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Encuesta CEP y ciudadanía crítica: Un mensaje para la izquierda


Pese a los esfuerzos por disimularlo, era evidente que la mayoría de los expertos del establishment político y económico tenían temor de los resultados de la encuesta CEP. Por eso, mientras que las elites concertacionistas justifican el descontento creciente de la población echándole la culpa a los coletazos del movimiento estudiantil, a la inseguridad ciudadana y a los problemas energéticos con Argentina, los analistas neoliberales se preguntan cómo es posible que los chilenos no le tengan confianza al equipo económico neoliberal en el poder. Ambos sectores omiten considerar que, siguiendo la tendencia de las sociedades desarrolladas, los ciudadanos exigen que el gobierno y el Estado fijen prioridades sociales e inviertan los inmensos excedentes económicos (del cobre) en dos bienes públicos esenciales para el desarrollo nacional: salud (92% de los encuestados) y educación (80%).

Estamos en presencia de un grave problema de selectividad de la percepción (las elites ven sólo lo que les interesa ver).



Tampoco faltan los análisis ‘sicologistas’ que prefieren atribuir la percepción ciudadana de ineptitud del gobierno, –señalada por más de un 55% de los ciudadanos encuestados; un 49% (falta de destreza) y un 57% (debilidad) — a la falta de pantalones y de «hombres firmes» en el gabinete. En vez de explicar el fenómeno de pérdida de confianza en el gobierno por las evidencias que saltan a la vista, a saber: los estilos elitistas de conducción y la falta de debate, el conservadurismo en materia de políticas sociales en el plano interno y la imprevisión en política exterior, el manejo represivo de los conflictos y las grietas en las certidumbres confortables dejadas por el paso en la escena política del sagaz movimiento estudiantil.



De improviso, para algunos, el carisma patriarcal, ese aura mediático y comunicacional que linda con el populismo ‘chic bon goűt’, se transforma en virtud política.



Y la neblina ideológica de los intereses dominantes empaña incluso el prisma de la interpretación de la realidad factual.



A la coalición gobernante le conviene creer que la racha de descontento ya pasó y que con los ajustes de gabinete y los reacomodos gobierno-partido se solucionarán los problemas heredados y venideros. Los fabricantes de opinión neoliberal —
incondicionales del ministro Velasco y de sus políticas de granjerías fiscales al empresariado– hacen malabares para intentar explicar por qué los chilenos, agobiados por la inseguridad económica y los bajos salarios, no profesan, como ellos, una fe de carbonero en las bondades del modelo económico.



Los analistas neoliberales están más preocupados por la mala percepción de la ‘macroeconomía’ que por la nula confianza que la opinión pública tiene en la oposición de la UDI y Renovación Nacional. Poco les importa, por el momento, el destino político de los defensores intransigentes del capitalismo de mercado puro y duro en la escena política.



Una oposición fuerte, pero con un mayor apoyo que el ridículo 20% que tiene la derecha en la ciudadanía, exigiría la renuncia del equipo económico del gobierno. La paradoja es -bien lo saben quienes concentran el poder económico y buena parte del poder mediático- que no hay mejores guardianes de la estructura económica, que beneficia al gran capital nacional y foráneo, que la tecnocracia concertacionista.



Sólo para un magro 16% de la población la gestión económica es buena. Un 38% de los chilenos, según la encuesta, califica la gestión económica como francamente mala. Es lógico suponer que para el restante 46% es más mala que buena.



No hay por donde perderse. Los ciudadanos trabajadores y las clases medias ven el trato que reciben sus compatriotas que laboran en las salmoneras reprimidos por las fuerzas policiales mientras que el Ministro de Hacienda se reúne con los empresarios en Icare, para concederles dádivas fiscales. De lejos llegó el discurso, «pragmático», de la mandataria sobre la «competitividad y la globalización» en la Cumbre del Mercosur. Allí no se le ocurrió hablar de mejoras de las condiciones laborales de las trabajadoras.



