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Sociedades Anónimas Deportivas: una promesa incumplida

Claudio Pérez
Por : Claudio Pérez Colo Colo de Todos.
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Es cosa de recordar cómo se fue desmantelando el Colo Colo 2006. Cómo se instaló, de capitán a paje, que bastaba con vender harto, invertir poco, esforzarse poco y con el “vuelito” ganar el torneo nacional en playoffs. Ni hablar de una inversión sustantiva en divisiones inferiores y en el plantel de honor que permitiera soñar con objetivos más grandes. Ni menos pensar siquiera en invertir en cosas que resultan superfluas si de lo que se trata es sólo de ganar dinero en el corto plazo, como instalaciones y beneficios para los socios. En definitiva, no se trata de que los administradores fallen en tal o cual decisión, se trata de que el modelo intrínsecamente busca el rédito a corto plazo y desincentiva la cosecha a décadas de plazo.


A partir de la columna del señor Gonzalo Cruzat en este mismo medio, consideramos propicio aprovechar un nuevo espacio para manifestar nuestro total desacuerdo con el modelo que se logró imponer en el deporte chileno. Resulta lamentable, en primer lugar, que el señor Cruzat introduzca el debate a través de un relato incompleto y antojadizo de hechos recientes, particularmente la última Junta de Accionistas de Blanco y Negro S.A.

De manera imprecisa, mete en el mismo saco las agresiones recibidas por algunos miembros de la dirección de Blanco y Negro (con las cuales difícilmente se puede estar de acuerdo ni considerar válidas), con la molestia legítima expresada por la gran mayoría de los accionistas minoritarios de la concesionaria. En el mismo sentido, se habla de hinchas “exasperados por los resultados”, invisibilizando con ello las interrogantes, bastante concretas, planteadas por la gran mayoría de los accionistas en la Junta.

¿Dónde fueron a parar las cuotas sociales del Club Social y Deportivo (que ByN ha recaudado en al menos un 75 % por más de 5 años)? ¿Estas cuotas sociales están reflejadas en el balance como ingresos? ¿Estas se declararon y se pagó el impuesto correspondiente? ¿Quién aprueba la contratación de empresas y asesorías vinculadas directamente con los directores de la sociedad anónima? ¿Quién aprobó y por qué la onerosa “asesoría especial” al presidente Carlos Tapia, que por cierto además recibe una dieta por dedicación exclusiva al club, aun cuando ha percibido honorarios en la Municipalidad de Huechuraba (como consta en las planillas publicadas por Ley de Transparencia en el sitio web del municipio)?

[cita]Es cosa de recordar cómo se fue desmantelando el Colo Colo 2006. Cómo se instaló, de capitán a paje, que bastaba con vender harto, invertir poco, esforzarse poco y con el “vuelito” ganar el torneo nacional en playoffs. Ni hablar de una inversión sustantiva en divisiones inferiores y en el plantel de honor que permitiera soñar con objetivos más grandes. Ni menos pensar siquiera en invertir en cosas que resultan superfluas si de lo que se trata es sólo de ganar dinero en el corto plazo, como instalaciones y beneficios para los socios. En definitiva, no se trata de que los administradores fallen en tal o cual decisión, se trata de que el modelo intrínsecamente busca el rédito a corto plazo y desincentiva la cosecha a décadas de plazo.[/cita]

Todas estas preguntas quedaron sin más respuesta que una actitud socarrona. Situación que, tras el circo de las votaciones previamente pactadas por los accionistas mayoritarios, tuvo un desenlace que consideramos lamentable.

Los tumbos a los que anda la concesionaria podrían considerarse simplemente problemas de “eficiencia”, ligados a los administradores de turno y no a la esencia del modelo de gestión, como postula el señor Cruzat en su columna. A través de esta columna desarrollaremos por qué esto no es así.

