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Ni la Alianza ni la Concertación ganan, pero Chile está perdiendo


El cuarto gobierno de la Concertación, liderado por la actual Presidenta de la República, surgida del apoyo ciudadano interpretado en base a encuestas de opinión que sistemáticamente instalaron su nombre, y lograron posicionarla como candidata primeramente y luego en reñidas elecciones en la primera magistratura del país, enfrenta no pocas dificultades. Conviene recordar que las presidenciales no se ganaron en primera vuelta, con el peor resultado para la coalición que gobierna el país en contiendas de este tipo desde el retorno a la democracia; diferenciadas de los resultados parlamentarios que fueron holgadamente superiores para la coalición. Con una segunda vuelta que se potenció con el apoyo sin tregua de un exitoso gobierno saliente y con los partidos concertacionistas tomándose la campaña, con sus parlamentarios electos y no electos, desplegados ante la seria posibilidad de ser despojados del gobierno; con un electorado fiel comprometido nuevamente y con el aporte de la izquierda extraparlamentaria.



La campaña ciudadana que fracasó en la primera vuelta se reinstaló el mismo día del triunfo en segunda vuelta como el vencedor gobierno ciudadano. Hoy asistimos nuevamente a la derrotada entelequia, que pretendía despojarse del rol de los partidos de la coalición que ha sustentado la reconstrucción de nuestra vida republicana, con errores manifiestos en la conformación gubernamental y también con errores manifiestos en el ejercicio en estos cuatro meses de gestión. Todas las acciones emprendidas durante este tiempo, por los partidos, por analistas y por la prensa, para rectificar, han sido desoídas; ha primado la lógica de la autoridad presidencialista sustentada en el concepto ciudadano, en paridad a ultranza, en secretismos, hermetismos, comisiones y en el rechazo a prori del denominado «pauteo de la prensa».



Los partidos de la coalición no han sido inmunes a algunas de estas prácticas, sin duda generadas por la preocupación creciente provocada por la acelerada sucesión de equívocos, personales y colectivos del aparato gubernamental en sus diferentes niveles. Con esto los partidos, principalmente el Partido Socialista correrá un grave riesgo por su auto inhibición, porque desorientará a su militancia y electorado, teniendo en cuenta, a diferencia de hace 33 años, que no es desde los partidos desde donde se cometen los principales errores, sino desde el aparato gubernamental. No puede un partido o un conjunto de partidos pretender ser cinturón de seguridad de un gobierno, si éste no los requiere o los mira con desconfianza.



Hay que poner atención además porque las encuestas políticas chilenas no solo son leídas en nuestro país. Las medidas tomadas en Argentina, particularmente el valor de los combustibles en las zonas fronterizas, no es una medida económica, es una medida política que pone a prueba las relaciones de buena vecindad y las denominadas alianzas estratégicas.



Todo indica que la tendencia a la baja se mantendrá los próximos meses si no se hacen cambios radicales en el equipo de gobierno. En este sentido, no sólo se hace necesario un cambio de gabinete sino también de equipos asesores, tanto en la Presidencia de la República, como en los equipos ministeriales, jefaturas de servicios y autoridades regionales. Hay una manifiesta disociación entre la Concertación como conglomerado político y una buena parte de los directivos que desarrollan tareas en el aparato público en razón de ejercer funciones de confianza, sumados a ellos funcionarios intermedios incorporados durante estos dieciséis años al aparato estatal.



Es necesario que la Concertación restablezca un alto nivel de compromiso político con el gobierno de Chile; o el conglomerado solo significaría para algunos ser proveedor de puestos de trabajo, este cuadro podría ser la manifestación de que el aparato público está sobrecargado, dándole la razón a parlamentarios de derecha que denuncian el exceso de «grasa» existente en el Estado chileno. Incluido Codelco donde se esperaban medidas al respecto, anunciadas al momento de ser designado el nuevo Vicepresidente Ejecutivo de la estatal cuprífera, pero desde la cual todo indica, incluso en casos extremos, que todo sigue igual.



En relación al gabinete ministerial se hace necesario una figura del partido de la Presidenta en el Ministerio del Interior, con real función de Jefe de Gabinete. Los ministros militantes de partidos, deberían estar en plena sintonía con las direcciones de sus partidos compartiendo responsabilidades para potenciar su rol colaborando con la Jefa de Estado. La encuesta Adimark dada a conocer los últimos días, era esperada como profecía autocumplida por el activo político concertacionista. De hecho, si hubieran sido estos los encuestados, incluidos los funcionarios públicos de la coalición, el resultado habría sido más catastrófico.



Nada de lo ocurrido puede ser adjudicado a la labor de la oposición o de la prensa, menos a el movimiento estudiantil, las razones principales se encuentran en la gestión deficiente y la improvisación. Es cierto que en los resultados de la encuesta no dan ganador a la Concertación ni a la Alianza, pero si dan un perdedor, el pueblo de Chile, que está viviendo una sensación de insatisfacción y desorientación creciente.



A la Concertación sólo la salva la Concertación, sus antiguos adherentes y militantes. Su espíritu sin duda se ha incorporado también a miles de jóvenes que saben de su historia para recuperar la democracia y la reconocen por esto. Pero existe la legítima duda en relación a aquellos funcionarios que hoy día tienen altas responsabilidades en el gobierno, que no sólo no compartieron sus postulados, sino que además se enfrentaron a su estrategia de movilización y a su instrumental de lucha principal: un lápiz y un papel.



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Darío Contador. Analista político.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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