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Desde la Patagonia se alza la voz de la desesperanza

Patricio Segura
Por : Patricio Segura Periodista. Presidente de la Corporación para el Desarrollo de Aysén.
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José Ascencio, en la Catedral de Coyhaique, inició el miércoles 11 de julio la drástica medida para llamar la atención sobre la Ley de Pesca que hoy se tramita en el Congreso y que, al igual que miles de sus colegas, cree que de aprobarse hará desaparecer su cultura y su sustento. Su lucha es la de miles. Decenas de miles que en múltiples caletas y puertos a lo largo de Chile se resisten a la aprobación de la que se conoce hoy como la Ley Longueira, proyecto en tramitación en el Congreso Nacional. Discusión legislativa que avanza con la premura que imprimen los plazos: el 31 de diciembre de 2012 dejará de regir la actual Ley de Pesca y el gobierno está empeñado en sacar adelante la nueva normativa a cómo dé lugar.
Y aunque es la de muchos de sus colegas, la batalla de este pescador artesanal, que se trasladó de Puerto Gaviota a Coyhaique, tiene un sentido especial. Cubierto de una épica difícil de ver en estos días de individualismo y pragmatismo.

El miércoles 11 de julio, José Ascencio Díaz inició una de la más drástica de las medidas: la huelga de hambre. En el frontis de la Catedral de la capital aysenina. Ya van cinco días, y así como sus compañeros debieron dejar las faenas para protestar y levantar barricadas, él tuvo que recorrer cientos de kilómetros para instalarse en una ciudad sin mar. Y así llamar la atención de Chile.
Será éste un invierno difícil. Lo dice el termómetro, que en varias jornadas ya ha marcado bajo cero en esta Patagonia. Hoy es uno de esos días. Éstas son sus razones.

El motivo
“La Ley de Pesca artesanal y todos los problemas que subsisten en estos momentos a raíz de la Mesa Longueira, donde el gobierno no quiere dar su brazo a torcer. Quieren entregarle la pesca a las 7 familias que tienen el monopolio de todos los recursos pesqueros de este país”.

La unión hace la fuerza
“Lo único que le pido a mis compañeros es que traten de unirse para poder parar esto. Esto se legisla el día martes y si no hay un parelé en este aspecto, simplemente de aquí a tres años más dejaremos de existir como pescadores históricos y con nuestra cultura de la pesca artesanal”.

Está mala la pesca
“Así como está la situación de la pesca artesanal, por las pocas empresas que hay para comprar, mucha gente en estos momentos no depende ni de una embarcación o tienen mil trescientos kilos en el año, lo que no les alcanza para subsistir —si van a sacar, ponle, en dos meses su pescado— por el precio alto de combustible, la carnada.  Y si tienen un trabajo seguro, eso ya queda a criterio de ellos.  Ya no es problema de la pesca artesanal. Ahora, si no quieren volver más a la mar, es problema de ellos, porque para volver hay que invertir en un bote, en un motor y artes pesqueros, y eso cuesta mucho dinero”.

Un largo recorrido personal
“Yo nací en Calera, pero me crié en Puerto Montt. Yo empecé a pescar en la zona de la cordillera, con los pescadores de Valparaíso, de Caleta Portales y El Membrillo. Ellos fueron mis profesores. Después me vine a Las Gauitecas, en el año 83. Incluso vine a conocer Aysén cuando era una sola calle. Después fui a Puerto Montt y volví a Casa de Piedra, que queda como a 20 minutos de navegación más arriba de Puerto Gala. Ahí se puso maña la situación de la pesca, con meses en que no pudimos trabajar. Tuvimos que empezar a emigrar ya sea para Los Quincheles, Ballena, Canal Pihuel, para el lado debajo de Calqueman, Machelan, hasta que llegamos a Puerto Gaviota y ahí me radiqué.

La situación de principio fue buena. Aquí tengo varios compañeros que trabajaron con nosotros, vivieron allá. Después desistieron, cuando se puso caótica la cosa de la pesca en la merluza.
Los que quedamos fuimos los que dijimos ‘somos los más valientes’.  Creo que fue un error. Teníamos que haber emigrado a otras caletas mejor consensuadas en cuanto a faenas, y donde había otra disposición, donde se podía hacer un trabajo más en conjunto. De ahí se puso negra la cosa. En estos momentos está peor. Yo estuve en Puerto Gaviota hace pocos días. Me dio lástima ver a mis compañeros que salían a trabajar dos o tres días para poder recuperar su material. No lo encontraron más porque el material que el mar tira a la costa de pierde.

En el fondo, si tu sales a trabajar con 40 espineles, con un costo de casi 500 mil pesos y los pierdes ya no tienes la opción de volver invertir… ¿con qué dinero? Porque así como está la pesca artesanal no hay ninguna opción de volver a trabajar. Es decir, el pescador queda de brazos cruzados”.

¿Y la familia?
“Yo soy separado hace muchos años, ellos están por el norte. En mi familia están todos bien, saben lo que estoy haciendo. De principio se pusieron un poco sentimentales y luego ya entendieron que era por una razón justa. Yo les dije bien claro que yo estoy haciendo esto por mí, por todos mis compañeros y por la gente de mi país que vive de esto, porque ésta es una profesión”.

La pared sobre la que descansa José está plagada de carteles. Son sus otros mensajes. “Yo soy provero. La Ley de Pesca me elimina de mi trabajo histórico. ¡Longueira!”. “Atención Chile, hoy es el día que pescadores, buzos algueros luchen por su fuente de trabajo”. “¡Fuerza pescadores!”.

Son los gritos de desesperanza. Que nacen de la Patagonia.

Escuche la entrevista aquí: http://ow.ly/chfvn

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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