Las SADP: Un “remedio” que no fue

Antes de la aparición de las Sociedades Anónimas Deportivas Profesionales (SADP), el fútbol estuvo organizado bajo la figura de Corporaciones de derecho privado sin fines de lucro. Este período tuvo aspectos dulces, y sin duda también muchos otros de agraz. Las SADP emergieron patrocinadas por el conjunto de los actores políticos de la época como la gran solución para estos últimos.

Concretamente, las SADP prometían resolver los que se caracterizaban como los grandes problemas del fútbol en aquel período: escasa transparencia administrativa, endeudamiento insostenible de muchos clubes (especialmente los más grandes), infraestructura precaria, deficientes rendimientos deportivos de los clubes chilenos a nivel internacional, violencia en los estadios, entre otros. Hoy, a ocho años de la instalación de este modelo, los hechos hablan por sí solos acerca de lo incumplidas que se han visto estas promesas.

La bullada mayor transparencia se ha reducido a esporádicas, poco claras y meramente formales rendiciones ante la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS), cuentas que han sido incapaces de aclarar de manera efectiva cuanto porcentaje de las deudas anteriores a las SADP ha sido efectivamente pagado por ellas. Por su parte, ni el Ministerio de Justicia ni la mencionada SVS ejercen en la práctica un rol fiscalizador que permita, al menos, investigar de manera acuciosa situaciones reñidas con el buen gusto, con la ética y hasta de plano con la ley, como las denunciadas por los accionistas minoritarios en la última junta de Blanco y Negro.

En lo económico, entre los años 2007 y 2011 el sistema acumuló pérdidas por más de $30.600 millones si se considera a las 29 SADP o fondos deportivos registrados en la SVS. La infraestructura deportiva del país indudablemente ha mejorado, pero en eso poco y nada han tenido que ver las SADP, siendo en su gran mayoría obra del Estado. Y los resultados deportivos en general tampoco han sido mejores salvo episodios excepcionales como el Colo Colo 2006, basado en una cantera formada con anterioridad a Blanco y Negro S.A., y la Universidad de Chile 2011, cuyo plantel se ha ido desmantelando aceleradamente sin que se aprecie una inversión coherente con los enormes recursos que han recibido por merchandising y ventas de jugadores.

Supuestamente, las SADP llegarían a promover y fortalecer la base social de los clubes. El mismo señor Cruzat ratifica este incumplimiento. Los hechos concretos muestran que esta no solamente ha sido una “omisión” o “insuficiencia”. El caso de Colo Colo es expresivo de una SADP que ha promovido, de manera consciente y deliberada, un diseño excluyente y orientado a hacer desaparecer la figura del socio. Es cosa de ver el sistemático fomento a la figura del abonado (que paga su entrada y se va) por sobre la del socio (que participa y decide los destinos de su club, quedando en posición de recibirlo de vuelta una vez expirado el contrato de concesión de 30 años), y el hecho de que ser “socio abonado” en la práctica resulte más caro que simplemente abonarse. En realidad, que no reporte ningún beneficio comparativo.

Finalmente, la experiencia internacional tampoco avala precisamente las bondades incontestables de las SADP. En España, la deuda del fútbol pasó de cerca de 172 millones de euros antes de las SADP a un monto cercano a los 5 mil millones al año 2011; además, pasó de ser un campeonato altamente disputado y competitivo a uno en el cual la pelea se reduce al tercer lugar ante la hegemonía son contrapeso del Barcelona y el Real Madrid (que son clubes deportivos sin fines de lucro). Y así podemos observar muchos más casos alrededor del mundo. Historias como las del Borussia Dortmund en Alemania y el Panathinaikos en Grecia también resultan casos expresivos de lo anterior. Lamisma Premier League sacada como ejemplo de una supuesta eficiencia, es también un excelente ejemplo de diversas hinchadas descontentas con sus administradores, muchas veces extranjeros, y con las nulas posibilidades de sus equipos de contrarrestar el avasallador poderío de dos o tres clubes.

