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Chile: el peso de la cuna Opinión

Chile: el peso de la cuna

Andrés Hernando
Por : Andrés Hernando Doctor en Economía en Harvard, Director de Estudios de Horizontal.
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Si la historia que normalmente escuchamos en Chile —que la educación es el principal camino para el ascenso social— es cierta, entonces las noticias no son buenas: ese camino es bastante más dificultoso de lo que parece. Avanzar en la escala social usando únicamente la educación como herramienta es posible, pero no muy probable. Si usted no pensó en Chile como el país que elegiría para nacer, es probable que ya supiera o sospechara esto.


Imagine que le dan a elegir el país en el que quiere nacer, pero sin darle opción de escoger la familia, la condición económica, ni el lugar geográfico donde comenzar su vida. Antes de elegir probablemente usted valoraría saber en qué país la circunstancia del nacimiento es menos decisiva para sus condiciones de vida futura.

Si comparamos el resultado educacional —que es una variable normalmente considerada clave para la superación de las condiciones de origen— y lo resumimos en la probabilidad que tiene un niño que pertenece al 20 % más pobre de la población de alcanzar puntajes destacados en una prueba como PISA, quienes eligieran países como Canadá o Finlandia para nacer habrían tomado la mejor decisión.

En Chile, de cada 100 niños que a los 15 años viven en un hogar en el 20 % más pobre (medido como riqueza en varios bienes durables), menos de nueve consiguen un resultado en el 20 % superior nacional en la prueba PISA de matemáticas, mientras que, de cada 100 estudiantes que pertenecen al 20 % de hogares más rico, más de 42 consiguen este logro.

[cita]Nuestros resultados reflejan las diferencias en los estímulos y la calidad formativa recibidas por los niños de hogares más acomodados respecto a los niños de familias más desfavorecidas. Para conseguir una sociedad meritocrática es necesario que la provisión de educación para los niños vulnerables sea de una calidad suficiente para contrarrestar esta ventaja inicial. Hoy en Chile esto no ocurre.[/cita]

Por otra parte, en países como Canadá o Finlandia, de 100 niños en el quintil más pobre, 18 y 19 respectivamente consiguen los mejores resultados. Es decir, quienes nacen en la porción más pobre de la población en dichos países encuentran el doble de posibilidades de revertir esa situación en lo que a resultado educacional se refiere, respecto a los chilenos menos afortunados.

La prueba PISA no mide sólo conocimientos sino también la capacidad de operar en el mundo con las herramientas que, se supone, un niño de 15 años debería haber adquirido durante su educación. Un mal resultado en esta prueba implica, entonces, que el individuo enfrentará dificultades funcionales considerables en su vida. Obtener un resultado en el peor 20 % al interior del país es, realmente, una mala noticia.

¿Qué pasa con Estados Unidos, país que normalmente se asocia a una alta disponibilidad de oportunidades para el ascenso social? Bueno, en la tierra de las oportunidades menos de 10 de cada 100 alumnos en el 20 % más pobre logran obtener un resultado en el 20 % superior de su país.

Los ejemplos antes descritos están construidos —para fines ilustrativos— en base a extremos, por lo que es razonable pensar que existe entre ellos una amplia gama de puntos intermedios. Por eso, en Horizontal construimos un índice que resume la información en toda la distribución de resultados para cada quintil de ingreso. Este índice, que normalizamos al intervalo [0, 100] para el efecto de la prueba PISA, nos permitió ordenar los 58 países para los que tenemos datos respecto a las oportunidades que generan para la movilidad social a través de sus resultados académicos.

Encabezan el listado los “sospechosos de siempre”: Canadá, Finlandia, Japón, Australia y Suiza se encuentran entre los 10 países con mayor valor del índice, todos por sobre 80, lo que implica que son países donde la riqueza del hogar (es decir,  el origen del niño) tiene poco poder predictivo respecto a la calidad de los resultados académicos obtenidos. En el centro del ranking aparecen países como Rusia, Corea del Sur, Israel, Alemania y Singapur, con valores entre 65 y 70. El orden de los alumnos por la riqueza de su hogar tiende a mostrar una mayor correlación con el orden de los alumnos por resultados en la prueba PISA en esos países.

Finalmente, en el fondo del ranking aparecen, entre otros, México, Uruguay, Estados Unidos, Chile y Argentina. Estos son países donde la riqueza del hogar al que se pertenece tiene una alta correlación con los resultados académico/funcionales obtenidos a los 15 años.

Para entender mejor el origen de estos resultados para Chile, volvimos a aplicar nuestro índice usando el ingreso familiar y resultados de tests de desarrollo y conocimientos aplicados a niños de distintas edades. El resultado se aprecia en el gráfico donde ordenamos cada medición de nuestro índice de acuerdo a la edad aproximada en que se realiza la medición. Como se aprecia, hasta aproximadamente los 15 meses (primera medición), nuestros niños tienen un índice similar al que exhiben Japón o Finlandia a los 15 años. Sin embargo, estas buenas noticias se extinguen rápido: hacia los cuatro años de edad, las diferencias ya son más importantes y el índice se parece más al que tienen (11 años más tarde) los niños de Georgia o Hungría. Para cuando alcanzan los 10 años de edad, (4º Básico) los chilenos ya estamos en Chile y no volvemos a movernos de aquí.

¿Qué muestran estos resultados?

En lo inmediato, que si la historia que normalmente escuchamos en Chile —que la educación es el principal camino para el ascenso social— es cierta, entonces las noticias no son buenas: ese camino es bastante más dificultoso de lo que parece. Avanzar en la escala social usando únicamente la educación como herramienta es posible, pero no muy probable. Si usted no pensó en Chile como el país que elegiría para nacer, es probable que ya supiera o sospechara esto.

Nuestros resultados reflejan las diferencias en los estímulos y la calidad formativa recibidas por los niños de hogares más acomodados respecto a los niños de familias más desfavorecidas. Para conseguir una sociedad meritocrática es necesario que la provisión de educación para los niños vulnerables sea de una calidad suficiente para contrarrestar esta ventaja inicial. Hoy en Chile esto no ocurre.

La evidencia resumida en nuestro índice confirma que las brechas en oportunidades se abren temprano y tienen efectos acumulativos permanentes. El acceso a oportunidades para el desarrollo y la movilidad social se encuentran entrabados desde temprano en la vida de nuestros niños. Es importante, entonces, actuar para evitar que estas brechas se produzcan, apoyando agresivamente a todos los niños que no tienen la fortuna de nacer en un hogar privilegiado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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