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Modelo de negocio en torno al fútbol

¿O acaso creen los reticentes al modelo societario vigente que el trabajo de Berizo en O’Higgins F.C. o Pellicer en Huachipato, y el resultado deportivo de ambas, obedecen a patrones aislados o bien a una gestión comercial íntegra que incluyen, entre otros, reinversión de utilidades y complejos deportivos de excelencia? O bien, ¿qué cabe decir de los críticos, aún cuando es otro extremo al de los primeros – porque su acción se transa en bolsa – respecto de la gestión de excelencia en torno a Azul Azul, y que sólo falta se corone con su estadio propio?


Me hago eco de la columna escrita por don Claudio Pérez, de “Colo Colo de Todos” denominada “Sociedades anónimas deportivas: una promesa incumplida” en respuesta a otra del suscrito publicada a través de este medio titulada “Futbol S.A. e inclusión social”. Se agradece, por una parte, el debate generado, pero, por la otra, aprovecho de ahondar en mis percepciones, toda vez que la columna la escribí para analizar un concepto o modelo al que adhiero, sin entrar con ello a defender o atacar una gestión determinada. En resumen, mi observación al modelo societario vigente no dice relación con la parte operativa, que insisto, debe analizarse desde el punto de vista de la gestión comercial, sino que más bien con la ausencia de un rol social entre clubes y comunidades que, a mi juicio, es fundamental, sobre todo en el marco de una economía social de mercado. Ergo, si falla la oferta a juicio de los demandantes, esto no es culpa intrínseca de una Sociedad Anónima Deportiva como pretende exponerse de parte de su opositores.

Entonces, en el fondo, nuestros objetivos son similares. Ambos buscamos el desarrollo armónico, tanto económico como social de un club de fútbol, pero pareciera ser que el señor Pérez cree lograrlo de una manera estatutaria, por decreto y quizás, deliberativa, eliminando con ello la Sociedad Anónima Deportiva y lo “negativo” que ello conlleva, entre otras, el lucro (o ganancia esperada, y que no siempre existe, por cierto) y, por mi parte, yo lo creo al amparo de la libertad individual, del derecho de propiedad, el emprendimiento y la libre competencia, defendiendo un modelo que no lo creo intrínsecamente malo sino que por el contrario, necesario para el desarrollo deportivo, donde ciertamente queda mucho por hacer, pero donde tampoco cabe desconocer lo avanzado, sobre todo en materia de transparencia.

[cita]¿O acaso creen los reticentes al modelo societario vigente que el trabajo de Berizo en O’Higgins F.C. o Pellicer en Huachipato, y el resultado deportivo de ambas, obedecen a patrones aislados o bien a una gestión comercial íntegra que incluyen, entre otros, reinversión de utilidades y complejos deportivos de excelencia? O bien, ¿qué cabe decir de los críticos, aún cuando es otro extremo al de los primeros —porque su acción se transa en bolsa— respecto de la gestión de excelencia en torno a Azul Azul, y que sólo falta se corone con su estadio propio?[/cita]

Baste entonces decir que la presencia o bien ausencia de inclusión social no es culpa del ordenamiento jurídico. Sean Corporaciones con o sin fin de Lucro, Sociedades Anónimas abiertas, S.A. de Capital Variable, Deportivas sin fines de Lucro o S.A. de Economía Mixta, en fin, cualquiera sea el modelo a aceptar, nada asegura, por una parte financiamiento y regulación, y por la otra, rendimiento particular y social. Veamos la realidad europea, insular como continental. En Italia tenemos S.A. como de Responsabilidad Limitada. Ambas sin fines de lucro donde los beneficios deben reinvertirse; en España son Sociedades Anónimas Deportivas, salvo el Real Madrid como el Barcelona. En México las hay de las dos, Civiles sin fin de Lucro, ligadas a las universidades, y de Capital Variable. En Francia las hay sin fines de lucro y de Economía Mixta, Grecia como Sociedades Anónimas, e idéntico en Inglaterra.

Todas, realidades muy parejas hoy día, donde y qué duda cabe reconocer, los problemas de administración, en muchas, están a la orden del día. Pero por donde sí cabe destacar una liga por lo exitosa como la English Premier League, antes, por debajo de la española e italiana, hoy, superior en ganancias y nivel competitivo al resto. (Un paréntesis: en España, por ejemplo, muchos de los clubes son hoy objeto de concurso de acreedores. Y si el Madrid o el Barca no lo han sido fue (es) gracias a cajas como Bankia o Caixabanc. La misma “Bundesliga”, hoy en el estrellato, estuvo hace 12 años prácticamente quebrada tras el colapso financiero de Kirch Media. En fin).

En resumen, no debemos ir muy lejos para observar modelos de desarrollo integrales. Los tenemos muy cerca. ¿O acaso creen los reticentes al modelo societario vigente que el trabajo de Berizo en O’Higgins F.C. o Pellicer en Huachipato, y el resultado deportivo de ambas, obedecen a patrones aislados o bien a una gestión comercial íntegra que incluyen, entre otros, reinversión de utilidades y complejos deportivos de excelencia? O bien, ¿qué cabe decir de los críticos, aún cuando es otro extremo al de los primeros —porque su acción se transa en bolsa— respecto de la gestión de excelencia en torno a Azul Azul, y que sólo falta se corone con su estadio propio?

Nada asegura el éxito comercial del club. Y con ello, la ansiada inclusión social. Sin embargo, no podemos perder de vista que los clubes deportivos tienen hoy dueños. Y los mismos requieren financiamiento, (recursos que pueden llegar, entre otros, mediante su apertura en bolsa, emisión de bonos u otro instrumento financiero). Desconocerlo sería contraproducente si lo que buscamos son clubes que se autofinancien. Por lo tanto, las Sociedades Anónimas Deportivas, que pueden ser abiertas como cerradas, van en la dirección correcta si se administran con prudencia. Pero junto al aspecto financiero no podemos olvidar el rol social que es el que en definitiva legitima a dicha S.A. Deportiva ante la comunidad local. No hacerlo hoy día, es de una miopía brutal.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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