Todas estas cuestiones, si es que uno niega suficientemente la realidad, aun así podrían considerarse como excesos aislados. No se trataría de la esencia del modelo de SADP, sino de aspectos negativos de administración, que pueden perfeccionarse. Sin embargo, resulta curioso como para algunos la vara es totalmente distinta al tratarse de otros modelos de gestión. En particular, cómo muchas veces al hablarse de Colo Colo como un club social y deportivo se recibe por única respuesta el recuerdo de los tiempos previos a la quiebra. ¿Acaso el modelo de corporaciones sin fines de lucro no admite perfeccionamiento alguno ni puede gestionarse de buena manera? ¿O esa laxitud de criterios solamente corre para las SADP?

“Fin al lucro”

El señor Cruzat plantea, a modo de reclamo, que “las pancartas exhibidas desde hace un tiempo en contra de quienes administran el club son de un proselitismo similar al de la educación”. Su “queja” no es del todo equivocada, ya que no es difícil trazar un paralelo bastante nítido entre lo que ocurre en uno y otro ámbito. Y cómo, en ambos casos, los fundamentalistas del modelo imperante insisten en aferrarse a la doctrina que aprendieron en sus salas de clase, ajenos y sordos ante una realidad distinta, que pide a gritos ser escuchada.

En la educación el lucro es un corrosivo que atenta contra la calidad. Cuando el objetivo de una institución es aumentar las ganancias de sus controladores, puede ser que la mejor forma de lograrlo sea educando lo mejor posible. Pero también es posible que no lo sea, y resulte una apuesta más rentable orientarse hacia un nicho de mercado más “bajo”. Cuando el objetivo educativo y el objetivo económico se vuelven incompatibles y opuestos, el que una institución tenga fines de lucro es la manera en que su dueño opta abierta y explícitamente por el segundo.

En el fútbol ocurre un fenómeno similar. Es cosa de recordar cómo se fue desmantelando el Colo Colo 2006. Cómo se instaló, de capitán a paje, que bastaba con vender harto, invertir poco, esforzarse poco y con el “vuelito” ganar el torneo nacional en playoffs. Ni hablar de una inversión sustantiva en divisiones inferiores y en el plantel de honor que permitiera soñar con objetivos más grandes. Ni menos pensar siquiera en invertir en cosas que resultan superfluas si de lo que se trata es sólo de ganar dinero en el corto plazo, como instalaciones y beneficios para los socios. En definitiva, no se trata de que los administradores fallen en tal o cual decisión, se trata de que el modelo intrínsecamente busca el rédito a corto plazo y desincentiva la cosecha a décadas de plazo.

No somos ingenuos frente al pasado de nuestra institución. Somos críticos de los capítulos oscuros de nuestra historia y el Colo Colo con el que soñamos no busca asemejarse a gestiones anteriores, con sus ya archiconocidos vicios. Aquellos que entendemos a los clubes como una pasión y un fin en sí mismo, apostamos por una estructura democrática y participativa, cuyas ganancias se reinviertan en el club, y en la cual las distintas visiones puedan debatir y en función de esto los liderazgos puedan rotar de acuerdo con la voluntad de los asociados, cada uno de los cuales debe valer un voto como corresponde a cualquier comunidad con mínimos principios democráticos.

No somos caricaturas ni “mal llamados hinchas”, somos ciudadanos a quienes nos encantaría tener espacios donde reunirnos a conversar con el mismo Gonzalo Cruzat, en un Colo Colo que nos cobije en diversas instalaciones sociales, donde nuestros hijos crezcan siendo amigos, nadando en la piscina, compartiendo un asado en los quinchos, optando a diversos beneficios o, al menos, a cualquier cosa mejor de lo que tenemos ahora: un estadio plagado de Fuerzas Especiales que nos graban por manifestar pacíficamente nuestro descontento. Una junta en la que somos tergiversados, ridiculizados, al fin y al cabo, ignorados por completo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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