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Maihue: otra vez el desprecio por la vida humana


Para todos quienes hemos trabajado vinculados de alguna forma a los pueblos indígenas, resulta imposible negarse a la no fácil tarea de servir de canal de comunicación de sus sueños, esperanzas y demandas, ante una sociedad que parece olvidar demasiado pronto y demasiado seguido, la contribución cultural de aquellos a lo que hoy denominamos la Nación Estado Chilena.



Como muchos, sabemos del profundo aislamiento material en el que viven estos chilenos, que habitan en el well mapu cordillerano de la Región de Los Lagos. Maihue -como nos recordaba un reportero hace algunos días- significa en mapudungun el «Camino de la Curandera», un camino pedregoso y agreste, al que sólo es posible llegar desde Valdivia en automóvil hasta Futrono, luego en lancha por varias horas para continuar con una cabalgata por otras tantas; camino que es el mismo que deben transitar diariamente los miembros de la comunidad Rupumeica que hoy ven con amargura como sus pichi peñis y pichi lamien han sido devorados por el lago, aunque, honestamente, ya habían sido devorados por nuestra cada vez más grosera abulia con los más desprotegidos y postergados de nuestra sociedad.



En el año que muchos peregrinaron hasta Roma para la santificación del Padre Alberto Hurtado, parece éticamente inaceptable que cuatro niños y niñas hayan muerto una noche de domingo y que otros tantos, aún estén desaparecidos en las aguas del Maihue.



Chicos y chicas que, con bastante esfuerzo, van al sistema municipalizado de educación con la esperanza -casi ingenua- que las herramientas que allí les entreguen contribuirán a cambiarle el rostro a la miseria a la que, insisto, los hemos condenados por décadas. Los mismos que podrán optar en la ciudad a trabajos mal pagados y con algo de suerte, acceder a una educación de mala calidad, que con algo más de suerte podrán costear con la ayuda de una beca indígena que no supera los quinientos mil pesos anuales.



¿Nos hemos preguntado si nuestros hijos más pobres, los herederos nobles de los primeros habitantes de esta tierra, pasan hambre o frío en la ciudad cuando van tras la oferta que le hemos hecho en los últimos quince años? ¿Les afecta a ellos el tratado de libre comercio con China? ¿Realmente los tripulantes del lanchón que naufragó en las aguas del Maihue se han beneficiado del desarrollo sostenido, que catapulta a nuestro Ministro de Hacienda como un sujeto talentoso?.



¿Existe para los familiares de las víctimas el derecho a reclamar del Estado su responsabilidad por la omisión en la supervigilancia de las aguas que son de su jurisdicción? ¿Es preciso que mueran más adolescentes para que miremos de frente la cuestión indígena? ¿Cuántos Alexis Lemun serán necesarios para que el gobierno interior deje de tratar a los indígenas como sospechosos de terrorismo cuando estos reclaman sus derechos?



Entiendo que en un periodo en que todos estamos algo expectantes de cifras respecto a cuánto suben y bajan los aspirantes al sillón presidencial, detenerse en la contradicción de un país que aspira al desarrollo frente a la iniquidad como punto de partida, no es una cuestión, que precisamente, concentre la mirada del análisis de estrategia electoral. Sin embargo, cuando dicha iniquidad es tan grosera -que provoca arcadas, seguramente de quienes hoy consideramos hombres y mujeres santos, a quienes con justo mérito les rendimos un homenaje póstumo y tal vez demasiado tardío- no es posible hacernos los lesos sin traicionar nuestras más profundas convicciones éticas.



Entiendo que escribo estas líneas desde la impotencia y la frustración; confieso que desearía más de una noche de insomnio de nuestros candidatos y gobernantes y que espero una defensa tan entusiasta del Presidente Lagos a nuestros indígenas que reclaman por una vida más digna, como la que hizo de un Ministro de Salud que acostumbra a salirse de madre, claro que no con las Isapres, la Iglesia o las farmacéuticas -con quienes despliega cortesía-, sino con los trabajadores de la salud.



¿Tiene el alcalde de una comuna pobre como Lago Ranco responsabilidad?, ¿tiene el funcionario provincial de Educación alguna?. Son preguntas procesales que naturalmente espero sean dilucidadas por un órgano jurisdiccional competente. La cuestión es que el gobierno central estaba al corriente de las condiciones en que viven los mapuches de las comunidades Rupumeica, Bernardo Vera y otras del sector del Maihue.



La cuestión es que uno de los candidatos presidenciales -nuestro sonriente señor Piñera- tiene un campo de agrado en la zona y hay un ex Presidente de la República que pretende los votos de esa región, junto a un candidato blindado de la derecha. ¿Es posible sostener razonablemente que nadie tenía idea de la miseria en la que viven estos compatriotas?.



Francamente no lo creo, y la pregunta es nuevamente la misma, ¿qué haremos?



Ya no es posible tolerar tanto desprecio por la vida humana. No se trata sólo de una afirmación hueca, es preciso activar todos los mecanismos de tutela jurisdiccional que tengamos disponibles para exigir el cumplimiento de la palabra empeñada por el Estado de Chile. Sí, la palabra empeñada en el Pacto de Derechos Económicos Sociales y Culturales; la palabra empeñada con el respeto de los derechos humanos que ha formulado el Estado de Chile desde el 11 de marzo de 1990. Por lo demás, ¿no es esa la razón que les pedimos a nuestros vecinos del norte para que cumplan lo acordado en el armisticio?



Mientras termino estas líneas, el sonido de las trutrucas anuncian que unos niños y niñas mapuches se van del mundo a encontrarse con sus antepasados. Seguramente ellos les darán fuerza para seguir contándonos eso que nos negamos porfiadamente comprender.



Ku me Akutuaimi taiñ nomelafken.



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Luis Correa Bluas. Abogado. Master en Derechos Fundamentales por la Universidad Carlos III de Madrid.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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