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¡Qué Agradable es Ser Presidente!

Y el que no lo crea, que mañana lo vea sonriente en la primera plana de los diarios, con traje y gorro de piel, sosteniendo heroicamente la bandera en el Círculo Polar Antártico. ¡Y hay quienes pretenden mezclarlo en la lucha contra el crimen en Lo Hermida o el terrorismo en la Araucanía! ¡Qué gente!


Nunca me ha extrañado que haya tantas personas con ganas de ser Presidente, porque puede ser una ocupación muy agradable. En ella uno viaja mucho, está siempre en el centro de la foto, lo tratan a cuerpo de rey, todos se ríen de sus chistes, por repetidos que sean, y no faltan quienes sostienen que el poder es un afrodisíaco mejor que casi todos los demás.

La Presidencia sólo podría volverse desagradable si la gente empezara a pedirle al titular que solucione problemas y ejerza su autoridad. Pero se supone que sólo un opositor recalcitrante del Presidente podría pretender eso. Por ejemplo, en este momento Sebastián Piñera lo está «pasando bomba» en el Círculo Polar Antártico. Yo estuve ahí hace como cuarenta años y me reí mucho, sobre todo después de tomar whisky con hielo antártico («hasta que el hielo flote», les decía cuando me llenaban el vaso, según fórmula que me había enseñado un almirante). Ahora él se vistió de pieles y plantó una bandera chilena ante las cámaras. Millares de telespectadores lo admiraron. ¿Qué más puede pedir?

Y cuando uno es Presidente siempre tiene la palabra, lo cual es también muy agradable. ¡Con lo que le cuesta al simple mortal conseguirla en cualquier almuerzo! Los demás no oyen, interrumpen, se ríen y hasta le faltan el respeto. En cambio, nadie se atreve a hacerle eso al Presidente. Y éste puede convocar a una cadena nacional. Bueno, ahí tiene a millones oyéndolo sin poder replicar, aunque repita lugares comunes trillados. ¡No hay nada más agradable que una audiencia masiva y cautiva!

Pero, claro, no faltan personas que quieren hacerle las cosas desagradables. Una carta de la señora de un agricultor de la Araucanía, que se radicó allá hace veinte años, dice que hoy viven bajo el terror, en un estado de guerra, pues no hay día en que no se registre algún atentado, quema, toma, robo de cosechas, rotura de cercos para entrar animales a pastar en potrero ajeno, destrucción e incendio de maquinaria. Y, sobre todo, amenazas. Dice que los delincuentes y terroristas son pocos, pero nadie los persigue ni apresa. Su carta-pedido de auxilio sólo circula en las redes sociales, porque casi toda la prensa está de acuerdo en no provocarle molestias al Presidente. ¿Qué pretende esa gente alarmista del sur? ¿Que los carabineros actúen contra los terroristas? ¿Y si, cuando éstos les disparan, aquéllos responden y cae un extremista herido? ¿No sabe lo desagradable que eso puede ser para el Presidente? ¿Que no ha visto lo incómodo que está el gobierno por el caso Catrileo, que cayó muerto en una toma cuando un carabinero respondió el fuego?

Pero «La Segunda» de ayer faltó a la norma de no molestar al Presidente y publicó una carta de Carmen Gloria Orellana, a cuya hermana le robaron su camioneta. En la fiscalía la trataron con prepotencia y no hicieron nada. Ella, entonces, hizo la labor del fiscal e investigó, porque si no nadie lo iba a hacer. Y averiguó que su vehículo podía estar en Lo Hermida. Fue allá y se encontró con numerosos autos de lujo «modificados», e incluso reconoció su camioneta. Entonces fue a Carabineros para recuperarla,  pero le dijeron que «nada podían hacer contra esas bandas»: «otra vez el portazo en la cara», concluyó Carmen Gloria.

¿Y qué quería? ¿Incomodar al gobierno? ¿Que no entiende que si Carabineros actúa contra «esas bandas» puede haber muertos o heridos en Lo Hermida y los comunistas le gritarían «asesino» al Presidente? ¿Que no comprende lo terrible que sería eso para lo que él más valoriza, su propia imagen?

Hay gente que insiste en hacerle la vida desagradable al Presidente. Por suerte no han podido conseguirlo, porque él lo sigue «pasando bomba.» Y el que no lo crea, que mañana lo vea sonriente en la primera plana de los diarios, con traje y gorro de piel, sosteniendo heroicamente la bandera en el Círculo Polar Antártico. ¡Y hay quienes pretenden mezclarlo en la lucha contra el crimen en Lo Hermida o el terrorismo en la Araucanía! ¡Qué gente!

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