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La Polar: Los destructores de valor en acción


Cuando el otro día escribí que «los cuidados del sacristán van a matar al señor cura», refiriéndome al caso de La Polar, los comentaristas del blog –chilenos al fin– me llenaron de duras críticas. Pero, «eppur si muove», los cuidados del sacristán están matando al señor cura.

Se han metido en el asunto todos los «destructores de valor» tradicionales de nuestra sociedad, léase la izquierda política, con o sin la DC, que siempre se está dando vuelta la chaqueta, como lo hizo para llamar a los militares cuando, en 1973, todo el valor de nuestra sociedad estaba casi completamente destruido, y para, en 1990, condenarlos, cuando ese valor estuvo restablecido y la DC vio que «la estaban dando» para aliarse con los mismos destructores tradicionales de valor y hacerse del poder en el país reconstruido. Sólo para empezar a destruir una vez más, cosa que hicieron, si bien lentamente, a lo largo de veinte años (véase cómo evolucionaron a la baja los índices de crecimiento y de productividad).

Bueno, y llegó la hora de la prueba, el caso de La Polar. Una empresa en que se cometieron delitos y se ocultó información, pero una empresa valiosa. Una cuarta parte de ella les pertenece a los trabajadores chilenos (a través de las AFP), el resto a miles de pequeños accionistas. También hay tenedores de bonos emitidos por la empresa y bancos acreedores por más de trescientos millones de dólares. Y cuatro mil trabajadores que no tienen por qué perder sus empleos. En fin, al Estado también le interesa que las empresas tengan ganancias, creen empleos y paguen impuestos; es decir, que La Polar sobreviva y se recupere, lo cual es perfectamente posible.

Pero los «destructores de valor» se han dedicado a su tarea y están dedicados a demoler esa empresa. Obviamente, lo principal es hoy restablecer la salud de su cartera de deudores, porque casi la mitad del negocio de La Polar era el otorgamiento de créditos. Una buena cartera de deudores es casi la mitad de su negocio y su patrimonio. ¿Y a qué se han dedicado los políticos «destructores valor»? A decirles a los deudores de La Polar que no negocien, que no acepten normalizar sus créditos. Porque quieren liquidar a la empresa… para que después «pague Moya». Quieren formar una «Coordinadora de Deudores de La Polar» que le pida plata al gobierno. Es una demagogia tentadora, porque son deudores morosos a los cuales se les promete transformarse en acreedores, arte de birlibirloque en que son maestros numerosos abogados oportunistas.

¿Qué es lo que le interesa al país? Que las irregularidades de La Polar no liquiden la empresa, cosa que es perfectamente posible, porque, si se renegocia con los deudores, éstos siguen pagando, la cartera se reconstruye y el público vuelve a comprar a las tiendas, ella volverá a prosperar. Volverá a ser buen negocio, porque si bien las pérdidas de todo el trastorno producido van a bajar el valor de la acción, ésta seguirá teniéndolo y, si el negocio vuelve a marchar bien y sin irregularidades, su cotización se va a recuperar, se pagarán los bonos, los empleados no perderán sus trabajos, los bancos cobrarán sus créditos y las AFP van a recuperar el capital de los trabajadores chilenos invertido en acciones de La Polar.

Por supuesto, quienes hayan cometido delito deberán ser procesados y sancionados, pero eso no tiene por qué afectar a la empresa más de lo que ya la ha afectado. Los delitos los cometen las personas, no las sociedades anónimas ni menos la mayoría de un directorio al cual se habían incorporado personas capacitadas y respetables, que no sólo nada tuvieron que ver con las irregularidades, sino que las dieron a conocer.

El caso de La Polar se presta para el populismo político barato, lo cual es, lamentablemente, una tentación muy grande para el Presidente que tenemos. Pero, por una vez, él debe apartarse de él y confrontar a «los destructores de valor», evitando «razzias» policiales como la de incautarse de todos los computadores de los ejecutivos de la empresa, con lo cual lo único que se consigue es paralizarla. Castigar a los responsables es necesario, pero más importante es salvar la empresa.

Para adoptar esa posición constructiva se necesita coraje político. Aquí sólo deben perder los responsables de haber cometido delitos, pero no todos los accionistas, acreedores y empleados, como va a suceder si los Teillier, los Pizarro, los Harboe y los Girardi son dejados en libertad, como lo hemos visto en estos días, para practicar su menestar político preferido, que es el de destruir valor a costa del país.

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