Publicidad

Desde el balcón de Bizkaia


Hoy he viajado en tren hasta Bermeo (suelo ir a pie porque sólo está a 3 kilómetros de Mundaka, pueblo en donde paso mis vacaciones), hermoso puerto pesquero situado a los pies de Sollube.



El hecho que Bermeo – noble villa de muy antigua data – esté a los pies de un monte no reviste ninguna particularidad, porque aquí en Bizkaia y en general en Euskadi (país vasco) los montes constituyen lo fundamental de su geografía. En este país los pequeños valles parecieran ser simples «accidentes», pareciera que existen solamente para darle mayor belleza al paisaje. De manera que aquí los pueblos están construidos en la cima de los montes y sus laderas, como faros, mirando al mar Cantábrico. Eso sí, todos son pueblos construidos en piedra, como quien dice con la voluntad de ser construidos para siempre.



Y aunque no soy guía turístico (por eso me impido hablar de su cocina), no puedo por menos de decir que quien quiera disfrutar de la belleza de la rusticidad, de la fuerza de la naturaleza en concierto con la tecnología y excelente calidad de vida, pues que visite Euskadi.



Además, quien haya visitado España, se dará cuenta que al llegar a Euskadi, efectivamente habrá llegado a un País, a un Pueblo, a una Nación distinta, en definitiva a una cultura peculiar que se retroalimenta de sus propias y profundas raíces ancestrales. Y quizás esa cultura, ese modo peculiar de sentir de los vascos la percibamos con mayor evidencia los extranjeros. Porque éste, el pueblo vasco -como todos los pueblos con raíces profundas- no tiene necesidad de percibirse, no tiene necesidad de pensarse «cómo es», porque simplemente «es».



En este último sentido es muy diferente a Chile, por ejemplo. Allí estamos pensando quiénes somos los chilenos o cómo somos desde 1818, y al respecto cada día se «embolina más la perdiz». Y aunque nos moleste a los criollos, en nuestro país quienes no tienen necesidad de «percibirse» son los pueblos originarios del sur y norte de Chile.



Ä„Qué quiere que le diga! El último párrafo ha brotado espontáneamente porque aquí en Euskadi todo tiene carácter ancestral. La propia villa en donde estoy de vacaciones, Mundaka, se ubica en una zona que se supone poblada desde el Paleolítico inferior, como atestiguan las cuevas de Santimamiñe, a unos 20 kilómetros por carretera (las pinturas rupestres están actualmente protegidas para el público): «Así encontramos las cuevas/ llenas de otros mamíferos,/ reptiles, y plumíferos,/ que pasaron por la prueba/ de luchar por quién se queda/ contra este intruso tardío/ que de pie dijo: «Ä„Esto es mío,/ porque lo traigo en la sangre! Ä„Quitáos que tengo hambre!»,/ y expropió todos los nidos» (cuadernos del maestro Merardo).



En fin, testimonios arqueológicos más «recientes» muestran restos de colonias (industriales) y calzadas romanas. También aquí se habla de antiguos vikingos recorriendo estas costas. La propia iglesia de Mundaka es mencionada ya en 105l – ¿se ubica? Siglo XI -, y una princesa escocesa es la madre de Jaun Zuria (señor Blanco, por su rubia cabellera), primer señor de Bizkaia.



EntoncesÂ…, entonces es imposible no pensar en los enredos que han hecho los mapas políticos en este planeta Tierra. Enredos que, en general, no han tenido otro origen que intereses económicos. Intereses que generan la violencia expropiando, avasallando, etc., la autonomía y/o independencia de diversas naciones a través de la historia de este globo, puntito perdido en los suburbios de una galaxia.



Y por estos días justamente entre el País Vasco y España han dado inicio a un proceso negociador que permita desenredar uno de esos enredos de los mapas políticos. Todo ello a partir de que ETA hace ya tres meses declaró el «alto al fuego» con el objetivo de resolver por medio de la negociación las causas que han generado la violencia en Euskadi hace ya 70 años con la dictadura de Franco. El PSOE (partido socialista obrero español, en el gobierno), ha recogido la pipa de la paz tendida por ETA. También lo ha hecho el PNV (partido nacionalista vasco, en el gobierno autonómico), y la Izquierda Abertzale de Euskal Herria. La única fuerza política que hasta el momento se opone a la negociación es el PP (partido popular).



Dicho proceso de negociación que necesariamente ha de ser largo y sinuoso, no se ve fácil, porque para obtener una paz sólida y duradera, ambas partes, sus organizaciones políticas y pueblos respectivos, tendrán que flexibilizar al máximo sus posiciones. La Política, en tanto supuesta Ciencia o en tanto supuesto Arte, aquí, en este punto del globo, pasará una de sus mayores pruebas.



La tolerancia, la autocrítica, la capacidad de pedir perdón y la capacidad de concederlo, someterán a prueba por su parte la cualidad humana de ambos pueblos. Porque hay víctimas, durante 70 años hay víctimas del enfrentamiento por ambas partes. Pero sobre todo durante 70 años hay víctimas inocentes por ambas partes y de terceros, y estas últimas son las que más duelen y las más difíciles de perdonar. En Chile sabemos de todo eso, son heridas que aún están abiertas.



¿Qué aspecto de la vida social podrá quedar al margen de la prueba en este proceso histórico entre Euskadi y España? ¿La Democracia, la Justicia? ¿La Economía? ¿La Cultura?



Yo continúo mirando los caseríos de piedra que se diseminan por los montes de Bizkaia. Entre Gernika y Bermeo cada verano que vengo oigo menos la lengua española y más el euskera, una lengua que solamente de escucharla, aunque no la comprendo, la siento como brotada del monte, de las milenarias y numinosas Peñas de Amboto.



_________________________________________________



*Nelson Villagra es actor. Reside en Montreal, P.Q.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias