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Mercosur: todavía muy lejos de la madurez


La reunión cumbre del Mercado Común del Sur (Mercosur), que se desarrolló por estos días en la ciudad argentina de Córdoba, vino precedida por el signo de la contradicción. Si bien en esta oportunidad se profundizó en temas de carácter aduanero y la posibilidad de suscribir acuerdos comerciales con naciones externas al bloque; el tono de las actuales relaciones entre sus miembros plenos y asociados, no demuestra que los anhelos retóricos de mayor integración regional, vayan a concretarse verdaderamente en la realidad.



La reciente incorporación de Venezuela como miembro pleno, junto a Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay; tendió a ser visto como un fortalecimiento del bloque, al sumar a uno de los países que cuenta con una de las mayores reservas energéticas de la región. Del mismo modo, la llegada de numerosos otros países como miembros asociados, como el caso de Colombia, Ecuador y Perú, los cuales se suman a Chile y Bolivia, generó una suerte de esperanza en que la instancia sudamericana progresaría finalmente hacia una mayor cohesión, pese a sus carencias institucionales.



Sin embargo, numerosos roces bilaterales surgidos en el último tiempo entre Argentina y Uruguay; Perú y Venezuela; Argentina y Chile; además del centenario diferendo entre Chile y Bolivia, por el tema marítimo; así como la permanente competencia comercial entre los dos principales socios del bloque: Brasil y Argentina, o las evidentes asimetrías de estos gigantes con Uruguay y Paraguay; despiertan razonables dudas sobre el camino definitivo que adoptará el Mercosur para superar el marasmo político en el que se encuentra.



El dilema que viene



Para nadie es un misterio que Chile nunca ha apostado con firmeza a la consolidación del bloque sudamericano, priorizando con frecuencia las relaciones bilaterales, particularmente con los Estados Unidos. La misma certeza podría plantearse respecto de Colombia, cuya constante lucha contra el narcotráfico le ha impedido desmarcarse de la omnipresente influencia norteamericana. Y más recientemente es algo que también podría afirmarse de Perú, país que con un renovado Alan García a la cabeza, intenta imponer una nueva estrategia de política exterior, muy cercana a la de «regionalismo abierto» que ha caracterizado a los gobiernos de la Concertación en Chile.



Esta división de concepciones entre aquellos países que no han ocultado sus simpatías hacia una iniciativa como el Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA), promocionado de cuando en cuando por Washington, como un eje que garantice su hegemonía regional; y aquellos países que antes que un acuerdo de esa naturaleza, preferirían ver concretado el sueño de Hugo Chávez de una Alternativa Bolivariana para las Américas (ALBA); tenderá a profundizarse con la casi apoteósica participación de Fidel Castro en esta XXX cumbre del Mercosur.



La visita de Castro corona así, en forma simbólica, el esfuerzo paralelo que la entente conformada por Cuba, Venezuela y Bolivia, han venido desplegando en contra de los intereses políticos y económicos de los Estados Unidos, a través del reemplazo de los Tratados de Libre Comercio, por ejemplo, por los llamados «Tratados de Cooperación entre los Pueblos», como el suscrito en abril pasado en La Habana. No resulta extraño entonces que los líderes de estos tres países hayan confirmado su asistencia a parte de las actividades de la «Cumbre de los Pueblos por la Soberanía y la Integración en Sudamérica», evento alternativo a la reunión del Mercosur, que pretende darle continuidad a una iniciativa similar celebrada en noviembre del año 2005, como respuesta a la realización de la IV Cumbre de las Américas.



El factor energético



Dentro de este contexto, la nacionalización de los hidrocarburos en Bolivia, luego de la llegada al gobierno del presidente Evo Morales, ya había anticipado un clima de desconfianza entre este país y los principales miembros del Mercosur. Las negociaciones posteriores, en torno al alza de los precios del gas y la pérdida de las reservas que tiene Petrobras en el país andino, no han aminorado del todo el conflicto frente a este intento de reformular el mapa de las alianzas políticas en la región. Dicho escenario, en donde el tema energético cobra una importancia capital, no hace sino aumentar las discrepancias que el creciente protagonismo de Hugo Chávez genera, tanto en el presidente argentino Néstor Kirchner, como en el mandatario brasileño, Luiz Inacio Lula Da Silva.



Otro de los países que sin duda se encuentra en el centro de las polémicas vecinales es Argentina. Al malestar de Chile por el aumento del precio del gas que importa de este país y del precio de los combustibles en sectores fronterizos, se agregan los coletazos del conflicto diplomático con Uruguay, por la instalación de plantas de celulosa potencialmente contaminantes sobre un río limítrofe. Si bien la reciente resolución de la Corte de Justicia de la Haya, puso punto final a esta controversia, dejó a Argentina y a Uruguay frente a la necesidad de seguir dialogando. En ese sentido, aunque muy distintas una de la otra, ambas situaciones permiten sopesar la densidad efectiva de los discursos integracionistas, sus proyecciones y límites; así como la voluntad real de los gobiernos de avanzar en la construcción de esa siempre escurridiza confianza mutua.



Más dudas que certidumbres



Dado el panorama descrito resulta difícil pensar que una vez concluida la presente reunión del Mercosur, se vayan a superar las contradicciones que han ido surgiendo en su interior, no tan sólo por una natural consecuencia de sumar nuevos actores; sino que por sobre todo, por las diferentes concepciones que han comenzado a decantar en torno a la forma y el fondo de cómo debe estructurarse la futura integración regional. Esta contradicción básica tiende a ser amplificada en una serie de desencuentros menores, de índole bilateral, que sin embargo, se encuentran mayormente asociadas a liderazgos individuales que buscan posicionarse, tanto fuera como dentro de sus propios países, como los representantes más idóneos de una y otra concepción.



A pesar de que ya han transcurrido más de 15 años desde la firma de su tratado constitutivo, el Mercosur, el esquema de integración más importante después de la Unión Europea, según el criterio de algunos analistas, continúa aún radicado en el limbo. Muy lejos de alcanzar la madurez, pareciera encontrarse todavía sumido en esa eterna fase de transición, en la que las dudas sobrepasan a las certidumbres.







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Cristián Maldonado. Periodista. Magíster en Estudios Internacionales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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