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11 de Septiembre: cuando la Roja no es de todos

Gonzalo Bustamante
Por : Gonzalo Bustamante Profesor Escuela de Gobierno Universidad Adolfo Ibáñez
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Sería impensable en Alemania un escuadrón de fuerzas especiales con el nombre “Otto Skorzeny” (legendario comando de la era nazi). De igual forma, no puede ser aceptable que instituciones que deben pertenecer a todos (al igual que la Roja) como el Ejército o la Marina nombren escuadrones, barcos, etc. con símbolos de la Dictadura como Pinochet o Merino. Al igual que Skorzeny: no es separable su carrera militar de lo que simbolizan políticamente.


Como era de esperar, los 40 años del Golpe han copado la discusión de la agenda política en septiembre. Quienes creen que es “darle vuelta a lo mismo”, “no se llega a nada”, “son acontecimientos del pasado”; no entienden la naturaleza de la política y la convivencia social. Esta se articula en base a valores compartidos y generalización de acontecimientos como pertenecientes a todos. Toda chilena y chileno se percibe a sí mismo como participe y actor del 18 de septiembre de 1810 o los logros y fracasos de la Roja. ¿No son acaso los gritos de alegría que produce y suspiros de emoción que suscita su posible derrota un proyectar sobre cada uno de esos 11 una representación de una voluntad general del pueblo en su conjunto?

Lo que ocurre con el 11 de septiembre es que no existe esa proyección común. Algunos consideran que legítimamente se les salvó de los temores que sus padres y abuelos tenían. Súmele que creen que el progreso económico que hemos tenido no sería posible sin “ese Golpe”. Otros, no pueden olvidar que si no  conocieron a sus abuelos y padres es porque alguna vez en esa fecha se estableció por la fuerza una dictadura sin par en nuestra historia.

¿Qué importancia puede existir en ese disenso? ¿Acaso la democracia no se trata de pensar distinto? Efectivamente implica la convivencia de visiones contrapuestas, eso la diferencia de un sistema orwelliano. Lo que no se puede olvidar es que conlleva esa misma democracia un mínimo de valores comunes. Son consustancial a ella el respeto a la dignidad y libertad (tanto como garantía individual como de participación) por tanto su marco teórico supone esos dos principios; de lo contrario ya no sería una democracia sino algo opuesto a ella.

[cita] Sería impensable en Alemania un escuadrón de fuerzas especiales con el nombre “Otto Skorzeny” (legendario comando de la era nazi). De igual forma, no puede ser aceptable que instituciones que deben pertenecer a todos (al igual que la Roja) como el Ejército o la Marina nombren escuadrones, barcos, etc. con símbolos de la Dictadura como Pinochet o Merino. Al igual que Skorzeny: no es separable su carrera militar de lo que simbolizan políticamente. [/cita]

¿Cómo se aplica esto a la discusión? Por un tema práctico es conveniente (y sano) obviar los argumentos de tipo patológicos: quienes creen que no existieron violaciones a los derechos humanos, que los desaparecidos deben estar en algún paquete  turístico y que finalmente, todo es invención de marxistas afiebrados. Es tarea para psiquiatras, no para quienes no pertenecemos a esa disciplina el tratar de hacerles ver su pérdida del juicio de realidad.

Vamos a los que si dicen algo atendible.

Están quienes defienden “el Golpe” pero no la Dictadura. Otros señalan que son condenables las violaciones de los derechos humanos pero existieron “luces y sombras”; si es así lo no sesgado es reconocer la modernización (como pocas en el siglo XX) de la economía y que además fue “una dictadura particular” con un alto sentido legalista que se refleja en el ordenamiento constitucional que se dio a sí misma. Parece muy razonable.

No lo es. No porque sea falso necesariamente lo de la “modernización” (más allá de lo discutible de sus efectos sociales y culturales) ni el que fue desde un punto de vista estructural una dictadura particular; lo es porque el punto de partida debe ser la condena moral de un régimen que sistemáticamente violó los derechos humanos. Esto último atenta contra los principios básicos ya indicados de toda sociedad democrática: respeto a la dignidad y la libertad. La supuesta “modernización”, “el legalismo dictatorial” son irrelevantes normativamente frente a los valores anteriores.

Sobre la separación del “Golpe” y la “Dictadura” ¿Cómo separar un acto del efecto que le siguió? No es imaginable un dirigente de la derecha alemana actual que diga, algo así como: fue bueno que Hitler le ganara a la izquierda de Wels (SPD) y Thälmann (PC) el 33, lo malo vino después. ¿Sería atendible la diferenciación?

¿Qué hacer?

La democracia se concibe desde un punto inicial de tolerancia. Esta última implica tres momentos: algo que se rechaza, la aceptación de eso y la limitación en su propia aceptación. Por ejemplo, toda sociedad democrática debe rechazar el racismo ¿puede permitir la existencia de grupos racistas dentro de ella? Claro, los puede tolerar, vale decir su aceptación implicará una limitación y eso es que el discurso racista en las instituciones que representan a todos no puede tener cabida; pueden ser clubes  privados.

En nuestro caso y es lo que impide que se cierre la discusión, es que lo inaceptable y “bananero” es que existan partidos políticos, miembros de instituciones básicas de la vida republicana como el Senado y la Cámara de Diputados que respecto al Golpe y la Dictadura relativizan los dos principios básicos de la democracia. Sería “tolerable” si fueran miembros de sectas que practican rituales ocultistas que por temas numerológicos ven algo especial en la combinación 11/73 pero no, son (supuestamente) pertenecientes a los grupos de mejor nivel educacional de nuestra sociedad (agregue que alguno de ellos hacen aspaviento público de su condición cristiana) y —es lo más grave— están para defender ,más allá de su signo ideológico, la dignidad y la libertad de los ciudadanos a través de las instituciones a las cuales pertenecen. Eso es lo intolerable.

Que la izquierda tuvo responsabilidad en el deterioro de la convivencia política, sin duda. Que la derecha hizo lo propio, también es cierto. Que ambos sectores comenzaron (por razones diversas) a mirar con sospecha creciente en la década de los 60 la democracia existente en ese entonces, así es.

Nada de lo anterior puede borrar que en democracia la dignidad y la libertad son los dos pilares que le dan sustento y eso parte por rechazar normativamente cualquier discurso con pretensión de extensión a la vida pública que disminuya su valor. Eso implica también a los símbolos que les acompaña. Sería impensable en Alemania un escuadrón de fuerzas especiales con el nombre “Otto Skorzeny” (legendario comando de la era nazi). De igual forma, no puede ser aceptable que instituciones que deben pertenecer a todos (al igual que  la Roja) como el Ejército o la Marina nombren escuadrones, barcos, etc. con símbolos de la Dictadura como Pinochet o Merino. Al igual que Skorzeny: no es separable su carrera militar de lo que simbolizan políticamente.

Por último: ¿por qué no se ha logrado ese acuerdo normativo mínimo? Los nazis fueron derrotados categóricamente; muchos de los sectores que se niegan a ese consenso democrático básico tienen aún la arrogancia de quien se siente ganador.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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