
El tiempo de los herederos
Muchos se acomodaron a los privilegios, a salir en las páginas sociales de El Mercurio, a extender redes en amplios círculos de poder y, de paso, hacer algo de riqueza. Muchos trataron de parecerse a quienes históricamente criticaban.
Mientras en la Concertación aún se respira un aire nauseabundo y con olor a flores podridas, surgen las primeras pistas para advertir el reacomodo de las fuerzas después de 20 años en el poder.
Todo apunta a que es el tiempo de los herederos, tanto por filiación sanguínea como por tradición política. Carolina Tohá, Claudio Orrego y Ricardo Lagos Weber están ahí para rearmar una coalición destruida y llena de resentimientos. Quieren ocupar el lugar que muchos años atrás tuvieron sus padres en distintos momentos de nuestra historia.
Más allá de las justas críticas por el nepotismo que conllevan, no se pueden desconocer sus virtudes y capacidades. Tienen la fuerza que perdieron hace rato los viejos estandartes de la Concertación. Tienen el coraje, la inteligencia y las aptitudes para hacerse cargo de un barco que se empezó a hundir mucho antes de este domingo. Sin embargo, lo peor que pueden hacer es concebir la acción política como lo hicieron sus antecesores estos años, que terminaron por menospreciar el poder de la ciudadanía.
Muchos se acomodaron a los privilegios, a salir en las páginas sociales de El Mercurio, a extender redes en amplios círculos de poder y, de paso, hacer algo de riqueza. Muchos trataron de parecerse a quienes históricamente criticaban.
La Concertación perdió contacto con las personas, porque se instaló durante las últimas dos décadas la sensación de que la política no es importante para los chilenos. Que están más preocupados de llegar a fin de mes, de pagar las cuentas para volver a endeudarse o de lavar el auto frente a los vecinos. Pero los resultados del domingo demostraron que quienes votaron fueron críticos de una forma de administrar el poder y castigaron a la Concertación.
Hace una década, la segunda vuelta entre Ricardo Lagos y Joaquín Lavín fue el primer aviso. Luego, Michelle Bachelet salvó a la Concertación, pero ya en la primera vuelta del 2005 Lavín y Sebastián Piñera habían sumado más votos que la entonces abanderada oficialista.
Desde 1999, se incorporaron 600 mil nuevos electores aproximadamente. La derecha sumó en una década solo 87.231 votos más. Lavín frente a Lagos obtuvo 3.495.559 y Piñera ganó ahora con 3.582.800 sufragios. Pero la Concertación perdió 323.357 votos en el mismo lapso de tiempo, comparando la segunda vuelta del 2000 con la recién pasada. ¿Qué pasó entremedio?
En una década, disminuyó la participación electoral y casi con los mismos votos ahora la Coalición por el Cambio llegó al poder. Fueron 10 años de gobiernos de militantes socialistas (Lagos y Michelle Bachelet). Pese a MOP-Gate y al Transantiago, fueron Presidentes con elevada popularidad y con reformas al sistema de salud y de pensiones con alto impacto. Entonces, ¿por qué las personas que votaban Concertación dejaron de hacerlo?
Quizás -como dice Marco Enríquez-Ominami (otro heredero)- se cansaron de las malas prácticas, de los cuoteos y de una Concertación que se redujo a la reunión de los cuatro presidentes de los partidos oficialistas los días lunes. Se oscureció el arcoiris. Muchos se acomodaron a los privilegios, a salir en las páginas sociales de El Mercurio, a extender redes en amplios círculos de poder y, de paso, hacer algo de riqueza. Muchos trataron de parecerse a quienes históricamente criticaban.
Si Tohá, Orrego y Lagos Weber quieren refundar la Concertación deberán recuperar las ideas, la mística, las convicciones y la dignidad que perdieron muchos de sus dirigentes. Nadie desconoce los cambios introducidos en estos 20 años, pero justamente porque nuestro país está conformado por ciudadanos más críticos y menos dóciles, tendrán que ajustar las piezas para reencantar a una enorme cantidad de chilenos que mirarán a la distancia el gobierno del Presidente electo Sebastián Piñera, a la espera de ser convocados a una oposición renovada y moderna.
Esa oposición que también podría interpretar ME-O. Es decir, será un campo de disputa entre cuatro herederos, como decía Bourdieu.
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