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Gasto suramericano en Defensa

José Goñi
Por : José Goñi Ex ministro de Defensa y ex embajador.
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Aún persisten demasiadas suspicacias y distancias producto de diferencias en materias limítrofes entre algunos países. Esto generó la fundamentación para que haya existido un cierto secretismo en este tipo de información, fundamentado en los intereses nacionales.


Hace unas semanas se dio a conocer en Quito el Registro Suramericano de Gasto de Defensa (en su Avance Preliminar), elaborado por el Centro de Estudios Estratégicos de la Defensa (CEED), organismo con sede en Buenos Aires y creado en el marco del Consejo de Defensa Sudamericano (CDS) de UNASUR.

Este hecho es aún muy desconocido, a pesar de que es uno de los logros más importantes en el proceso de integración en la región. Sabemos que es en América Latina donde más se ha escrito y hablado de integración y es la región en la que menos se ha avanzado.

El Registro de Gasto de Defensa es un resultado del Plan de Acción 2009-2010 adoptado en la constitución del CDS, en marzo 2009 en Santiago, en la línea de incorporar transparencia en este tipo de información. Recordemos que el CDS (que funciona a nivel de Ministros de Defensa Nacional) se creó en plena crisis generada por el bombardeo de la base de la FARC en territorio ecuatoriano y que tensionó las relaciones entre Colombia, Ecuador y Venezuela. Solo un fuerte liderazgo político de algunos presidentes, una inteligente y propositiva diplomacia, la comprensión de los importantes intereses comunes involucrados y una fuerte convicción integracionista, permitió este logro en el área más sensible de nuestras relaciones externas.

En mayo de 2010 el CDS acordó crear el grupo de trabajo que ha avanzado en los aspectos técnicos y en el diseño del sistema de “medición de los Gastos de Defensa en nuestros países sobre una base común y de aceptación general”. Este trabajo tenía un importante y muy útil antecedente en la metodología sobre gasto en defensa que CEPAL había elaborado, a petición de Argentina y Chile, cuyo informe se conoció en 2005.

[cita]Aún persisten demasiadas suspicacias y distancias producto de diferencias en materias limítrofes entre algunos países. Esto generó la fundamentación para que haya existido un cierto secretismo en este tipo de información, fundamentado en los intereses nacionales.[/cita]

En el marco del CDS se ha hecho un interesante y productivo trabajo de consensuar definiciones y generar una metodología, para arribar a algunos resultados preliminares de alto interés para la región. Es así como se ha acordado que se entiende por gastos en defensa a “todos los recursos asignados por el Estado, así como también la asistencia externa (monetaria y no monetaria), destinada al financiamiento de las actividades que comprenden la seguridad exterior de la Nación. Esto incluye el gasto de los Ministerios de Defensa, sus organismos dependientes, las FFAA y toda otra agencia del sector público cuya función prioritaria sea la Defensa del país frente a desafíos externos”. Las cifras que se consideran son las que reflejan el gasto efectivo final de los gobiernos y no los establecidos en los presupuestos o en otras fuentes.

Los años considerados en este primer informe son 2006 a 2010.

Estas estadísticas muestran un gasto total en Suramérica, en los 5 años considerados, de US$ 126 mil millones, correspondiendo casi el 44% al gasto de Brasil, un 17% a Colombia; 10,7% a Venezuela, 9% a Chile; 8,3% a Argentina; 4,5% a Ecuador y 4% a Perú. Los demás países figuran con un gasto en defensa equivalentes a 1 o menos % del total subregional.

A nivel global, el gasto se ha mantenido del orden del 0.91% del PIB, como promedio en los años considerados, con alteraciones que van de un 0.86% en 2007 y el 0.95% en 2009. Como porcentaje del PIB nacional, los que lideran estas estadísticas son Ecuador (2,74%); Colombia (1,89%); Surinam (1,49%); Bolivia (1,47%); Chile (1,40%); y Uruguay (1,06%). Perú destina 0.89% de su PIB, mientras Brasil 0,77% y Argentina 0,74%. En cuanto al gasto fiscal de la región sudamericana, el promedio para los 5 años es de 4.14%; mientras el gasto en defensa por habitantes ha sido de US$ 67,4, alcanzando su peak el año 2010 con US$ 86,86 promedio regional anual.

Otro dato interesante que emerge de este primer estudio subregional es el “Objeto del Gasto”. Al respecto, para igual período, casi un 59% se ha destinado a Personal; un 23.5% a Operaciones; un 17,3% a Inversiones y un 0,5% a Investigaciones. En el ítem “Inversiones”, un 45,2% se destina a Sistemas de Armas; un 12,3% a Infraestructura y 42,5% a Otro Equipamiento. Desde la perspectiva del aporte tecnológico de la industria de la defensa a la economía nacional y subregional, debiera preocuparnos lo poco que se invierte en “Investigación”, la que constituye una posible área de cooperación futura, donde se debiera integrar a las universidades de la región. Recordemos que cuando se habla de investigación científica y tecnológica en las instituciones armadas, no se refiere sólo a temas de armamentos sino que a muchas áreas del saber.

