con lana de alpaca y pronto exportarán sus chalecos y mantas a Francia. 2.700 kilómetros más al sur, las mujeres de la comunidad mapuche Luis Ñancucheo de Toltén hacen empresa en la Sociedad Anserícola y Confecciones Brenda B. y Cía. Su especialidad: Confección de plumones, almohadas y cojines a base de plumas de ganso; y diseño de vestimenta mapuche, sábanas y buzos para niños y adultos.



No es un capricho del azar, entonces, que entre nuestros pueblos originarios, la Madre Tierra esté encarnada por las fuerzas femeninas que componen el universo. El poder creador de la Ñuke Mapu o la Pacha Mama, representa la divinidad de lo femenino, la fertilidad y la sanación que reinan en armonía con el entorno. Como la naturaleza, las mujeres indígenas custodian y siembran las semillas de una valiosa herencia cultural. Durante siglos, machis, componedoras de huesos, yerbateras, santiguadoras o ñañas han conservado secretos medicinales que ya comparten en el Consejo de Meicas de Lago Ranco. La asociación, única a nivel nacional, trabaja en la implementación de huertos medicinales al interior de las comunidades y en un laboratorio para procesar hierbas y plantas bajo los resguardos sanitarios vigentes en la legislación chilena. La idea es que más adelante, el consejo sea la base de un modelo de atención de salud intercultural que combine los conocimientos ancestrales de la medicina con las nuevas tecnologías y tratamientos existentes.



Afortunadamente, iniciativas y oportunidades como esta, comienzan a florecer en el trabajo decidido de mujeres que han comprendido que el futuro se transmite a partir de su propia identidad. Así piensan Eduarda Colque, quien como presidenta de la comunidad atacameña de Machuca, coordinó esfuerzos e intervenciones públicas y privadas para devolverle la vida a su localidad; o Alicia Catrilao, la mujer detrás de las lanchas recién entregadas a la comunidad lafquenche de Queule.



Está claro. La sobrevivencia de nuestros pueblos se debe en gran parte a la lucha anónima y tenaz de las mujeres indígenas. Son ellas, quienes a través de su esfuerzo y trabajo consiguen la unidad de su gente. Como ejemplos de valor, energía e inteligencia, las mujeres indígenas caminarán junto al Chile que viene, sabiendo que los espacios que irán abriendo, serán la oportunidad para construir una sociedad multicultural que abrace la diversidad y mire el futuro desde sus orígenes.



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Juan Francisco Fernández es secretario ejecutivo del Programa Orígenes

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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