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Apretar los dientes

Los cuatro jinetes del apocalipsis andan sueltos: la crisis financiera, la crisis del precio de la energía, la crisis alimentaria y la crisis medioambiental y climática. El desmadre es tal que uno echa de menos la época bendita de la Guerra Fría y de la amenaza nuclear.


Pérez Yoma dejó escapar la frase: «Vamos a tener que apretar los dientes». Se refería a la crisis que muy probablemente no le va a causar a él las angustias que ya le está causando a millones de chilenos. Andrés Velasco ya no pretende tener la economía «blindada». Parece que le perforaron el blindaje, el tipo perdió el invicto tanto en sentido propio como figurado.



Por las razones que ya te he explicado uno puede apostar a que no habrá más bonos, ni subsidios ni subvenciones, de ahora en adelante tendremos que «remar» (Velasco) y «apretar los dientes» (Pérez Yoma).



Si uno se refiere a la receta que el partido político de la presidenta propone para combatir la inflación y el desempleo -«poner en juego ahora el carácter anticíclico de la política económica»-, habrá que apretar no sólo los dientes sino también las nalgas.



De nada sirve decir que todo esto era previsible. La incuria es la incuria, la desvergüenza es planetaria, y no es la reunión del G8 en Japón la que va a arreglar nada, ni el Japón el que va a darle ejemplos de buena gestión a nadie.



Los cuatro jinetes del apocalipsis andan sueltos: la crisis financiera, la crisis del precio de la energía, la crisis alimentaria y la crisis medioambiental y climática. El desmadre es tal que uno echa de menos la época bendita de la Guerra Fría y de la amenaza nuclear. Sin querer exculpar a los nuestros, que acrecientan sus culpas con su comportamiento caricatural, hay que decir que los grandes de este mundo no lo hacen mal.



Dominique Strauss-Kahn, director del FMI, anunciaba el fin de la crisis financiera justo cuando la FED tenía que correr, una vez más, a socorrer la banca estadounidense en quiebra. Hoy, cuando comienza la reunión del G8 los pájaros de mal agüero anuncian que los bancos europeos necesitan entre 60 y 90 mil millones de euros para equilibrar las cuentas como consecuencia de la crisis financiera que «estaba quedando atrás».



El petróleo supera los U$ 140 el barril. El argelino Chakib Khelil, presidente de la OPEP, dice que los precios continuarán subiendo en razón de la debilidad del dólar y precisa que cada vez que el billete verde baja en un 1% el precio del barril sube en 4 dólares. Y agrega que a su juicio el 60% del alza se debe a la especulación y a los problemas geopolíticos, manera elegante de referirse a las amenazas que los EE.UU. lanzan un día sí y el otro también contra Irán y Venezuela, para no hablar de la interminable guerra de Irak y del embargo que le impidió a Libia invertir en sus capacidades productivas.



El presidente francés Nicolas Sarkozy llama a una mayor transparencia de los mercados petroleros para limitar la especulación y sus efectos sobre los precios del crudo. Signo de los tiempos que corren, la legendaria General Motors acumula pérdidas superiores a los U$ 50 mil millones y se hunde irremediablemente. Su valorización bursátil llega apenas a U$ 5 mil millones, menos que la Kellogg’s que fabrica palomitas de maíz. Ya en el 2005 se sabía que GM se había gastado hasta los fondos de pensión de sus asalariados y había quebrado su filial Delphi para dejarle la deuda al Estado Federal. Gracias a tan delicado procedimiento de las empresas yanquis la Pension Benefit Guarantee Corporation acumula más de U$ 600 mil millones de déficit.



Ninguno de los países que concurren al G8 tiene la más mínima posibilidad de modificar significativamente el cuadro. Ni siquiera todos juntos. Pérez Yoma tiene razón, tendremos que apretar los dientes. Velasco ya contó la firme: en vez del «barco bien estibado» que anunciaba Nicolás Eyzaguirre nos arrojaron a una galera: tendremos que remar. Con Velasco en el puesto del tipo del bombo. Ese que te da el ritmo.



*Luis Casado es economista.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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