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Conservar nuestros ecosistemas marinos


El mar está en peligro. Trabajos científicos de primera línea exponen incansablemente, una y otra vez, que los efectos de sobrepesca, polución, el cambio climático, entre otros, están teniendo serios efectos sobre el medio marino. En muchos lugares se han detectado efectos sobre cambios en la composición de especies, lo que muchas veces pueden ser de difícil y prolongada o imposible reversión. Un ejemplo de ello son efectos producidos en corales y en bosques de algas unidas al colapso de pesquerías detectadas en el hemisferio norte.



Si bien en Chile, por ahora, no tenemos tan dramáticas historias, se sabe que la actividad humana causa efectos dramáticos en la composición de especies de nuestras costas. ¿Cuál o cuáles son las consecuencias de esto en la continuidad de la capacidad del ecosistema para seguir produciendo lo necesario para mantener nuestro desarrollo? La ignorancia sólo nos recuerda que nada sabemos, pero de ninguna manera nos dice que ello no es un elemento importante a considerar. Estudios realizados en 29 ciudades (Folke y colaboradores, 1997. Ambio) demuestran que aún en urbes europeas, la percepción de los ciudadanos de su dependencia del entorno es muy limitado.



Hoy día la acuicultura en Chile se ha instalado especialmente en el sur del país. Su desarrollo está poniendo presión sobre los stocks naturales de pesca y sobre stocks de algas que mantienen la diversidad y productividad de los ecosistemas costeros. Esto nos indica claramente que al intensificar el desarrollo nos encontramos con un sistema que amplifica los efectos sobre los ecosistemas más allá que la percepción de los ciudadanos. Debemos implementar nuevas formas para producir los recursos que necesitamos y otro modo de usar sin abusar del medio ambiente.



Esto es especialmente relevante en el mar dada la alta conectividad de muchos procesos ecológicos, lo que significa que los efectos producidos en algunos sitios o lugares, e incluso en diferentes países, pueden repercutir de forma compleja, y con un alto impacto, sobre otros lugares incluso muy lejanos (Hughes y colaboradores 2005, Trends in Ecology and Evolution).



Esto evidencia la alta trascendencia del problema ambiental y que la conservación del medio ambiente no es algo que importe solo a aquellos que tienen una sensibilidad especial con esta problemática. Sólo se trata de comprender que la conservación de los ecosistemas marinos y de sus recursos, es esencial para mantener y mejorar nuestra calidad de vida. Para ello debemos cambiar algunas costumbres y prácticas y avanzar hacia un modelo que permita al hombre hacer un uso racional de sus recursos. En este contexto recomiendo al menos cuatro elemento básicos:



– Los recursos naturales marinos son muy valiosos económicamente, culturalmente y estéticamente como para ser devastados. Se debe entender, que la restauración de los ecosistemas, si es que es posible, es mucho más compleja y cara que mantener los recursos.



– Existen nuevas aproximaciones conceptuales sobre perspectivas, políticas y sistemas de gobernabilidad para hacer frente al problema de conservación de ecosistemas marinos. Chile debe apropiarse de estos nuevos modelos y generar un cambio profundo acorde a los tiempos y desarrollo del conocimiento.



– La gobernabilidad y administración de nuestros recursos debe ser flexible a las circunstancias. Dado que muchas veces es complejo anticipar los efectos de algunas actividades del hombre, ante los primeros síntomas se debe actuar. Nuestros sistemas regulatorios muchas veces se quedan literalmente atascados por amarres políticos que no permiten hacer los ajustes que los sistemas naturales requieren.



– La necesidad de conocimiento moderno y transparente es otro vector de gran relevancia. Sin conocimiento sobre nuestros ecosistemas jamás podremos entregar las regulaciones que se necesitan para completar un sistema regulatorio eficaz.



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Alejandro Buschmann. Biólogo marino y consultor de Oceana.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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