Y es muy posible que la desconfianza hacia las elites incluya a las cúpulas sindicales de la CUT. Prestas a establecer un incomprensible diálogo con la UDI en vez de desarrollar un movimiento de solidaridad con los trabajadores y trabajadoras mal pagados y, más encima, reprimidos.



Según la encuesta CEP, al menos un 70% de los chilenos y chilenas ven con una gran dosis de incertidumbre el futuro que la estructura productiva y del empleo actual les ofrece. ¿No está escrito en el código matricial del Modelo la precariedad de la existencia de los asalariados? Forma de vida que las volutas de cannabis de la ideología dominante quieren hacer aceptar como algo normal en el capitalismo histórico chileno.



¿El uso de la violencia por parte de los aparatos represivos del «Estado de Derecho» en contra de estudiantes y trabajadores, no forma parte acaso de una realidad que obliga a los ciudadanos a reflexionar acerca de la naturaleza de la política y del Orden coercitivo en una democracia?

Imperceptiblemente los ciudadanos recaban y procesan la información. Abruptamente van rompiendo los vínculos afectivos con el gobierno de una mandataria cuyo principal mérito residía en presentarse como «estando cerca». Se debilita también la adhesión al conglomerado concertacionista. De nada sirve la actuación del sector socialista-progresista frente a la hegemonía de los socialistas-liberales. Tampoco ayudan los impasses ideológicos de una Democracia Cristiana desgarrada entre la doctrina de la humanización del capitalismo, la fidelidad al neoliberalismo y el apego a partidos y modelos de las derechas europeas pro imperiales como a la CDU de la alemana Merkel y al PP del español Aznar. Tampoco ayuda el subdesarrollo programático de un PPD cuya sustancia pareciera ser «la insoportable levedad del ser».



¿Si aquella no es la Izquierda, la Izquierda dónde está?



Si el gobierno pierde el 13% en algunos meses y la derecha opositora cuenta sólo con el 20% del apoyo ciudadano, es preciso constatar -incluso en términos de marketing político– que hay un vacío de ofertas políticas que satisfagan al menos a un 30% de los ciudadanos. Si las fuerzas de izquierda no cuentan con muchas preferencias (el JPM) es porque no tienen visibilidad, problema que urge resolver.



En otros términos, hay un tercio de los ciudadanos que esperan que desde la Izquierda auténtica y transformadora surja el empuje para bregar por inversión pública en salud y educación. Además de aumentos de salarios y estabilidad en los empleos. Quizás sean necesarias algunas movilizaciones para romper con la inercia de las placas tectónicas de la dominación. Es evidente que hay síntomas de crisis de la representación política que resultan del régimen de exclusión de los intereses populares.



Para tal proyecto la encuesta CEP indica que existe una masa crítica de ciudadanos críticos. Hay una demanda explícita de políticas de izquierda que está insatisfecha. Un llamado para que ésta apure el tranco, plantee sus certezas y rompa los cercos mediáticos para salirle al paso a la obsesión por la inseguridad y a las fantasías populistas que agitan que serán los hombres providenciales-sistémicos quienes resolverán los problemas.



Las condiciones están reunidas para defender en el Espacio Público los intereses de las grandes mayorías nacionales. Se puede contribuir con propuestas claras. Por ejemplo, retomar la demanda de seguridad ciudadana, pero de manera indisociable con la solidaridad y la justicia social. También podríamos tratar de convencer a los chilenos de la importancia de los desafíos ambientales, y de la necesidad de la unidad latinoamericana en un mundo que debe ser multipolar para así poder contribuir desde el Sur del hemisferio a impedir que la humanidad se vaya por el despeñadero de la barbarie hacia el cual la empuja el caos generado por el Imperio.





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Leopoldo Lavín Mujica, Profesor del Departamento de Filosofía del Collčge de Limoilou, Québec, Canadá.









  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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