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Llegaron a cambiar la educación, pero su objetivo es la sociedad

Patricio Segura
Por : Patricio Segura Periodista. Presidente de la Corporación para el Desarrollo de Aysén.
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Nos engañaron.

Cuando iniciaron sus movilizaciones en 2011 nos dijeron que querían cambiar la educación.  Pero a poco andar, nos ha quedado claro que en el fondo lo que quieren transformar es Chile.  Modificar las bases mismas de nuestra sociedad.  Y debo reconocerlo, me siento gratamente embaucado.

No se puede entender sino de esta forma cuando sus voceros explican que lo de educación gratuita y pública no tiene solo relación con modificar los criterios económicos de acceso a la educación en todos sus niveles, sino que unos de sus objetivos es también propender a que en una misma aula estudien el hijo del empresario y el del obrero, por decirlo maniqueamente en sencillo.  Si eso no es revolucionariamente justo (y necesario), no sé qué lo podría ser

Porque los cientos de miles de jóvenes secundarios y universitarios -e incluso de básica- que se han movilizado profusamente en estos últimos años han dejado en claro que es la educación el puntal de la transformación social.  Han dado cátedra (sí, ellos, los “pendejos”) de cómo cambiar un país convirtiendo lo que ayer parecía correcto en algo hoy falto de legitimidad.

Lo dijo un estudiante en una asamblea en Santiago.  Fue a fines de 2011, cuando muchos estaban cansados y no faltaban quienes cuestionaran el proceso por no ver logros concretos, medibles por el exitismo inmediatista.  “Pero si hemos tenido un gran triunfo” dijo claramente el anónimo líder interpelado.  “Hemos convertido lo normal en anormal.  Hoy lucrar con la educación es un estigma.  Esa batalla la ganamos” recuerdo que fueron sus palabras.  Es una nueva cultura, el primer paso para la mutación en todos los otros niveles: político, institucional, económico.

Tan evidente ha sido su triunfo que muchos de quienes ayer tuvieron el poder hoy se suman a la marea social.  Lo mismo ocurrió cuando inundaron Chile las movilizaciones contra la aprobación de HidroAysén.  Lucrar con los bienes sociales y naturales esenciales para vivir en dignidad cada día se hará más difícil.  Hacia allá se siente el caminar.

Concuerdo con quienes plantean que “No a HidroAysén”, “Patagonia sin Represas” y “Educación pública, gratuita y de calidad”, entre muchos otros clamores,  son simples eslóganes.  Pero solo en la boca de algunos interesados que los repiten.  Me explico.  El concepto “No al lucro en la educación” que en los estudiantes es un ideal político, en muchos candidatos presidenciales que no tuvieron la convicción suficiente en años pretéritos para luchar por él suena solo como una oportunista consigna electoral.

Es lo que ha ocurrido también en las semanas previas con motivo de la acusación constitucional contra el hoy ex ministro de Educación, Harald Beyer.

En el discurso oficialista es posible apreciar una tremenda contradicción al acusar a Bachelet de ser desleal con el malogrado secretario de Estado.  Todo por no interceder ante sus parlamentarios a favor suyo, en circunstancias que siempre argumentaron que este no debía ser un juicio político sino que jurídico.  ¿De qué forma podría una candidata a la presidencia convencer a los legisladores de su coalición si no es por la vía de la argumentación política?  ¿O consideran repentinamente a Michelle Bachelet una proeza en materias constitucionales? Interesado juego discursivo.

Pero más allá de este ejemplo de argumentación que sólo busca reafirmar posiciones, me detendré en el concepto de “falta de lealtad” de la ex Presidenta con Harald Beyer, histórico investigador del Centro de Estudios Públicos, think tank de la derecha liberal.  Dicen que no estuvo a la altura para apoyar a quien siempre habría estado disponible para “asesorarle” durante su mandato.  Un tipo magnánimo, considerando las cargas ideológicas divergentes (por lo menos en algunas materias).

¿Asesorar?  Buena forma para definir el involucramiento obligatorio de intelectuales de la centro derecha a grupos de trabajo en un gobierno de centro izquierda, producto del corsé institucional que significan el sistema binominal y las leyes de quórum calificado.

Harald Beyer nunca asesoró a Michelle Bachelet.  Su participación, así como muchos otros actores de tendencia económico liberal, en mesas de trabajo gubernamental fue forzosa.  De otra forma los ya sobre representados legisladores de RN y la UDI no habrían dado sus votos para cambios estructurales en materia educacional, que necesariamente pasan por modificaciones legales.  Esos que solo son posibles teniendo un apoyo superior a la simple mayoría, porque fueron bien amarrados en leyes orgánico constitucionales previo a la salida de Pinochet: enseñanza, minería, elecciones, partidos políticos, fuerzas armadas, etc.   Es decir,  como tienen derecho a veto para cambios de fondo, considerarían la propuesta solo si en esta participan algunos de los suyos (y eventualmente los neoliberales que hoy por hoy abundan en la Concertación).

Y eso, aquí y en cualquier lugar del mundo, no se llama asesoría.  Se conoce como chantaje.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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