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Clinton capeó a Obama; McCain gana perdiendo


Las primarias norteamericanas son dos procesos paralelos pero muy distintos, también lo fueron en el Súpermartes. Entre los republicanos, McCain las ganó, pero con una bajísima votación, un mal augurio para la final. En la demócrata, los dos finalistas, una mujer y un afroamericano, algo impensable en el siglo XX, vuelven a atraer un número récord de votantes. Obama, un desconocido hace algunas semanas, avanza con la fuerza de un huracán, y Clinton logra capearlo, e incluso recupera una ventaja, aunque levísima.



La candidatura presidencial republicana de John McCain parece ahora asegurada, a pesar de que sus dos principales rivales, Romney y Huckabee, siguen en la contienda. La razón es obvia. En la mayor parte de las elecciones primarias, asambleas y congresos estatales que eligen a los delegados a la convención republicana, quien logra la primera mayoría relativa, se los lleva todos. Y McCain es el más votado, a pesar de que la suma de los votos populares de sus dos rivales supera los suyos, como consecuencia de la división de la derecha tradicional, la plutocrática con Romney, por una parte, y la religiosa, tras Huckabee, por la otra.



En otras palabras, gana, pero pierde al enfrentar a las dos facciones principales, y aliadas durante los últimos años, de su partido. Y lo logra al sumar el militarismo, que hoy no es muy popular en EEUU, con posiciones moderadas respecto de la tributación, la sexualidad, la inmigración, el cambio climático, etc., más propias de un ala republicana que se creía extinguida hace varias décadas, y que si bien lo acercan a independientes y demócratas, son anatemas para los ultra conservadores, la base partidista republicana.



Este desajuste en el partido dominante desde 1968 se confirma por la baja participación ciudadana en el proceso de designación de su candidato presidencial. Ni siquiera movilizó a la infantería del partido su proverbial racismo y sexismo, a pesar de la creciente posibilidad de que Obama o Clinton sea el futuro presidente.



Al parecer, estamos al final de una era. No se trata solamente de fiascos militares. Además, el país está golpeado por una multifacética crisis económica, en cuyo centro están los cimientos del Modo de Vida Norteamericano desde la década de 1950, a saber, el abundantísimo crédito al consumo, la dispendiosa vida suburbana, la creciente redistribución regresiva del ingreso y gastos imperiales no rentables y excesivos. Situación que fue agravada por los gobiernos de derecha, desde Reagan a Bush II.



Diferencia demócrata



Por esa razón, las primarias demócratas son un proceso totalmente distinto, que supera al aparato partidista y a los militantes e interesa masivamente a los norteamericanos. Además, en razón de que la mayoría de los delegados son elegidos con voto proporcional, el resultado es mucho más representativo de la opinión pública. Los dos finalistas son por sí mismos una gran renovación, que supera antiguos y acendrados prejuicios; y los votantes hispanos pasan a ser decisivos.



Clinton es una mujer de carácter fuerte, con un equipo probado, que hace una década reparó los daños de otro gobierno derechista. Obama es un afroamericano, joven y carismático, que corporiza una nueva era, también en la relación de EEUU con el mundo, razón por la cual a los norteamericanos (y berlineses) les recuerda a Kennedy.



Los votantes de Clinton son las mujeres blancas y los hispanos -ambos segmentos están votando masivamente-, más el aparato partidista, los trabajadores sindicalizados, los ciudadanos menos educados y los de mayor edad. Todos en busca de la seguridad perdida, no solamente por los excesos de Bush, sino también por la mundialización; y se refugian en líderes, con sus entornos, que han demostrado tener éxito como gobernantes y que les aseguran protección.



Los votantes de Obama son, además de los afroamericanos, los jóvenes, los ciudadanos más educados y acomodados, los independientes, los nuevos votantes en las primarias. El candidato representa la utopía y mito del «sueño americano», la unidad para marchar hacia la tierra prometida. Invoca los temores y ambivalencias que provoca en los ciudadanos la globalización, que se superarían con el renacimiento nacional, gracias a la colaboración y trabajo de todos. Ä„Sí, se puede! es su lema voluntarista.



Alguien dijo en tono burlesco que por Clinton votan los que beben cerveza y por Obama los «connoisseurs» del vino. En parte es verdad. Por la primera, la base tradicional demócrata, los trabajadores industriales; pero, además, las mujeres y los hispanos. Por el segundo, los nuevos demócratas, es decir, los trabajadores del conocimiento; más Ä„oh sorpresa!, después del retiro de Edwards, los varones blancos demócratas.



Difícil es predecir cuál se impondrá, si la prosa o la poesía, si el pragmatismo, traducido en programas de protección social concretos, o, por el contrario, un profundo deseo de cambio, que exige sacrificios para superar el consumismo.



En política internacional, «el mundo cuenta con el liderazgo (nor)americano», dice Hillary Clinton, cuyo marido se transformó en un gran ayudista humanitario ante las desgracias del subdesarrollo, o, «debemos guiar el mundo por nuestros actos y ejemplo», según Obama, cuya historia personal es casi un resumen de la variedad humana (Hawai, Kenya, Indonesia, Harvard, el gueto de Chicago).



El obstáculo más importante para que los demócratas logren también la presidencia, y confirmen su mayoría en ambas Cámaras, es que superen la división que deriva de los enfoques antes mencionados, y cuya exacerbación es la única posibilidad de McCain.



Esa parecer ser la tarea que desde hace algunas semanas comenzaron los medios de comunicación social que forman la opinión de las élites, v.gr., The New York Times, y que significa, primero y antes que nada, un enorme baño de humildad para los Clinton.



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* Iván Auger es consultor internacional



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