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Los jóvenes y el momento actual

David Urrea
Por : David Urrea Presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Arturo Prat.
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Nos movilizamos asumiendo que educación equitativa va correlacionada con sociedad equitativa, por ello, no creemos que los sectores vulnerables logren beneficios sin que existan cambios estructurales. Es precisamente el maquillaje social lo que nos tiene en esta situación, aunque entendemos que décadas de neoliberalismo no se acabarán de la noche a la mañana, pero algún día se debe comenzar, por lo que la perspectiva de nuestra lucha es a mediano plazo. Así cobra sentido la frase “llegamos para quedarnos”.


La movilización estudiantil ha puesto en el centro el tema de los jóvenes. No es algo novedoso ya que siempre surgen discusiones de este tipo cuando la sociedad percibe que los jóvenes perturban el statu quo, tan entrañable para quienes dominan el país. De esta manera, ya sea con las barras bravas, manifestaciones estudiantiles o expresiones artísticas trasgresoras, la sociedad expresa preocupación a través de especialistas, autoridades y opinólogos que manifiestan puntos de vista generalmente reprobatorios, pero nunca se escucha a los protagonistas.

¿Qué significa ser joven en la actual sociedad chilena?

En primer lugar, no somos hijos de la dictadura ni de la Concertación, sino que fruto del neoliberalismo y nos constituimos en su producto contestatario por ser sus principales víctimas.

La sociedad neoliberal construida en las últimas décadas es excluyente, consumista, autoritaria, no solidaria, con doble estándar, sin afectos y abusiva. Al mismo tiempo, el conocimiento y la información instantánea, así como la velocidad y la automatización, se transformaron en factores de relevancia, diferenciándonos en gran medida de las generaciones anteriores. Pues bien, quienes nacimos en el periodo comprendido entre mediados de los ochenta y los noventa, recepcionamos dichos elementos rechazando lo negativo y asumimos la construcción de nuestro futuro, ya que quienes tienen el poder, no nos aseguran un mañana promisorio bajo las actuales condiciones.

[cita]Al reiterar que no somos hijos de la dictadura, señalamos concretamente que no tenemos ni los miedos, ni prejuicios u oscilaciones existenciales que atiborran la vida de los mayores. Nuestra conciencia social junto a nuestro pragmatismo, nos permiten concluir que sólo la nacionalización de los recursos naturales y una reforma tributaria permitirán la gratuidad en la enseñanza. Pero dichas medidas, junto a otras de igual envergadura, significan desafíos que la actual generación no quiere ni puede emprender, por ello los titubeos y avances por los flancos.[/cita]

Por ello, en el movimiento estudiantil nos hemos organizado bajo formas diferentes acudiendo al sentido común, a nuestras propias experiencias y a fórmulas que desarrollaron nuestros antecesores, desde los pueblos originarios hasta el antiguo movimiento obrero. Factor decisivo fue la “experiencia pingüina” del 2006, intento fallido pero que nos permitió advertir hasta dónde puede llegar la clase política en el poder para mantener sus privilegios.

En dicho sentido, nos movilizamos asumiendo que educación equitativa va correlacionada con sociedad equitativa, por ello, no creemos que los sectores vulnerables logren beneficios sin que existan cambios estructurales. Es precisamente el maquillaje social lo que nos tiene en esta situación, aunque entendemos que décadas de neoliberalismo no se acabarán de la noche a la mañana, pero algún día se debe comenzar, por lo que la perspectiva de nuestra lucha es a mediano plazo. Así cobra sentido la frase “llegamos para quedarnos”.

Por otro lado, creemos que no puede existir movimiento social sin fórmulas democráticas de funcionamiento. Los verticalismos autoritarios precisamente permiten el abuso que a diario se ve en el país, por ello desarrollamos constantes asambleas y consultas a las bases, respetamos sus decisiones y esa es nuestra gran fortaleza. En dicho plano nos diferenciamos de los adultos acostumbrados a la democracia delegativa, los jóvenes, irrenunciablemente, estamos por la democracia directa.

Por último, al reiterar que no somos hijos de la dictadura, señalamos concretamente que no tenemos ni los miedos, ni prejuicios u oscilaciones existenciales que atiborran la vida de los mayores. Nuestra conciencia social junto a nuestro pragmatismo, nos permiten concluir que sólo la nacionalización de los recursos naturales y una reforma tributaria permitirán la gratuidad en la enseñanza. Pero dichas medidas, junto a otras de igual envergadura, significan desafíos que la actual generación no quiere ni puede emprender, por ello los titubeos y avances por los flancos. Los jóvenes de hoy no entendemos dichas indecisiones y tenemos claro que deberemos superarlas, sólo así el país podrá avanzar beneficiando a sus habitantes sin distinciones.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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