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El bono bodas de oro y los desaciertos del Presidente

Emma de Ramón
Por : Emma de Ramón Doctora en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile, activista lgtb.
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No puedo tolerar tanta arbitrariedad en una nación como la nuestra, en que la regla familiar no es esta norma anticuada y ridícula que nos impone una suerte de mito en torno a lo que “debería” ser nuestra convivencia familiar.


Siempre me impresiona como la derecha y nuestro Presidente, relacionan conceptos que no tienen que ver unos con otros y los manipulan para reforzar valores ultra conservadores. Tal es el caso del concepto de familia. Cuando Piñera dice que “es necesario fortalecer a la familia”, desde el Estado se entiende, propone una acción encomiable que puede ser hasta necesaria. Pero en el momento que relacionamos  sus dichos con lo que ocurre a nuestro alrededor vemos que no solo son palabras vacías, sino que el gobierno y los grupos de poder de que se rodea, hacen cada día todo lo posible por desprotegerla. ¿Qué es la familia, señor presidente?

Siguiendo a la autora mexicana María Cordero, la familia es el “lugar emocional en el cual nos desenvolvemos, desarrollamos, y aprendemos a convivir, ahí  se forman nuestras costumbres, hábitos e ideas, y se nos dan derechos y obligaciones que tenemos como nación”. Efectivamente, eso es una familia. Ahí no existen otros vínculos que aquellos que nacen del afecto y que permiten que todos y cada uno de nosotros tengamos un lugar donde llegar y sentirnos plenos, respetados, sostenidos por el amor y el aprecio a nuestros respectivos telentos y apoyados en nuestros errores y debilidades. Si es eso lo que se debe apoyar desde el Estado, no puedo estar más de acuerdo con las palabras del Presidente.

[cita]No puedo tolerar tanta arbitrariedad en una nación como la nuestra, en que la regla familiar no es esta norma anticuada y ridícula que nos impone una suerte de mito en torno a lo que “debería” ser nuestra convivencia familiar.[/cita]

Pero, a la vez, no logro entender cómo el Estado puede apoyar a una relación que es, en su definición, privada, íntima. ¿Va a mandar a supervisores para ver si esas funciones se cumplen en cada uno de los núcleos? ¿Cómo va a corregirlos? ¿cárcel para los infractores?

Lo que es evidente es que el  Presidente no se refiere a aquello. En realidad tomó la palabra familia, institución de la que todos en mayor o menor medida gozamos o sufrimos, para referirse a la protección de la familia heteronormada como única organización familiar protegida por la legalidad vigente. El resto de los lugares sociales en los que se efectúan las relaciones emocionales de las que habla Cordero, no merecen alcanzar ese rango. Y conste que no estoy hablando solamente de las parejas homosexuales y lésbicas, estoy hablando de todas y cada una de las familias no encabezadas por un hombre jefe de hogar, jefatura sancionada por la institución del matrimonio, proveedor fundamental al cual se subordinan las mujeres, los hijos, los sirvientes y toda la caterva de personas dependientes que pululan en torno a esta unidad sacrosanta, según el Presidente (porque es la que sigue en santidad a Dios mismo).

No puedo tolerar tanta arbitrariedad en una nación como la nuestra, en que la regla familiar no es esta norma anticuada y ridícula que nos impone una suerte de mito en torno a lo que “debería” ser nuestra convivencia familiar. Menos aún cuando la real familia de todos los días, la actual familia chilena, es algo mucho mayor y más rico, y desde luego, mucho más flexible que eso… ¿Sabrá el presidente que dos terceras partes de los niños en Chile nacen fuera de esta institución? Es cosa de mirar las estadísticas del Registro civil: el año pasado, 180 mil nacimientos fueron fuera del matrimonio y apenas 82 mil niños nacieron de parejas “casadas”.  ¿Sabrá que buena parte de las familias chilenas no obedecen al sistema que quiere proteger? Un tercio de las familias chilenas es encabezada por una mujer jefa de hogar sin pareja. ¿Sabrá que el matrimonio es una institución absolutamente en decadencia para la mayoría de los jóvenes? Durante los años ’70 la tasa de nupcialidad era el 7,3% y hoy alcanza apenas al 3,3% y sigue en descenso ¿Recordará, además y por si acaso, que es excluyente de las personas que prefieren construir ese lugar de afecto con una pareja de su mismo sexo?

Así que, si va a proteger a la familia, el gobierno y su líder debería, en primer lugar, mirar la realidad en que ella se encuentra, más allá de los muros de La Dehesa, repartida por todo Chile,  y también en los hogares que las lebianas y homosexuales construimos con afecto y dedicación, con o sin hijos, y otros parientes, todos los días.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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