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El poder invoca a Tánatos Opinión

El poder invoca a Tánatos

Alberto Mayol
Por : Alberto Mayol Sociólogo y académico Universidad de Santiago
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Cuando un ciclo de acaba, el instinto de muerte arrecia y se dibuja de un modo distinto a las expresiones que tuvo en sus momentos de vitalidad. Cuando el orden aparecía rozagante, los poderosos sólo tienen tánatos para el sadismo contra los débiles. Pero cuando una época demuestra sus fisuras y enfermedades, los poderosos mismos piden tranquilidad, sosiego, paz social y el fin de toda estimulación. Quieren lentitud cuando el mundo va en velocidad, quieren tolerancia a sus opiniones, quieren respeto por su disenso.


Toda época guarda en su seno su propia destrucción. Sus contradicciones, que otrora fueron sorprendentes paradojas que llenaron de vida un espíritu de época, se tornan aporías y conducen por rutas que llevan a la putrefacción o al olvido. Cuando una era está en su cima, siempre ofrece soluciones de paradojas imposibles, siempre parece invulnerable y se parece al fin de la historia de Fukuyama. Cuando una era agoniza, arrecia el conflicto, se rompen las convicciones y los actores más relevantes de la escena aparecen confusos construyendo un malentendido.

Cuando un ciclo de acaba, el instinto de muerte arrecia y se dibuja de un modo distinto a las expresiones que tuvo en sus momentos de vitalidad. Cuando el orden aparecía rozagante, los poderosos sólo tienen tánatos para el sadismo contra los débiles. Pero cuando una época demuestra sus fisuras y enfermedades, los poderosos mismos piden tranquilidad, sosiego, paz social y el fin de toda estimulación. Quieren lentitud cuando el mundo va en velocidad, quieren tolerancia a sus opiniones, quieren respeto por su disenso. Los poderosos entonces buscan su propia muerte, se arrojan al masoquismo, gritan que les dan como caja y sonríen complacidos de las burlas de los débiles porque ello les permite comer las últimas sobras de legitimidad.

Cuando un ciclo comienza las formas articuladas (las instituciones, las imágenes de mundo) son débiles, mientras las emociones y el conflicto son intensos. Cuando un ciclo está en su cénit, todo es articulación, operación, todo es reducción de complejidad. Pero cuando está terminando, todo lo que era certeza se hace inquietud, volviéndose al estado original del caos, pero sin la esperanza que todo inicio conlleva, sin el espíritu vital de la juventud.

[cita]Pero hay un lugar donde Tánatos se fue a vivir. Y es obvio, se dirigió al corazón de la época que se muere. Es la UDI. Primero fue el frenesí del asesinato, la enorme energía de repasar el cuerpo muerto de Golborne, con Longueira pronunciando su propio nombre como el tótem del futuro a segundos de dejar chorreando el corazón del hombre que ocupaba su lugar. Luego acuchillaron a Moreira, que ganaba, y lo mandaron a morir a un lugar donde fue odiado. Y pusieron a Kast, que perderá con distancia.[/cita]

Mire a su alrededor y verá a Tánatos, dios de la muerte tranquila. Mire a Claudio Orrego, suicidándose con tono depresivo, despidiendo a la Democracia Cristiana de escena, despidiéndose él mismo de un futuro en la primera división. Nada peor que apostar a ser un impugnador que no impugna, un emergente que no emerge. Su partido mira horrorizado cómo su aventura lo conduce al fondo negro de sus lienzos, al rostro angustioso de su candidato. Los candidatos del partido al Congreso Nacional huyen de su foto, mientras los electores huyen de todos ellos. La mitad del partido ama a Bachelet y no querían más trámites. Orrego insistió y una DC con el alma dividida corre a una derrota aplastante, quizás llegue tercera, o cuarta. Orrego se hará famoso por una aventura sin sentido. Todos querrán olvidarlo.

Vea incluso en el asesinato cómo se esconde sutil y poética la autodestrucción. Mire a Andrés Allamand, golpeando hasta la muerte a Golborne. Ya lo había alcanzado, probablemente le ganaría, pero más pudo el instinto y prefirió quedar ensangrentado y disfrutar la gloria de la muerte del rival. Pero Allamand fue demasiado lejos y llamó a la incertidumbre. La UDI decidió reemplazar un candidato que era un fusible por uno que era su corazón mismo. Mientras a Golborne podían dejarlo morir, a Longueira tendrán que defenderlo hasta la muerte. Allamand entonces transformó un triunfo sutil y tranquilo en una guerra en la que necesariamente saldrá herido o derechamente morirá.

