A raíz del festival Malva Marina, ocurrido el 3 de septiembre pasado, se han producido comentarios y malentendidos sobre el trasfondo de esta actividad y la investigación misma.
Quisiera, antes que nada, aclarar mi motivación personal: no ha sido mi intención, ni de aquellos que han participado en este trabajo, el atacar o desprestigiar a Neruda.
Pero tampoco, para mí se trata de dar en su nombre una explicación. ¿Quién soy yo para hacerlo?
Admiro profundamente a Neruda como poeta, como político, como alguien que supo disfrutar de la vida, enseñarnos la maravilla oculta en las cosas cotidianas, mostrarnos el dolor y la esperanza de los sin voz.
Pero no por eso voy a aceptar «historias oficiales» en que se presente una imagen corregida y purificada con los fines que sean: preservar la imagen de un héroe partidario, encajar en un perfil de marketing del producto Neruda.
En la historia han habido unos pocos seres ejemplares, incuestionables, con una concordancia total entre su vida y su pensamiento: Mahatma Gandhi, el Che, madre Teresa de Calcuta, por decir algo. Pero estos son excepciones y seguro que si alguien se pone a buscar, va a encontrar pequeñeces, pecadillos, mezquindades en un momento u otro de su vida.
Sí se pueden encontrar ese tipo de seres en los fanáticos dispuestos a todo, como los terroristas suicidas, miembros de sectas, nazis fanáticos, por ejemplo.
Porque esa ausencia de contradicción, de dudas, de vacilaciones sólo puede darse en seres de pensamiento unidimensional, limitado, ajenos al mundo exterior, encerrados en su verdad y su mundo interior.
Cualquiera que se abra al mundo, se encuentre e interactúe con semejantes, se entusiasme y se desaliente tendrá forzosamente contradicciones, debilidades, cosas que hizo mal o no hizo, momentos de frustración, ira, desengaño.
¿Y cómo no tenerlos Neruda, hombre de mundo en total sentido de la palabra, con una riqueza de amistades, de amores, de pasiones?
Pero de allí a aceptar su sus silencios, omisiones, negar o justificar episodios de su vida en función de mantener una imagen que convenga a nuestros propósitos es otra cosa.
Como el escritor Javier Campos, que en esas mismas páginas se preguntaba: «¿qué relación o explicación o importancia cultural, histórica, poética, etc., tiene en la vida del gran Neruda, si éste no quiso nunca verla ni menos la mencionó en su obra poética?»
¿O sea porque «el gran Neruda» no quiso nombrarla explícitamente, debemos creer que no le importó?
Justamente esa omisión sistemática es, en sí, una presencia por omisión que no podemos ignorar.
Entre el nacimiento de Malva y su último encuentro en 1939, la poesía de Neruda sufre una ruptura definitiva, a partir de «Explico algunas cosas» en que abandona el yo atormentado de las Residencias por el nosotros épico de «España en el Corazón».
Encontrar el vínculo entre esta ausencia y su poesía es una tarea posible y fecunda. Suponer y asumir a priori que no existe, es un ejercicio vano de pobreza intelectual.
Justamente como es tan poco lo que se sabe de Malva Marina y de la relación de Neruda con Maruca Hagenaar es que es importante todo lo que pueda darnos mas elementos para entenderla.
Decir que esta investigación no tiene sentido, dedicarse a buscar sobre ella y luego escribir una columna diciendo que no tiene importancia, es una demostración por absurdo.
Como no hay elementos para poder juzgar globalmente el asunto, y como hay variedad de juicios, desde los condenatorios hasta los que justifican todo, careciendo ambos de una capacidad completa de poder emitir un juicio objetivo, creo que este homenaje no está concebido para reparar una omisión.
¿Qué podemos decir de una niña que no dijo nada, que estuvo a la deriva de la historia? ¿Tiene en verdad algún protagonismo, o es un mero ejercicio y pretexto para referirse a su padre? ¿Su madre que papel juega? ¿pensaba? ¿soñaba? ¿era siquiera un ser humano?
Finalmente, quisiera citar parte del mensaje que nos envió Bernardo Reyes al homenaje en Gouda:
«Ahí quizás si la suerte nos acompaña, y queremos volver la vista hacia lo alto de la construcción humana, veremos que en verdad existen los ángeles, o duendes, los espíritus del bosque de los que tanto nos habló Juvencio Valle, el poeta amigo de infancia de Neruda.
Y el rostro que tendrán, será el rostro dulce de una niña que no pronuncia palabras, y que solo canta, para que nosotros dejemos de sufrir. Quizás si entonces entendamos que el propósito de la estadía fugaz de Malva Marina, sea el de protegernos sin esperar nada. Pero para ello, primero tendremos primero que aprender a hablar en su idioma.
Ya lo estamos haciendo, ya estamos balbuceando las primeras sílabas del silencio».
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* Antonio Reynaldos es chileno residente en Holanda y fue organizador del ‘Festival Malva Marina’