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Fraga, Piñera y la derecha parroquial chilensis

Gonzalo Bustamante
Por : Gonzalo Bustamante Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
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El Presidente está frente a una oportunidad histórica de dar un giro en el modelo de derecha. Apoyando el cambio del binominal, la reforma tributaria, distanciándose de esa derecha temerosa al cambio que busca modernidad económica pero rechaza sus transformaciones socio-culturales. La misma derecha que alguna vez trató de destruir al propio Piñera.


Ha muerto Manuel Fraga, una de las figuras emblemáticas de la derecha española y uno de los políticos más relevantes de la historia moderna ibérica. Lo interesante, en momentos que la derecha se divide entorno a  “régimen militar”-“dictadura”, modificación al binominal y reforma tributaria, es la comparación de la figura de Fraga y su significado, con nuestra derecha.

Al igual que la derecha chilena respecto de Pinochet, la española sintió una fuerte admiración por la figura de Franco. Fraga, que nunca renegó de ella, entendió que la España del último tercio del siglo XX necesitaba de una fuerza, si bien conservadora,  a la vez pragmática y que supiera convivir con corrientes más liberales. Es así como fue uno de los principales promotores del alejamiento del franquismo y protector de figuras como el liberal Ruiz-Gallardón.  Separó sus creencias personales de la política, oponiéndose a que su partido fuera una caja de resonancia de la Iglesia Católica. Fraga transformo su conservadurismo en un garante de modernización, tanto de su sector político como del país.

[cita]La dirigencia política de la derecha es básicamente parroquial. Quienes buscaron salirse de él, como Allamand, sufrieron las consecuencias. Los actuales liderazgos partidarios (si se les puede llamar así) son un buen ejemplo de lo mismo. Evitando las comparaciones odiosas, como las intelectuales y culturales (Fraga no en vano se ganó la admiración de enemigos de la talla de Peces-Barba, el jurista y académico del PSOE cercano a Habermas) la clave está en el modelo de país y la tradición dentro de la cual se le busca insertar.[/cita]

Las grandes figuras políticas de la derecha chilena, Guzmán y Jarpa, carecieron de esa comprensión y visión. El primero nunca abandonó su papel de ideólogo de la dictadura militar. Supo construir una fuerza política relevante, la cual nace para defender la obra de Pinochet y proyectarla. No será hasta el asesinato del propio Guzmán y sobretodo el impacto del exitismo lavinista, que la UDI no adoptará  una mayor flexibilidad ideológica.

Jarpa, si bien encabezó un período de mayor apertura que lo llevó a un fuerte enfrentamiento con el gremialismo y jugó un papel, al decir del propio Aylwin, crucial en la transición, optó en el plano interno de su sector por torpedear y tratar de destruir a figuras reformistas como Allamand y el propio presidente Piñera. Su círculo más cercano, fuertemente pinochetista, no permitió que fuese un factor de promoción de esa nueva derecha.

Allamand, sin la venia de líderes históricos como Jarpa y la oposición de un reaccionario gremialismo, no pudo hacer con la derecha lo que hizo Fraga en España. Ese era un papel que correspondía a dirigentes como Guzmán o Jarpa, los cuales no quisieron y no estuvieron a la altura. ¿Qué explica esto?

La dirigencia política de la derecha es básicamente parroquial. Quienes buscaron salirse de él, como Allamand, sufrieron las consecuencias. Los actuales liderazgos partidarios (si se les puede llamar así) son un buen ejemplo de lo mismo. Evitando las comparaciones odiosas, como las intelectuales y culturales (Fraga no en vano se ganó la admiración de enemigos de la talla de Peces-Barba, el jurista y académico del PSOE cercano a Habermas) la clave está en el modelo de país y la tradición dentro de la cual se le busca insertar.  El líder gallego sabía que el lugar de España tenía que ser dentro de las sociedades desarrolladas de Europa, no había otra opción. Eso implicaba aceptar las necesarias modernizaciones que se tenían que producir en ese proceso. La economía social de mercado, con acento social, los cambios de costumbres y valores que se generan como consecuencias del desarrollo, no debían ser impedidos sino que a la inversa impulsados.

Por el contrario, la derecha chilensis, transita entre  un gusto por el mercado y un rechazo a los cambios sociales que produce. Buscan mantener, de alguna forma, un anclaje en un Chile hispánico tradicional. En eso han mirado como modelo el actual conservadurismo americano, donde la Biblia, los cowboys y Wall-Street, conviven. Es un proyecto parroquial que ha sido exitoso, al menos en el pasado.

A su estilo y manera, Larraín y Coloma, son más cercanos a un Bush Jr. que a un Fraga.

La pugna actual es más un reflejo de una nueva dirigencia que trata, una vez más, de hacer aquello que no logró la llamada “patrulla juvenil”: abandonar el parroquialismo. La división entre “conservadores” y “liberales” no logra captar esa diferencia. Hay conservadores en ambos lados pero lo son de distinto tipo. Un buen ejemplo es el presidente Piñera: es un conservador pero distinto al presidente de su partido.

El Presidente está frente a una oportunidad histórica de dar un giro en el modelo de derecha. Apoyando el  cambio del binominal,  la reforma tributaria, distanciándose  de esa derecha temerosa al cambio que busca modernidad económica pero rechaza sus transformaciones socio-culturales. La misma derecha que alguna vez trató de destruir al propio Piñera. Si demuestra liderazgo y encabeza el proceso, no sólo dejará como legado una nueva derecha sino que además  un país más moderno. Habrá ganado un puesto en la historia como el que hoy se le reconoce al desaparecido Fraga.

Habrá que ver, si está a la altura, como lo estuvo el gallego.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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