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Relaciones internacionales y nueva competitividad global

Héctor Casanueva Ojeda y Francisco Cruz Fuenzalida
Por : Héctor Casanueva Ojeda y Francisco Cruz Fuenzalida Comité Ejecutivo Comisión Internacional del PDC
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Sin una gobernanza global, y sin nuestra participación en el desarrollo y en los resultados, nuevas formas de dominación local y global se pueden generar, tanto en la medicina, la farmacología, las comunicaciones, la educación, el medio ambiente, la energía, la seguridad y la defensa, lo que representa un riesgo de captura para países como el nuestro, aún no convertidos culturalmente hacia esa nueva agenda.


*Comité Ejecutivo de la Comisión Internacional, Partido Demócrata Cristiano (PDC)

Qué duda cabe que en los tiempos que vienen serán los países con sólidos sistemas de Innovación y Desarrollo (I+D) los que estarán a la vanguardia de los avances en ciencia y tecnología, aumentando permanentemente su productividad y competitividad global. Los que no asuman el desafío, quedarán rezagados.

La Unión Europea, con la que nos une un avanzado acuerdo de asociación, ha decidido incrementar, en plena crisis, casi un 50% su presupuesto en el sector del conocimiento, y pondrá en marcha, a partir de enero próximo, los programas Horizonte 2020, de investigación, y Erasmus Plus, de movilidad académica, con más de noventa mil millones de euros. En Silicon Valley, la Universidad de la Singularidad, creada por Google, investiga y forma líderes en sistemas de innovación, que deberán mejorar la vida de millones de personas, mientras uno de sus creadores, Ray Kurzweil, anuncia la convergencia de la inteligencia humana con la artificial y que la genética logrará detener el envejecimiento.

Japón y Europa tienen en marcha proyectos para obtener muy pronto energía solar a bajo costo desde el espacio, mediante un sistema de satélites captadores. En Corea del Sur, el Parlamento debate ya acerca de los derechos humanos de los robots, pues, en 2020, estos serán físicamente superiores a los humanos, en 2025 puede que excedan el número de personas en el mundo desarrollado, para 2032 serán mentalmente superiores, y para el año 2035 podrían sustituir por completo la fuerza laboral. Google anuncia su proyecto Loon para dar cobertura de internet gratuita a todo el mundo. En cinco años, es probable que el 85% de la población mundial tenga internet móvil de alta velocidad.

[cita]Sin una gobernanza global, y sin nuestra participación en el desarrollo y en los resultados, nuevas formas de dominación local y global se pueden generar, tanto en la medicina, la farmacología, las comunicaciones, la educación, el medio ambiente, la energía, la seguridad y la defensa, lo que representa un riesgo de captura para países como el nuestro, aún no convertidos culturalmente hacia esa nueva agenda.[/cita]

Estos son algunos ejemplos que demuestran que lo que señalamos no es una sofisticación de laboratorio, ni un tema ajeno a una política exterior sensible a los temas emergentes.

Las relaciones exteriores de Chile deben enfrentar esta realidad y, como una tarea central para los próximos años, contribuir a conectarnos mejor y sostenidamente con los países, regiones y organismos internacionales que lideran este desarrollo. Al mismo tiempo, deben hacerse cargo de las amenazas a la seguridad global y la propia, ya que muchos de estos avances están al alcance del crimen organizado y el terrorismo, cuya contención y solución sólo es posible acometerlas local y globalmente, mediante la cooperación internacional y una gobernanza compartida a escala planetaria. Todo esto, sin olvidar que la construcción de un nuevo orden mundial debe estar basado en la equidad y la solidaridad, lo que no parece muy factible si no hay una redistribución del conocimiento y una democratización del saber universalmente producido, so pena de caer en una nueva marginalidad internacional: la científico-tecnológica.

En efecto, esta revolución del conocimiento trae aparejado un riesgo potencial para todos, que radica en la utilización que se haga de los avances, su distribución global y el impacto en las economías, el empleo, la educación, en sistemas productivos basados en recursos como el petróleo, el gas o el cobre, como en nuestro caso. Sin una gobernanza global, y sin nuestra participación en el desarrollo y en los resultados, nuevas formas de dominación local y global se pueden generar, tanto en la medicina, la farmacología, las comunicaciones, la educación, el medio ambiente, la energía, la seguridad y la defensa, lo que representa un riesgo de captura para países como el nuestro, aún no convertidos culturalmente hacia esa nueva agenda.

¿Por qué no poner estos temas en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas durante el periodo en que seremos miembros, puesto que estas son nuevas realidades de la seguridad internacional más allá de las hipótesis convencionales?

Esta no es una tarea que deba acometerse sólo “puertas adentro”, sino de abordaje global, a través del sistema internacional. Para un país como Chile, con un largo camino por recorrer aún para sintonizar con este “otro mundo”, una política internacional inteligente puede hacer la diferencia, si contamos con un Servicio Exterior basado en nuevas formas y estilos, innovando en la acción, como en la diplomacia pública o la diplomacia digital, sintonizando, por una parte, con las necesidades ciudadanas, de las empresas, las organizaciones sociales, las universidades y las regiones, en un verdadero Sistema de Política Exterior; y, por otra, dialogando a través de una nueva cooperación internacional con el mundo desarrollado, por medio de nuevos términos de referencia ligados al conocimiento, con programas punteros como los europeos, norteamericanos y asiáticos, para importar a Chile avances que nos permitan reducir las brechas de competitividad en los diversos sectores.

Sin duda que una manera relevante y necesaria de aproximarse a este desafío, es la tan reiterada modernización de la Cancillería, pero en clave sistémica, esto es: coherente con la modernización del Estado. Recordemos que desde el año 2008 hay ingresado en el Congreso un proyecto de ley que planteaba interesantes cambios en esta línea, pero que se encuentra paralizado en su discusión. Esta postergación genera incertidumbres y debates parciales, desenfocados del esencial interés colectivo, limitándose a cuestiones corporativas.

Ser capaces de manejar nuestra inserción internacional, competir en el mundo global, resguardar nuestros intereses en este nuevo contexto, marca la urgencia de contar con una Cancillería moderna y ágil, que privilegie la creación de conocimiento y aporte valor al existente, desde su propia expertise. Para acometer aquello, una carrera diplomática con mayores exigencias y estándares, en ingreso y promoción, un papel protagónico de nuestros diplomáticos en todos sus grados, con reales incentivos para quienes ingresan al Servicio y un rol centrado en la participación y gestión de una política exterior ejecutiva y prospectiva, resulta crítico.

El programa de gobierno de la Nueva Mayoría dado a conocer hace unos días, incluye precisamente la generación de un Sistema Integrado de Política Exterior y una nueva diplomacia “…que exige una Cancillería moderna, con flexibilidad y capacidad de respuesta a los desafíos del siglo XXI, contando con un personal especializado y una carrera funcionaria basada en capacidades y merito, acompañada de un diseño y visión estratégica…”.

Hoy, más que nunca, el diagnóstico compartido para que aquello ocurra está dado, y será el liderazgo político de nuestras próximas autoridades al que toque conducir con visión y decisión este proceso para enfrentar este nuevo orden mundial.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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