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Sedúceme

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Cristóbal Bellolio
Por : Cristóbal Bellolio Profesor de la Universidad Adolfo Ibáñez.
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He leído inteligentísimas reflexiones que se preguntan cómo nos preocupamos más de HidroAysén que de la realidad de los estudiantes, los mapuches o los agricultores. La respuesta está a la vista: a través de un trabajo constante y dedicado, Patagonia sin Represas se dedicó a persuadir a los chilenos de la nobleza de su posición. Consiguió algo inédito: que estar a favor del proyecto fuera casi un motivo para pedir disculpas.


En pedir no hay engaño. No tiene nada de curioso que distintos grupos de la sociedad se estén manifestando para solicitar, exigir o demandar ciertos beneficios. Algunas causas son novedosas en Chile, como la medioambientalista o la que reclama igualdad ante la diversidad sexual. Otras son de larga data, como la de los estudiantes por mejor educación, las de la CUT por reajuste sobre la inflación, o las del agro por el precio del dólar. El gobierno tiene la obligación de escucharlas todas. No tiene la obligación de acceder a todas.

Que quede claro: la mayoría de estas batallas son promovidas por grupos que tienen un particular interés y no están necesariamente pensando en el “bien de Chile”, salvo de una manera abstracta y  remota. Así por ejemplo, si el Ejecutivo acepta subir el tope del postnatal como lo sugiere la Concertación para beneficiar a las trabajadoras más pudientes del país, inevitablemente eso significa cortar recursos en otro lado. Administrar el poder también implica aprender a decir que no en forma legítima y convincente.

Por supuesto, cada uno de estos grupos de presión considera que su lucha es la más importante. Pero sólo algunos tienen la habilidad de subir al carro a la opinión pública. El resto carece de la visión para hacerlo. Una causa que seduce a la ciudadanía originalmente no interesada es una causa que cuenta con un hándicap a favor.

[cita]No se sorprenda tanto. En la era de las comunicaciones, hay que saber seducir a la audiencia. Una portada en LUN vale más que mil columnas de opinión. Una campaña publicitaria que toca las teclas correctas moviliza a la población.[/cita]

Ya se ha dicho algo evidente: la tentativa de agresión al ministro Lavín le hace daño a la movilización de los estudiantes. ¿Por qué? Porque la opinión pública empatiza con la víctima y se aleja de los “violentistas”. Por lo mismo los manifestantes contra HidroAysén estaban tan preocupados de detener cualquier arrebato delictual que pudiera convertirse en noticia. El movimiento dirigido por Patagonia sin Represas entendió a la perfección que había que ganarse al televidente, no espantarlo.

La mejor lección de la revolución pingüina del 2006 fue su capacidad de sumar. Se hacía difícil reprochar a un grupo de bien intencionados secundarios que peleaba pacíficamente por la calidad de la enseñanza mientras transformaba las tomas en verdaderas restauraciones de sus propios establecimientos. Todo Chile cayó rendido a sus pies. Botaron ministros, causaron una crisis política, instalaron la agenda, cambiaron la ley. ¿No consiguieron todo lo que querían? Por supuesto que no. Nadie obtiene lo que quiere de un día para otro. Pero avanzaron sustancialmente. Dos años después, con un petitorio casi calcado al anterior, los secundarios escupieron parlamentarios y le tiraron un jarro de agua a la ministra. Se ganaron la antipatía del ciudadano común.

¿Por qué nadie sale a la calle a pedir la liberación de los mapuches en huelga de hambre tal cual como lo hicieron miles de furibundos ciudadanos para oponerse a una represa de la cual sabían apenas lo suficiente? Sencillo: porque la “causa mapuche” no ha conquistado a los chilenos.

Comprendería si todo esto le parece algo distorsionado. A fin de cuentas ¿cómo puede ser que el éxito o fracaso de una causa dependa de su capacidad de caerle bien al respetable público independiente de la justicia intrínseca de la demanda?

No se sorprenda tanto. En la era de las comunicaciones, hay que saber seducir a la audiencia. Una portada en LUN vale más que mil columnas de opinión. Una campaña publicitaria que toca las teclas correctas moviliza a la población. He leído inteligentísimas reflexiones que se preguntan cómo nos preocupamos más de HidroAysén que de la realidad de los estudiantes, los mapuches o los agricultores. La respuesta está a la vista: a través de un trabajo constante y dedicado, Patagonia sin Represas se dedicó a persuadir a los chilenos de la nobleza de su posición. Consiguió algo inédito: que estar a favor del proyecto fuera casi un motivo para pedir disculpas.

Para terminar, reconozco que ganarse a la opinión pública no significa arrancar del Gobierno las decisiones que uno espera. Una vez más, el caso de la revolución pingüina y recientemente HidroAysén son paradigmáticos. Pero le ponen la pista pesada a la autoridad. Cambian el peso de la prueba. Le hacen difícil decir que no. Consiguen ciertas concesiones. En una expresión, tienen espalda. La gente los respalda.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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