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Chocolates de Anchoveta

Sergio Prenafeta Jenkin
Por : Sergio Prenafeta Jenkin Profesor de Biología y Química, periodista y fundador de la Asociación de Periodistas Científicos (ACHIPEC)
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Los tiempos que corren corresponden a un boom del omega, en un país con 4.300 kilómetros de costa lineal expuesta y sin tradición e interés alguno por consumir pescado, salvo, claro está, en Semana Santa.


No arrisque su nariz por lo que lee. La anchoveta (anchoveta), la sardina y el jurel son las tres especies más explotadas con el fin de transformar excelentes proteínas marinas en alimento para perros y gatos, para luego exportarlo a los Estados Unidos. En Arica e Iquique el hedor penetrante que desprenden sus industrias pesqueras se conoce como “olor a dólar”. Más al norte, el nuevo gobierno del Perú ha comenzado la producción de chocolates de anchoveta, similares a los de cacao pero con alto contenido proteico y de Omega 3. No tienen olor ni sabor a pescado, son similares a una barra tradicional de cacao y contienen otros productos como maca (planta herbácea nativa que “nutre, vigoriza, fertiliza y cura”); muña (planta aromática andina), maní, vitaminas y minerales destinados a complementar la dieta alimenticia.

El problema de la desnutrición crónica que pretende atacar Perú fue abordado en Chile hace 40 años, en 1972. Una de las propuestas era aprovechar el hidrolizado proteico de la abundante merluza para entregar una bebida coloreada similar a la leche de vaca, carente de cualquier olor o sabor de la materia prima original. Se realizaron diferentes pruebas de aceptación infantil del producto sin que se advirtiera rechazo alguno. Los periodistas fuimos invitados también a probar dicha bebida, sin saber la naturaleza de su contenido. La aprobación fue inmediata. Sin embargo, la fuerte pugna mediática que existía contra el gobierno de Allende hizo fracasar la iniciativa. Se adujo que la “leche de merluza” era un invento maléfico de la UP, se cometió la estupidez de tildar al producto de “leche comunista” y la inversión oficial fracasó estrepitosamente.

[cita]Los tiempos que corren corresponden a un boom del omega, en un país con 4.300 kilómetros de costa lineal expuesta y sin tradición e interés alguno por consumir pescado, salvo, claro está, en Semana Santa.[/cita]

Los tiempos que corren corresponden a un boom del omega, en un país con 4.300 kilómetros de costa lineal expuesta y sin tradición e interés alguno por consumir pescado, salvo, claro está, en Semana Santa. De nuevo, son la anchoveta, la merluza, el jurel y la sardina las especies que lideran la fuente más importante de estos ácidos grasos. Los peces de ríos y lagos (truchas, pejerreyes, salmones) también lo brindan, pero en menor cantidad. Nuestro organismo necesita tres tipos de tales ácidos omega (3, 6 y 9) los que también están presentes en la palta, aceitunas, aceites de oliva y canola.

Toda la información que aparece en los medios informativos sobre los ácidos omega resulta críptica. La entienden solo los expertos. Los omega 3 tienen un protagonismo especial en el mundo de la nutrición, como en su momento lo fueron los antioxidantes. Hoy no es posible hablar de una dieta balanceada sin mencionar a estas importantes grasas poliinsaturadas. Nuestro organismo no los produce pero los necesita para su óptimo funcionamiento: intervienen en la formación de las membranas celulares, de las neuronas y participan en las transmisiones químicas y en el correcto funcionamiento del sistema inmunológico.

El hecho que Chile haya derrotado la desnutrición no nos faculta para olvidarnos de una dieta balanceada. Hay que desearle éxito a los peruanos con su chocolate de anchoveta, advirtiéndoles que no banalicen dicho aporte como ocurrió aquí. Hay que aprender de los traspiés de la historia y de la estulticia de muchos de sus conductores.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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