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La Rebelión de las Masas


Tengo el libro de ese nombre de Ortega y Gasset. Lo heredé de mi padre hace 37 años y desde entonces he estado a punto de leerlo muchas veces. Antes de escribir esto debería hacerlo, pero ya no alcanzo. Supongo que debe contener inteligentes reflexiones que sirvan para explicar por qué ahora las masas de diferentes y muy disímiles países han comenzado a salir sucesivamente a las calles en impresionantes manifestaciones.

Primero fue en Túnez, luego en Egipto, Siria, Libia y recientemente en España, hasta culminar ayer ¡oh sorpresa! en Alemania, supongo que como consecuencia de haber admitido un excesivo número de inmigrantes, porque siempre he pensado que los alemanes (de hoy, no de los años ’30) tienen cosas más importantes qué hacer que salir a la calle a causar desórdenes.

Siempre hay un pretexto para la «rebelión de las masas». Es diferente de un país a otro. Pero la causa en todas partes es la misma.

Hasta entre nosotros las masas, aunque en reducido número, tendieron también a imitar el ejemplo y salir a manifestar en días recientes, tomando como pretexto la construcción de cinco represas hidroeléctricas en Aysén.

¿La causa de estos movimientos? Ellos obedecen más que nada a un móvil psicológico de imitación. En España, en pleno momento electoral, cuando, se suponía, las inquietudes ciudadanas podían tomar un cauce a través del sufragio, decenas de miles de personas salieron a la calle a título de estar «indignadas». ¿Por qué no manifestar su indignación a través del voto, que es lo más práctico, pues conduce a cambiar el estado de cosas a través del control del gobierno? Porque la motivación es psicológica: expresarse, protagonizar, estar en el centro de la noticia, seguir la corriente masiva. ¿Por qué la gente acude en masa a fotografiarse desnuda ante Tunnick? Es el mismo fenómeno. Es una oportunidad para muchas personas: «yo no soy protagonista de nada, no soy noticia, nadie me pregunta mi opinión ni nadie me conoce. Bueno, ahora voy a salir a la calle y todos van a ver lo importante que soy». Basta que unos miles más digan y hagan lo mismo, y tenemos una «rebelión de las masas» que, si alguien se pone a hacerles acaso, puede tener imprevisibles consecuencias. Porque, si nadie les hace mayor caso, en definitiva terminan en nada.

Recuerdo que en 2005 se generó en Chile el movimiento masivo de «los pingüinos». Las marchas iniciales sólo perseguían un par de copnquistas económicas para los estudiantes: mayor subsidio a matrículas y a pasajes de la locomoción. Pero la dinámica de las protestas y el hecho de que se les hiciera mucho caso condujeron a que la agenda se ampliara y se llegara a hablar de una «revolución educacional». La presidenta Bachelet, entonces, hizo lo propio de todo gobierno que no sabe qué hacer: nombró una «comisión transversal». Ésta demoró mucho en entregar sus conclusiones, con las cuales un considerable número de sus integrantes más respetables no estaba de acuerdo. Sea como fuere, hoy ya nadie recuerda a los pingüinos, a la comisión transversal ni sus conclusiones y por eso el ministro Lavín está haciendo otra gran reforma educacional.

En 2005 yo hacía clases en una universidad en que no había la menor inquietud estudiantil y los alumnos eran ostensiblemente contrarios a los desfiles de los «pingüinos», pero el efecto psicológico del espectáculo diario presentado por los medios, de grandes masas desfilando por las calles, los afectó, y hubo un día en que, con tácita aceptación de las autoridades universitarias, ninguno asistió a clases. Pasó, nadie hizo ni dijo nada y después todo se olvidó.

Otro rasgo común a estas movilizaciones es que sólo son posibles bajo regímenes que reconocen cierto grado de libertades públicas. En Cuba o Corea del Norte, por ejemplo, donde hay comisarios de la policía secreta del régimen en cada barrio, no existe la menor posibilidad de una mannifestación de masas, porque el primero que hable de hacerla va preso o algo peor.

La moda de la actual «rebelión de las masas» pasará, como todas las modas. En unos meses más ya nadie se acordará de ella… salvo donde hubo quiénes resolvieron hacerles caso a las masas, pues allí y por bastante tiempo seguirán viendo cómo salir del atolladero en que éstas los metieron.

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