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Las dudas de Allamand

Daniel Mansuy
Por : Daniel Mansuy Master en Filosofía y Ciencia Política
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Piñera ya llegó a la Moneda y es dudosa la utilidad de excluir completamente a quienes pueden ser útiles: quizás sería mejor, como sugería Maquiavelo, encauzar esas ambiciones en beneficio propio.


Con la franqueza y el dudoso sentido de la oportunidad política a los que nos tiene acostumbrados, Andrés Allamand se atrevió a decir lo que en la derecha muchos piensan pero casi todos callan: en la Coalición dolió la decisión de excluir a los políticos del gabinete nombrado por Sebastián Piñera. Y aunque no es imposible que Allamand esté respirando por la herida, eso no implica necesariamente que esté equivocado.

De hecho, las destempladas réplicas que recibió de algunos de sus propios correligionarios sugieren que simplemente puso el dedo en la llaga, allí donde duele. Como sea, es indudable que Allamand tiene esa curiosa capacidad de decir cosas ciertas en el momento equivocado, y en esta oportunidad parece haber sido fiel a sí mismo.

[cita]El gran conflicto que esta polémica deja ver, no hay que ser adivino, es el de los liderazgos futuros, pues muchos apuestan que habrá al menos dos gobiernos de derecha.[/cita]

En cualquier caso, no hay duda que Piñera cumplió con lo prometido: autonomía respecto de los partidos. Ese es el diseño elegido, y la única pregunta que quedó abierta es si acaso no fue demasiado lejos. La inusitada (y desproporcionada) expectación que ha rodeado el nombramiento de los subsecretarios se explica un poco por eso: ¿cómo resolverá Piñera el dilema que él mismo creó? ¿retrocederá en lo obrado o insistirá en su lógica? Por un lado, si nombra políticos aparecerá cediendo frente a las presiones partidistas: justo lo contrario de lo prometido. Además, es difícil saber cuánto puede atenuarse el problema de fondo con la inclusión de políticos en las subsecretarías: por definición, quienes están en primera línea enfrentando los conflictos son los ministros.

Poco le habría servido a Martín Zilic, por dar sólo un ejemplo, el haber contado con un subsecretario “político”. Pero por otro lado, es obvio que no sirve de nada comenzar un gobierno con los partidos pintados de guerra. En rigor, estos problemas no admiten solución ideal y todo pasa por no olvidar los riesgos propios de cada solución.

Uno de esos riesgos quedó magníficamente expuesto esta semana con el debate sobre el impuesto a los combustibles. El nuevo gobierno ha dado, al menos, tres versiones distintas en un tema complicado, lo que muestra a todas luces falta de manejo político. Aunque es posible que, desde el punto de vista técnico, no quepan dudas sobre lo que corresponde hacer, no se puede anunciar una medida impopular para luego vacilar, anunciar en seguida medidas paralelas, y al final dejarlo todo en el aire en medio de fuertes presiones parlamentarias del propio sector: no se puede improvisar tanto en una materia tan sensible, menos si se ha hecho tanta gárgara con la «excelencia».

Por otra parte, hay que recordar que en el gabinete no sólo predominan los técnicos, sino también los empresarios y la verdad es que es legítimo preguntarse —más allá de los logros que cada uno pueda mostrar  en el mundo privado— qué tipo de gestión llegarán a imponer al sector público. Creer que para gobernar un país bastan los criterios técnicos y/o empresariales es, en el mejor de los casos, una ingenuidad de marca mayor y, en el peor, la crónica de un fracaso anunciado. Y si algún despistado cree que el comité político ideado por Piñera es algo más que un bonito volador de luces, se va a decepcionar pronto.

El nuevo gobierno tiene además una paradoja difícil de tragar para los viejos tercios de la derecha: si obviamos a esa incógnita única en su especie llamada Joaquín Lavín, el político de mayor tonelaje del gabinete es Jaime Ravinet, que no es de la Coalición. Ravinet es sin duda el ministro con más experiencia y peso específico del gabinete, y cabe preguntarse porque en Defensa se decidió incluir a un político y en la Cancillería a un empresario, por mencionar una cartera análoga. ¿Acaso los políticos dignos de integrar el gobierno tienen que venir de la Concertación? La señal tiene tanta claridad como complicaciones internas: si usted es político y quiere ser ministro, más le vale no ser de derecha.

Por cierto, el gran conflicto que esta polémica deja ver, no hay que ser adivino, es el de los liderazgos futuros, pues muchos apuestan que habrá al menos dos gobiernos de derecha. Si desde el parlamento es difícil proyectar una carrera hacia la Moneda, y  si Piñera no da mucho espacio en su gabinete, habrá varios que, guste o no, buscarán caminos propios. Y aquí, me parece, está la cuestión de fondo: si el diseño excluye a los políticos para que nadie le haga sombra a Piñera, el error es grave y puede pagarse caro. Michelle Bachelet intentó algo parecido, sin mucho éxito desde el punto de vista político.

Además, Piñera ya llegó a la Moneda y es dudosa la utilidad de excluir completamente a quienes pueden ser útiles: quizás sería mejor, como sugería Maquiavelo, encauzar esas ambiciones en beneficio propio. Por ahora, el hecho es que Piñera optó por un camino, camino que no será modificado en lo sustancial aunque se nombren subsecretarios «políticos», y en pocos meses más sabremos cuán razonables eran las dudas de Allamand.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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