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La educación de Antares de la luz

José Luis Reyes
Por : José Luis Reyes Decano Facultad de Ciencias de la Educación. Universidad Central
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Me cuesta creer que los integrantes de este grupo, capaz de tan macabro rito, únicamente sean individuos alterados psicológicamente. Me cabe la sospecha que estos profesionales llegaron a serlo, sin desarrollar esas competencias mínimas que también inciden al momento de tomar decisiones como la que comentamos.


Los análisis e intentos de explicar el asesinato de un recién nacido a manos de un grupo de personas aglutinados en torno a una suerte de gurú, autodenominado Antares de la Luz, se han centrado, fundamentalmente, en los aspectos psicológicos y sociológicos que permitirían explicar el hecho.  Los individuos que formaban parte de este grupo eran personas carentes de sentido en sus vidas y sin convicciones propias, por lo que el fuerte carisma del líder los arrastró a participar de ideas descabelladas.  De lo anterior, es probable que sectas de este tipo sean muchas más de las que tenemos noticias.

En estos análisis se ha mencionado la extrema facilidad con la cual puede constituirse un grupo como el que comentamos, dada la falta de regulación en esta materia.

Un aspecto de este caso que no ha sido relevado sino sólo mencionado, a excepción de uno u otro comentario posteados tras las noticias, es aquél que guarda relación con la educación de quienes formaban parte de este grupo: su educación. El líder era un profesional y muchos de los que lo seguían también.  Si eso es efectivo, cabe hacerse algunas preguntas respecto del tipo de educación que todos ellos tuvieron en su formación hasta concluir como profesionales. Y sólo me referiré a este nivel de estudios, los superiores, donde me parece se puede interrogar con mayor pertinencia, aunque los estudios anteriores no estén eximidos del todo.

[cita]Me cuesta creer que los integrantes de este grupo, capaz de tan macabro rito, únicamente sean individuos alterados psicológicamente. Me cabe la sospecha que estos profesionales llegaron a serlo, sin desarrollar esas competencias mínimas que también inciden al momento de tomar decisiones como la que comentamos. [/cita]

Debo admitir que parto de un prejuicio cuando estimo que un profesional, egresado de una carrera de educación superior es un individuo capaz de someter a juicio las infinitas maneras de interpretar el mundo. Algunas de estas interpretaciones están sostenidas en conocimientos sólidos o, al menos, aceptados como tales aunque sea provisionalmente. Otras, en cambio, refieren a un ámbito que está sostenida en la creencia, en la fe o, si se quiere, en una suerte de intuición.

En los últimos años se ha venido privilegiando y, diría, hasta direccionando en la educación superior una formación centrada en los aspectos disciplinares y en la misma medida relegando una educación más integral de tono más humanista y centrada en desarrollar maneras de convivir con unimismo, los demás y, más estructuralmente, con la sociedad.  Esa educación integral debe considerar, a mi juicio, el desarrollo de las competencias necesarias para hacer una adecuada distinción entre conocimiento y otros modos de interpretar la realidad.

En particular, de aquellas que conlleven situaciones de convivencia que implican  el alejamiento de la sociedad por medio del aislamiento, del consumo de drogas o conductas sexuales excéntricas.

Una primera interrogante atañe al líder, Antares de la Luz, ya que no parece convincente que una persona, espontáneamente y por sí mismo llegue al autoconvencimiento de un conjunto de ideas absurdas que se transforman en prácticas destructivas.  El sincretismo básico de las ideas narradas a través de los medios por los sectarios hablan de muy bajos niveles intelectuales en los temas del convivir, expresar sentimientos y trazar metas para la vida.  Hay toda una dimensión educativa que no se realizó en ellos, la otra, la que los habilitó para ganarse la vida sí que se logró, según lo que sabemos.

Me cuesta creer que los integrantes de este grupo, capaz de tan macabro rito, únicamente sean individuos alterados psicológicamente. Me cabe la sospecha que estos profesionales llegaron a serlo, sin desarrollar esas competencias mínimas que también inciden al momento de tomar decisiones como la que comentamos.  La educación, especialmente la superior, tiene que reflexionar sobre un modo de concebir la educación que no está respondiendo a su tarea: formar ciudadanos capaces de vivir en plenitud sus potencialidades.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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