Vea usted al Partido Comunista, que en el mismo instante en que el país comienza a retomar los tres tercios políticos, elige apoyar al centro y cuestionar su identidad. El PC dejó despejado el lado izquierdo, dejó con posibilidades de ser segundo a Velasco y así correr el cerco a la derecha en la “Nueva Mayoría”. Y la derecha aprovechó para llamar el discurso de la Guerra Fría, la polarización y el miedo. Y el PC debilitó su vínculo con los movimientos sociales, se alejó todavía más de la izquierda realmente existente, complicó la suerte de la Asamblea Constituyente y le abrió cinco puntos a Marcel Claude. El PC decidió fortalecerse en el gobierno de Bachelet, justo cuando la historia llama a los movimientos sociales a escena, cuando la institucionalidad significa traición y cuando el país abordará una época económicamente difícil. El PC creció en relevancia por su rol en el movimiento estudiantil, pero cobró el cheque en la institucionalidad. Y decidió entonces buscar su propia debilidad.

Vea usted a Michelle Bachelet queriendo armar una nueva mayoría, le cambió el nombre a la Concertación, dijo que se abrirían las puertas, que se huiría de las cuatro paredes, que la calle sería escuchada. Las grandes alamedas se prepararon para la victoria. Pero la nueva mayoría sería en la medida del PS y no hubo puertas abiertas, no hubo movimientos sociales, no hubo siquiera primarias. Y luego armaron un monopolio con una candidata llena de partidos contra unos mendicantes, salvo uno que no tiene partido, pero tiene empresarios. Bachelet ganó por secretaría lo que debía ganar en las urnas de las primarias. Su campaña ambigua y al estilo Madame Bovary intenta manejar las tensiones del Chile actual, pero con ello se torna centro político y abre su flanco izquierdo para nuevos actores. Hace cinco años su estrategia habría sido brillante, hoy es simplemente permitirse morir más lento que el resto. Su gran mérito es que no tiene cómo perder, su gran problema es que después tiene que gobernar con Tánatos de compañero.

Pero hay un lugar donde Tánatos se fue a vivir. Y es obvio, se dirigió al corazón de la época que se muere. Es la UDI. Primero fue el frenesí del asesinato, la enorme energía de repasar el cuerpo muerto de Golborne, con Longueira pronunciando su propio nombre como el tótem del futuro a segundos de dejar chorreando el corazón del hombre que ocupaba su lugar. Luego acuchillaron a Moreira, que ganaba, y lo mandaron a morir a un lugar donde fue odiado. Y pusieron a Kast, que perderá con distancia. Pero el instinto de muerte de la UDI es todavía más profundo que perder una elección presidencial y dos senadores cuando menos. Es más profundo que ser doblada un par de veces. La UDI decidió poner en riesgo a Longueira, su propio corazón; en vez de Golborne, un mero rostro. Si Longueira pierde la primaria, la UDI no será nada, quedará sumida en el dolor, las inculpaciones (que ya empezaron) y tendrá que ver en la distancia cómo la lucha de titanes no tiene a ninguno de sus filas (Jovino retirado, Longueira derrotado). Y si Longueira gana la primaria, el futuro puede ser todavía peor. Una candidatura que ha convocado las fuerzas del fascismo, como ha hecho Longueira, tiene un grave riesgo. El fascismo supone el miedo y éste requiere un contexto. Longueira ha llamado el último recurso cuando recién había empezado a aparecer, llamó a la Guerra Fría, a la Unidad Popular, al fantasma del comunismo, pero no había Guerra Fría, no había Unidad Popular y el único fantasma que recorre Europa es la crisis financiera que el capital especulativo ha provocado. Este anacronismo le puede ayudar en la primaria, pero después lo transformará en paria y dejará a Parisi llevándose, junto a su pizarra al estilo Bonvallet, todos los votos de los que quieren ilusiones y no más temores. Si Longueira llega a Noviembre puede terminar sacando el viejo y poco querido tercio de la derecha, o incluso menos. Y la UDI pasará de herida a muerta.

Una era se está agotando y toda la elite política ha decidido morir en escena, para mayor gloria de Tánatos. El cielo no los espera, sabemos que no se han confesado.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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