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En el 2013 todo está por ocurrir


El triunfo de Sebastián Piñera en las elecciones de 2010 representó para la extrema derecha chilena la culminación de un lento proceso de transformación cultural cuya expresión más contundente era precisamente haber superado electoralmente a la Concertación.

Como un hálito victorioso post mortem de Jaime Guzmán, las palabras de Pablo Longueira anunciaban que la candidatura de Piñera “interpretó a las personas que creen que ser más no es una lucha de clase sino de superación personal”. Longueira se creyó, por un instante, en la transmutación criolla de Francis Fukuyama.

Poco después, en el Consejo Directivo Ampliado de la UDI (2010), el ex abanderado de la Coalición por el Cambio ilustraba las profundas transformaciones ideológicas que habían transcurrido en la clase política chilena. Atribuyéndoles coraje y liderazgo, Longueira celebraba que gobernantes y conductores de la Concertación “no sólo dejaron de hacer muchas de las cosas que dijeron que harían al llegar al poder, sino al contrario, muchas de ellas no solo las conservaron, sino que también las perfeccionaron y las profundizaron”. Como ejemplo de ello, y sin nombrar directamente a Bachelet, destacaba que pese a “todo lo que se dijo sobre el sistema previsional (…) la realidad es que después de 25 años se perfeccionó y se legitimó”.

El tono triunfalista de la derecha parece extraño hoy cuando las ideas que daba por consolidadas se han desmoronado de forma tan vertiginosa de la mano de un movimiento estudiantil como no se veía en décadas.

Como muchos, el ex candidato Pablo Longueira no pudo anticipar lo que ocurriría en 2011. La noche del 17 de enero de 2010 la Alianza celebró un triunfo ideológico, pero hoy le acecha la comprobación que no fue más que un triunfo electoral. Las palabras del ex candidato inaugurando su breve candidatura fueron ilustrativas del cambio de diagnóstico.

Si en el discurso triunfal del 2010 cabían palabras para llamar a un proceso de renovación de la derecha, el reciente llamado a “volver a las raíces” para dar la “lucha por las ideas” constituyeron una señal de la adversidad que hoy enfrentan. Tal es el sentimiento de derrota ideológica que la arenga del ex candidato era a “salir con autoridad, con liderazgo…” y “sin complejos”.

Y aunque Longueira no esté ya en situación de liderar semejante cruzada, es esperable que su conglomerado entienda, como él, lo que está en juego este 2013. Y aunque pocos vieron venir la arremetida social del 2011, nadie ignora hoy que la disputa del 2013 se libra en el eje cambio-continuidad.

Tras 20 años de mantener todo “atado y bien atado”, algo parece mostrarles que lo inmutable solo se revela en su real dimensión cuando ya no existe más. La nada pudorosa operación que culminó con la caída de Golborne, la derrota contra todo pronóstico de Allamand y la reciente bajada de Longueira, son muestra de ello. Nada hay que pueda presagiar con total certeza el desenlace del 2013, menos aun cuando existen 10 millones de chilenos evaluando la alternativa política que supere al duopolio.

Y aunque discursivamente la Alianza y Concertación buscarán presentarse como antagónicos, la realidad de los hechos concretos los sitúa en la vereda de quienes buscan mantener el statu quo. Ambas coaliciones han administrado –y pretenden seguir administrando- el modelo político y económico heredado de la dictadura. En efecto, el consenso ideológico entre ambas coaliciones no solo ha sido señalado por los grupos políticos extramuros sino también por sus propios ideólogos, desde Longueira hasta los autocomplacientes y autoflajelantes de la propia Concertación.

El compromiso de ambos conglomerados con el actual modelo (continuidad) ya no es novedad alguna. Tal es la situación que el 55% de los jóvenes declara que ambos conglomerados son “poco diferentes” o “nada diferentes” (ver última encuesta del INJUV).

Y si alguien alberga la esperanza que el cambio de nombre de la Concertación a Nueva Mayoría traiga consigo alguna novedad, pues que le baste una simple mirada al equipo asesor de Bachelet para desengañarse. Lo demás es marketing.

Igual que ayer, nosotros sostenemos que todos los contradictorios intereses que cruzan nuestra sociedad se resumen en una contradicción principal: la que separa a los herederos asumidos de la dictadura en los ámbitos político y económico de la inmensa mayoría de Chile que paga las consecuencias y desea cambiar su destino. Y este 2013 tenemos una nueva oportunidad de marchar por la vereda de quienes queremos transformar Chile.

Quienes desean mantener incólume el modelo político y económico no tardarán en ordenarse. Como ocurrió con Golborne y Allamand, a Longueira le sucederá otro(a) candidato(a) que acompañará a Bachelet en la común tarea de defender el modelo. Ellos no tienen otra fórmula que convocar a los mismos 3 millones de chilenos que siguen creyendo en el viejo pascuero y desalentar a los otros 10 millones que pueden hacer la diferencia.

El destino está en nuestras manos, siempre que lo asumamos con la altura que se merece. Somos 10 millones los que no confiamos en el duopolio político y ello nos permite afirmar que el escenario está totalmente abierto.

Asumimos esa oportunidad y nos hacemos cargo del desafío aquellos que buscamos terminar con el imperio del mercado en la educación y la salud; quienes buscamos poner fin a las AFP; recuperar nuestros recursos naturales; crear un polo financiero público; implementar una reforma tributaria que tenga como propósito la redistribución; acabar con el Código Laboral dictatorial; reconocer constitucionalmente a los pueblos originarios; entre otras transformaciones conducentes a un Chile republicano y democrático.

Habitando la vereda de quienes queremos transformar Chile, nos hemos dotado de una alternativa denominada: Todos a La Moneda. Desde allí buscamos transitar desde la actual sociedad del lucro hacia una nueva sociedad basada en los derechos. Teniendo a las manifestaciones sociales más importantes de las últimas décadas como núcleo de origen y a Marcel Claude como nuestro candidato presidencial, buscamos dar nacimiento a un nuevo ciclo político.

El Chile nuevo tiene hoy una gran oportunidad de convertir sus principios en una realidad política. Como nunca antes, la alternativa existe… y diez millones de chilenos podemos hacer la diferencia.

(*) Texto publicado en El Quinto Poder.cl

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