La nuestra es una cooperación entendida como instrumento de la política exterior, que mira hacia el desarrollo propio y el de la Región, buscando integrar a países cuyos pueblos están unidos por una cultura, afinidad de valores e intereses comunes.
Hace unos días nos reunimos en Quito, Ecuador, los responsables de la Cooperación Internacional de los países de Latinoamérica y el Caribe. Logramos avanzar en una agenda común de cooperación Sur-Sur para seguir adelante con este valioso instrumento de integración y desarrollo, que se funda en un intercambio recíproco de experiencias y conocimientos pertinentes a los modelos específicos de desarrollo de cada país.
No es casual que este encuentro tuviera a Ecuador como anfitrión. El primer seminario se realizó hace dos años en Santiago y para esta oportunidad Chile promovió a Ecuador como sede de un debate que adquiere valor estratégico para las relaciones bilaterales de nuestros países.
Huelga comentar el impacto político de gestos como estos en el litigio trabado por Perú ante la Corte de la Haya. Lo que ha escaseado en los análisis públicos es la consistencia de un sistema nacional de cooperación que trasciende a los vínculos de poder e interés económico en nuestras relaciones bilaterales y multilaterales.
[cita]La nuestra es una cooperación entendida como instrumento de la política exterior, que mira hacia el desarrollo propio y el de la Región, buscando integrar a países cuyos pueblos están unidos por una cultura, afinidad de valores e intereses comunes.[/cita]
Chile ha desplegado una política de cooperación Sur-Sur fundada en relaciones de gobierno a gobierno, que se concreta en la transferencia de aquellos conocimientos útiles a las prioridades de los países con los que se coopera. Tras esta voluntad está el convencimiento que nuestro país cuenta con condiciones que le permiten colaborar con su entorno geográfico y asociarse con otros países, mirando hacia un horizonte de desarrollo regional.
En el caso específico de Ecuador, hace más de dos años suscribimos un Acuerdo de Asociación Estratégica que dio lugar a una agenda de proyectos de cooperación actualmente en marcha. En ese marco, profesionales y técnicos chilenos han entregado su experiencia y conocimiento a distintos servicios públicos del Ecuador, en áreas como superación de la pobreza, transversalidad de género, justicia, desarrollo productivo y fomento de las exportaciones, identificación civil, modernización del estado, educación salud y nutrición.
En ese marco, podemos dar cuenta de exitosas experiencias de transferencia de conocimientos, como la que llevan a cabo nuestros respectivos ministerios de Justicia, a través de un programa de profesionalización de vigilantes penitenciaros (gendarmes) de recintos de alta seguridad.
Otro ejemplo es el apoyo del Ministerio de Salud al proceso de transformación del Sistema de Salud de Ecuador en materia de regulación, cobertura, redes asistenciales y derechos garantizados como el Programa AUGE de Chile.
Estas y otras experiencias demuestran que la política de Relaciones Internacionales se apoya en sus instrumentos de cooperación para conciliar los diferentes intereses nacionales y propiciar la integración.
A través de estos programas se ha ido consolidando una integración casi invisible en los debates geopolíticos, pero sustancialmente concreta y profunda para aquellas relaciones de Estado que trascienden a coyunturas contenciosas. La nuestra es una cooperación entendida como instrumento de la política exterior, que mira hacia el desarrollo propio y el de la Región, buscando integrar a países cuyos pueblos están unidos por una cultura, afinidad de valores e intereses comunes sobre el marco de las relaciones internacionales.
* María Cristina Lazo es directora de la Agencia de Cooperación Internacional.
