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El agua y la debilidad de la ingeniería estatal


A raíz de los cortes del agua potable en la ciudad de Santiago, la gente se pregunta si ya no hay en Chile personas capaces de prever el corte de un vital servicio público, evitarlo y solucionarlo para que no se vuelva a repetir. Igualmente grave es que el Ministerio de Salud no tuviera la capacidad de revisar la planta de cerdos de Freirina y corregir su diseño con un simple cálculo aritmético de la calidad y número de digestores que habrían permitido un funcionamiento sin olores.

Hasta 1970 el Estado chileno tenía una capacidad propia de ingeniería que le permitía hacer proyectos y diseñarlos hasta el detalle. A veces contratistas privados los realizaban pero tampoco era pecado que proyectos complejos y con riesgo en su diseño los realizara el propio Estado. La gran obra de captación de agua subterránea bajo el río Aconcagua, que surte parte del agua potable a Valparaíso, se hizo en esa forma.

La capacidad de ingeniería radicaba principalmente en el MOP, que tenía divisiones especializadas en obras sanitarias, ferrocarriles, puentes, vialidad y obras civiles en general. Pero además el Estado tenía a CORFO y tenía empresas estatales con grandes departamentos de ingeniería, como Endesa, en energía, Enap en petroquímica, CAP en siderurgia y Emco, en lo que llamábamos informática.

[cita]Cuando ocurrió el terremoto de 1960 y se produjo el aluvión que embalsó el rio Riñihue amenazando con inundar la ciudad de Valdivia, fue el propio Estado con sus ingenieros, encabezados por Raúl Sáez, los que diseñaron la solución y la realizaron. Actualmente todo eso se ha achicado a límites increíbles. El Estado no tiene capacidad propia ni siquiera para enfrentar una emergencia, como la sucedida en el agua Potable de Santiago.[/cita]

Cuando ocurrió el terremoto de 1960 y se produjo el aluvión que embalsó el rio Riñihue amenazando con inundar la ciudad de Valdivia, fue el propio Estado con sus ingenieros, encabezados por Raúl Sáez, los que diseñaron la solución y la realizaron.
Actualmente todo eso se ha achicado a límites increíbles. El Estado no tiene capacidad propia ni siquiera para enfrentar una emergencia, como la sucedida en el agua Potable de Santiago.

Un diagnóstico rápido por expertos habría descubierto que el abandonado canal que comunica el embalse del Yeso, con la planta de la Vizcachas y que está abandonado, habría llevado agua limpia desde El Yeso, sin tener que disponer de las embarradas aguas del río Maipo. Tal vez habría que repararlo antes que se produzca el próximo aluvión.

¿Pero quién puede hacer ese diagnóstico, diseñar una solución y llevarla a cabo?

¿Quién tiene autoridad para enfrentar a EMOS y decirle que haga la obra con urgencia?

Este caso ilustra la realidad de lo que es la de Superintendencia de Servicios Sanitarios, SISS. Si uno analiza su organigrama, en ninguna parte figura un Departamento de Ingeniería. Hay ingenieros pero cada uno tiene un área administrativa a cargo llámese “normas de fiscalización”, “concesiones”, “estudios” ,“medio ambiente y “tarifas”, de acuerdo a sus funciones legales.

¿Habrá alguien capaz de revisar un proyecto, criticarlo, proponer otro mejor y finalmente diseñarlo hasta el detalle que permita construirlo? Es dudoso. ¿Y qué funcionarios serán capaces de proponer la empresa modelo que servirá para fijar las tarifas en los próximos cinco años? Seguramente habrá que contratar una empresa externa, que podría ser capturada por la gran empresa concesionaria.

No se trata de una Superintendencia pequeña y con solo un puñado de funcionarios: Lejos de eso, tiene 33 funcionarios de planta (10 son ingenieros) 164 funcionarios a contrata y 12 a honorarios. Lo que pasa es que entre sus funciones no está revisar, mejorar o decidir proyectos que puedan mejorar el servicio o prever emergencias. El Estado ha delegado esas funciones y no se sabe bien en quien las delegó.

Esta situación de la carencia de ingeniería afecta a diversas áreas que impactan directamente a la población. Los errores en el diseño de viviendas sociales que se arrastran por varios gobiernos, la espera de años para eliminar la llamada Rotonda Perez Zujovic, obra compleja y que cada vez se hace más crítica, con el proyecto del túnel bajo la Costanera Andrés Bello que tendrá que comunicarse con los enormes edificios en su costado Sur y con la nueva Costanera Sur que termina precisamente en esa zona.

Se hace urgente reparar esta carencia. Así como en Chile existe una Contraloría General que revisa la legalidad de los decretos supremos, así debe haber un sistema estatal de ingeniería que controle la calidad de los proyectos y asegure, por encima de toda otra consideración, la calidad de la vida de los afectados. Al mismo tiempo debe mantener la capacidad de decidir obras de emergencia que impidan accidentes y prevea la ocurrencia de catástrofes por errores manifiestos en los proyectos.

Sería aparentemente muy fácil dotar a Corfo de sus antiguas facultades, que en gran parte se han conservado. Pero el Chile de hoy no acepta soluciones centralistas. Las regiones reclaman autonomía y capacidad propia de ingeniería. Por eso el sistema de ingeniería estatal debiera implementarse creando capacidad de ingeniería multidisciplinaria a nivel de los Gobiernos Regionales que deberán integrar una red nacional que les permita cooperar entre ellas y reforzarse mutuamente.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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