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Profundizando el debate sobre la desigualdad

Pablo Varas
Por : Pablo Varas Director de Estudios IdeaPaís
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Es aceptado que la desigualdad relevante, o respecto a la cual surge esta discusión es la desigualdad social: de ingreso, calidad de vida, educación, entre otras. Sin embargo, poco se profundiza y matiza respecto de por qué es importante, a qué igualdad es la que aspiramos (y en qué nivel) y qué queremos decir en concreto.


La aspiración a una mayor igualdad, o la crítica a la desigualdad social chilena, se ha transformado en un tema recurrente tanto en la opinión pública como también en las discusiones políticas. Respecto al debate sobre la vigencia del “modelo chileno”, este tema se presenta como un aspecto central del debate. Distintas columnas o libros se han escrito sobre este tema, pero en muchos casos no se responden preguntas esenciales para definir bien el problema, y por ende plantear la solución: ¿Igualdad de qué aspiramos y cuál es la que nos importa?

En general, es aceptado que la desigualdad relevante, o respecto a la cual surge esta discusión es la desigualdad social: de ingreso, calidad de vida, educación, entre otras. Sin embargo, poco se profundiza y matiza respecto de por qué es importante, a qué igualdad es la que aspiramos (y en qué nivel) y qué queremos decir en concreto.

Lo anterior es relevante porque es necesario especificar el plano en el cual se va a evaluar la diferencia entre unos y otros, porque de lo contrario, estamos discutiendo sobre polvo, y más importante todavía, porque la aspiración de igualdad en un especio o en una dimensión puede conllevar necesariamente desigualdad en otro. Por lo mismo, no se puede aspirar a una igualdad absoluta, porque es imposible que no existan diferencias en todos los aspectos y dimensiones de la vida.

[cita]Es aceptado que la desigualdad relevante, o respecto a la cual surge esta discusión es la desigualdad social: de ingreso, calidad de vida, educación, entre otras. Sin embargo, poco se profundiza y matiza respecto de por qué es importante, a qué igualdad es la que aspiramos (y en qué nivel) y qué queremos decir en concreto.[/cita]

Un ejemplo de lo anterior es la aspiración a una “igualdad de oportunidades”, una idea que ha ganado presencia en los medios de prensa y en los discursos políticos. Personajes con ideologías tan distintas, o incluso opuestas, como Giorgio Jackson, Felipe Kast, Laurence Golborne, Michelle Bachellet, la han tomado con bandera de lucha. ¿Todos ellos se referirán a lo mismo cuando hablan de este concepto? En general, esta idea se relaciona con que todas las personas tengan las mismas oportunidades, sin importar su contexto socioeconómico o familiar, y que su “resultado”, dependa de su esfuerzo y trabajo. Y acá viene el problema: ¿Se está consciente que la igualdad de oportunidades no necesariamente implica mismo nivel de resultados, y que por lo mismo, a pesar de cumplirse esta aspiración, pueda existir desigualdad social? ¿Tenemos claro que para que exista una real igualdad de oportunidades, tiene que darse una igualdad de posiciones o de situación actual? Es evidente que en Chile tenemos que avanzar hacia una mayor cultura de la meritocracia, pero también estar conscientes que ella es sólo un paso hacia la justicia social, pero que no se agota en ella

Por otro lado, algunos han planteado el debate como una oposición, y por lo mismo elección, entre los valores sociales de la libertad y la igualdad, como si ambos fueran incompatibles. Sin embargo, como dice el premio nobel de economía Amartya Sen, en este planteamiento hay un error de categoría, porque la libertad como un posible campo de aplicación de la igualdad, y la igualdad como un posible patrón de distribución de la libertad. Por lo mismo, es necesario clarificar igualdad de qué y libertad de qué nos referimos.

Dada la diversidad natural de talentos, características, preferencias, es esperable que exista cierta desigualdad social en una comunidad. De hecho es utópico aspirar a una igualdad absoluta, porque también la diversidad es propia entre hombres libres que escogen su forma de desarrollarse. Sin embargo, estas diferencias naturales tienen un límite. Es evidente que las excesivas diferencias generan inestabilidad y odiosidades, que amenazan la cohesión social, y este factor no puede subestimarse. Si existe una alta desigualdad social a la larga se comienza a perder lo “común” entre las personas es decir, aquello necesario para decir que somos comunidad. Fuertes contrastes hacen difícil el sentido de pertenencia de todos a un mismo Chile. Es por esto que la desigualdad si importa.

A veces se plantea que el problema fuera le diferencia en la calidad y cantidad de bienes que se poseen: tradicional diferencia entre ricos y pobres. Pero hay que entender que todos estos bienes en realidad son medios que se utilizan para alcanzar ciertos fines, y al hacer esta distinción salta a la vista que el problema es la diferencia en la vida que algunos pueden llevar en comparación con otros. En este sentido, como plantea Sen, la aspiración de la igualdad social debe estar orientada a una mayor igualdad en la posibilidad de alcanzar a vivir cierto tipo de vida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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