Sin duda que este primer esfuerzo es extraordinariamente importante. Aún cuando se pudiera pensar que hay insuficiencias de los datos usados y que se la requiere desagregada (lo que debiera conocerse pronto), el sólo hecho que se haya iniciado este proceso es un salto cualitativo en el acceso a este tipo de información y que será la base para avanzar sustantivamente en la creación de confianzas entre los países de la región sudamericana.

Aún persisten demasiadas suspicacias y distancias producto de diferencias en materias limítrofes entre algunos países. Esto generó la fundamentación para que haya existido un cierto secretismo en este tipo de información, fundamentado en los intereses nacionales. En efecto, la desconfianza y falta de espacios de acercamiento en materias de la defensa nacional han sido la tónica por mucho tiempo. Son conocidos los esfuerzos para crear esos espacios en el marco del TIAR, en Programas de Asistencia Militar; de los encuentros de Comandantes en Jefe de los Ejércitos, de Estados Mayores y de otras ramas y, más recientemente, de las reuniones regulares de Ministros de Defensa de las Américas. Todos estos escenarios han levantado suspicacias y críticas, fundadas o no, de algunos gobiernos de la región. En general, han sido consecuencias de la Guerra Fría. Lo cierto, es que no se han constituido en los espacios que faciliten la relación entre los gobiernos y sus FFAA en el ámbito regional. El CDS es el primer instrumento, de iniciativa de los países de la región, que está logrando constituirse en el escenario adecuado para tratar estas materias.

Por esto, el surgimiento del CDS ha sido un salto adelante de carácter histórico. Cuando los Presidentes de UNASUR tomaron la decisión, en 2008, bajo la Presidencia pro témpore de Michelle Bachelet, estaban apuntando al corazón mismo de las reticencias en los procesos de integración. ¿Cómo podremos avanzar en la integración económica y comercial si hay dudas fundamentales en temas de los proyectos y de las proyecciones nacionales? ¿Cómo se va a progresar en integrarnos en materias energéticas y de infraestructura, si esos mismos sistemas integrados se pueden transformar en mecanismos estratégicos para darle curso a las eventuales desavenencias y conflictos con sus vecinos?

En esto radica la enorme relevancia de este trabajo en el marco de UNASUR.

Asimismo, sin duda que es un sólo un comienzo.

Se trata de cifras que podrán ser precisadas, corregidas y/o complementadas en un futuro. Pero es un excelente inicio de algo mayor: un paso fundamental en la creación de las confianzas mutuas en el área más compleja y sensible. No deja de ser llamativo que sea, justamente, en esta área donde se esté avanzando más. La creación de confianzas en base a un mayor conocimiento mutuo en el ámbito de la defensa, debería tener como objetivo reducir el gasto global y nacional destinado a este rubro.

Seguir avanzando en esta integración y medidas de transparencia y sinceramiento de la información en gasto en defensa es el único camino correcto que facilitará la integración real entre nuestras naciones y nuestros pueblos. Lograrlo demanda de una fuerte convicción de la necesidad y beneficios estratégicos que reporta una región de paz y estabilidad, con democracias sólidas y concentradas en su desarrollo económico y social, en un marco de buenas relaciones vecinales. ¿Existe esa convicción en la alianza que gobierna al país? ¿Cuántos son los esfuerzos que se están dedicando a estos procesos? ¿No sigue predominando una mirada ideológica —y transitoria— de la integración? ¿Acaso aún se sigue pensando que Chile debe “alejarse” de América Latina, lo que nos lleva sólo a un aislacionismo en la región?

En el ámbito propio de su responsabilidad: ¿Está el Ministerio de Defensa priorizando estas tareas? El Consejo de Defensa Suramericano nos entrega una oportunidad extraordinaria  e inédita. Así como a Chile le correspondió asumir un liderazgo en su origen y constitución, esperemos que las actuales autoridades no abandonen estos espacios. Al contrario, pedimos que los amplíen y profundicen aún más.

Sólo en la medida que consolidemos estos logros en este ámbito, y se progrese en medidas de fomento de las confianzas y de integración entre nuestros sistemas de seguridad externa (el mejor ejemplo vigente es la “Fuerza de Paz Cruz del Sur”, que hemos constituido con Argentina, o el trabajo en el marco de MINUSTAH, la Fuerza de Paz en Haití), lograremos avanzar en los otros terrenos de la vida económica, política y social.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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