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Campaña ciudadana


Era buena la idea de una campaña ciudadana, en la que tanto insistió Michelle Bachelet. La candidata asumió una realidad que es inocultable: los partidos han perdido la capacidad de representación de determinados sectores sociales que tuvieron en el pasado y los jóvenes ya no se reconocen en el actual sistema político. Sólo una mujer, alejada de la nomenclatura política, podía recuperar la pasión y el programa original de la Concertación, en contacto directo con los ciudadanos más golpeados por el modelo excluyente. Pero el comando no fue capaz de implementar la correcta idea de campaña ciudadana. Más bien, se produjo una suerte de encapsulamiento de la candidata y de su entorno, lo que redujo su proyección comunicacional. Por otra parte, tampoco ayudó el programa de gobierno conservador que se impuso. Éste no recogió las principales demandas ciudadanas, al insistir más en la continuidad que en el cambio.



En esta condiciones, los partidos de la Concertación obtuvieron mayor número de votos que los esperados para la candidata. Ello ha instalado la idea de que la campaña de Bachelet debe partidizarse. Interpretación equivocada, ya que en la primera vuelta no hubo estrictamente una campaña ciudadana. Así las cosas, el comando de la campaña se convirtió en un teatro de guerra de los dirigentes políticos. Muy especialmente, entre los disidentes de la DC y la directiva, encabezada por Adolfo Zaldivar.



En el escaso tiempo que resta para la elección de enero, Bachelet debiera insistir en una campaña ciudadana, lo que no significa excluir a figuras políticas que alcanzaron buena votaciones locales.



Una campaña ciudadana obliga a lo siguiente: primero, privilegiar encuentros de diálogo con las organizaciones de consumidores, pequeños empresarios, pensionados, jóvenes, defensores de la ciudad, pueblos originarios, medioambientalistas, sindicatos, representantes de la cultura, defensores de los derechos humanos, entre otros; segundo, acoger en el programa del futuro gobierno las demandas que directamente hace la sociedad civil, sin mediación de los partidos políticos; tercero, incorporar a la dirección de la campaña a dirigentes representativos de la sociedad civil.



Nada de esto estuvo presente en la primera vuelta de la campaña de Michelle, con la excepción del mundo ambientalista. Con éste la candidata tuvo sendas reuniones de trabajo, aceptó sus reivindicaciones e incluyó en su comando a los dirigentes representativos de aquél.



Pero el tiempo es breve. Es probable que éste alcance sólo para mostrarle al país que el nuevo gobierno se abocará a impulsar políticas públicas que respondan a las demandas ciudadanas insatisfechas.



Hoy día, como nunca antes, existen óptimas condiciones subjetivas y materiales para materializar este propósito. Una opulenta caja fiscal, gracias al alto precio del cobre, el generalizado rechazo a las desigualdades y una mayoría parlamentaria de la Concertación son condiciones inmejorables para llevar a cabo un gobierno de cambios que coloque en el centro de su accionar a los más afectados por el modelo económico. Además de la modificación del sistema electoral binominal y de la atención para todos los niños en los jardines infantiles, Bachelet debiera ofrecer cambios en los siguientes ámbitos:



ˇ Asegurar a los pequeños empresarios que su acceso y costo crediticio será similar al de los grandes empresarios. Y, que el Banco Estado llevará a cabo esta nueva política.



ˇ Garantizar a los consumidores modestos que se impedirá las tarjetas de crédito usureras que les imponen los Almacenes Comerciales.





ˇ Proteger a los pequeños agricultores frente a los supermercados que les fijan precios monopsónicos, con pagos a largo plazo de sus mercancías.



ˇ Un nuevo Código Laboral que garantice a los trabajadores la negociación colectiva, impida la subcontratación y los despidos arbitrarios.





ˇ Junto al estudio de la modificación del sistema de pensiones, impulsar al inicio de su mandato medidas que completen el vacío previsional de las temporeras y que aseguren el financiamiento por el daño previsional que han sufrido los trabajadores públicos.



La atención universal de los niños en los jardines infantiles, en que ha insistido la candidata, es muy correcta, pero manifiestamente insuficiente respecto de los muchos cambios que necesita el país y que demandan los sectores vulnerables. Para impulsar estos cambios el interlocutor no es el gran mundo empresarial, sino la CUT, la ANEF, los profesores, los trabajadores de la salud, los estudiantes, los pensionados, los pequeños empresarios, los medioambientalistas, etc.



El reencuentro con estos sectores ciudadanos es lo que permitirá impulsar medidas y aprobar leyes que terminen con la exclusión y favorezcan una verdadera modernidad. Es cierto que algunas medidas requirirán recursos adicionales. Pero no son difíciles de encontrar con el alto precio del cobre y con voluntad política para eliminar las exenciones tributarias que favorecen actualmente a las grandes empresas. El triunfo electoral de Bachelet no se alcanzará «izquierdizando» o «derechizando» la campaña, sino con respuestas concretas a los ciudadanos que no han recibido los beneficios del progreso de Chile.



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Roberto Pizarro. Economista y ex ministro de Planificación.




  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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