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Reinstaurar y reformular la educación cívica en el currículum

Freddy Sanchez
Por : Freddy Sanchez Licenciado en Historia, Universidad de Chile
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Es imperativa la reflexión de los docentes respecto de la escuela. No puede caer el peso de la enseñanza de la educación cívica solo en el área de Historia y Ciencias Sociales. Debe ser un porcentaje importante de docentes los que deben convencerse como “intelectuales transformativos” de la necesidad del establecimiento y reforzamiento de la enseñanza de la vida cívica, ciudadana y participativa.


Hace tiempo se viene discutiendo la conveniencia de restablecer el subsector de educación cívica debido, en primer lugar, a la transición (¿generacional?) que establece un cambio desde la apatía política juvenil, propia de los años 90’s, al creciente interés de participar en movimientos sociales potentes como los impulsados por estudiantes en 2006 y2011. La patente abstención electoral en las últimas elecciones municipales de octubre de 2012 no ha hecho sino acentuar y multiplicar las voces que piden revisar la educación en ciudadanía y participación.

Sin duda alguna, la preocupación del currículum oficial por el gran área de Historia y Ciencias Sociales ha buscado ser atomizada drásticamente. Por un lado, en plenos gobiernos de la Concertación se hizo desaparecer el subsector de educación cívica, ubicándolo como unidad dentro del propio subsector de Historia, geografía y ciencias sociales, tanto en sexto año básico como en primer año medio, quitándole potencia por falta de sustancia cívica, tiempo para desarrollarla y por su esporádica aparición en los distintos niveles. *

Pero incluso la misma enseñanza de la disciplina histórica ha sido amenazada, primero a través de propuestas que buscaban disminuir su número de horas semanales y después por la intervención conceptual que quería realizarse en los libros que se entregan a estudiantes respecto de hechos trascendentes del devenir histórico chileno como fue calificar “gobierno militar” en vez de “dictadura” al período de apogeo de Pinochet.

Estamos en un punto de inflexión respecto de la participación ciudadana. Por un lado subcutáneamente se teje un importante entramado social y ciudadano que se manifiesta (alguna de las veces violentamente) fracturando las fronteras de la inercia legal y a-histórica, produciendo por sí mismo espacios que no tienen correlato con la pétrea institucionalidad y por otro se palpa el desprecio por la misma a través de las (vilipendiadas) encuestas que demuestran el encono ciudadano y por último y de manera fáctica a través de la gran abstención en las últimas elecciones municipales.

Por todo lo anterior, el reflotar la idea de integrar al currículum oficial un espacio permanente y propio que prepare a la formación ciudadana, no es descabellada. El punto es que no se puede volver a ese “ramo” que se “pasaba” en tercero medio y que solo entregaba herramientas conceptuales leguleyas respecto de principios constitucionales sin ninguna carga experiencial. Me sumo al clamor de integrar un nuevo subsector, pero con una relación dialógica conceptual-práctica potente.

Al respecto, algunas propuestas:

-Permitir la elección y fortalecimiento de centros de alumnos(estudiantes) y centros de padres y apoderados. Libres de presiones de estamentos fácticos dentro (sostenedores, directores) o fuera de la escuela (provinciales de educación).

-Democratizar la escuela: Los PEI’s deben apuntar a permitir el espacio de deliberación y la toma de decisiones autónomas de estudiantes y docentes que tengan injerencia en los proyectos mismos. Autonomía y participación de CCAA, espacios de decisión en los propios cursos y por supuesto entre docentes durante los consejos son misiones obligadas. No se puede hablar de enseñar educación cívica sin que los proyectos educativos abran esos espacios. La deliberación debe ser un derecho y sus decisiones deben transformarse en opciones a tomar en consideración de manera seria y regulada, más no caprichosa.

-Propender a la generación de proyectos. Se debe enseñar y motivar la generación de proyectos de acción cívica dentro de la escuela y fuera de ella. Se deben buscar fondos concursables municipales, estatales y de las propias escuelas, a fin de entender que la democracia es participativa siempre y no delegativa en las autoridades. El currículo oficial debe tender de manera explícita, (sin lesionar el escaso tiempo de profesores, apoderados y alumnos) a vincular la escuela con su comunidad. Debemos propender y empujar la idea de “escuela abierta”.

-Deben reformularse y fiscalizarse la correcta ejecución de los consejos escolares. Deben permitir la deliberación y decisión de los distintos estamentos con mayor poder resolutivo.

Es imperativa la reflexión de los docentes respecto de la escuela. No puede caer el peso de la enseñanza de la educación cívica solo en el área de Historia y Ciencias Sociales. Debe ser un porcentaje importante de  docentes los que deben convencerse como “intelectuales transformativos” de la necesidad del establecimiento y reforzamiento de la enseñanza de la vida cívica, ciudadana y participativa.

* Para profundizar en los debates para la confección del currículum oficial en Chile en los años noventa: Madgenzo, Abraham (2007) “Dilemas del Currículum y la Pedagogía”, Santiago, Lom.

(*) Texto Publicado en El Quinto Poder.cl

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