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Las ¿dudas? de la derecha de los nuevo tiempos

Alejandro González-Llaguno
Por : Alejandro González-Llaguno Sociólogo, analista político y encuestólogo.
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Tal como se venía pronosticando desde las municipales pasadas, la derecha ha sido nuevamente derrotada en las urnas. Sacar el 25% de votos en la presidencial es una debacle electoral para el oficialismo. No obstante, por pasar a la segunda vuelta trasforman la derrota en victoria. Ya sabemos: la segunda vuelta no es un “sí, se puede” –similar al “es posible” de Golborne- ni tampoco una nueva oportunidad. Acaso, ¿alguien puede pensar que el resultado presidencial será revertido?; ¿alguien puede pensar que el resultado de la “batalla final” será distinto a lo que dicen las encuestas hace más de dos años y que se ha ratificado en tres elecciones consecutivas?

En consecuencia, lo único que falta para coronar la crisis de la derecha es recibir en tres semanas más una paliza –goleada, si se quiere- electoral y política que la obligue a mirarse al espejo sin el velo autocomplaciente de la soberbia y de la arrogancia de “ser los mejores”. Ya será paliza si se repiten los resultados de la primera vuelta. En efecto, si en la presidencial pasada sólo consideramos los votos de Bachelet y Matthei el resultado sería 65.1% contra un 34.9%.

La derecha está inmersa en una crisis profunda de largo alcance: ¿cabe alguna duda? Los bajos niveles de aprobación presidencial, el fracaso de la “nueva forma de gobernar”, la conflictiva y dolorosa carrera presidencial, los permanentes cambios de gabinete, las tres derrotas electorales en tres elecciones y el debate en torno a la “nueva derecha” son señales de que las cosas no están bien en el oficialismo.

Hace cuatro años Piñera estaba a semanas de ganar la presidencial. En diciembre del 2009 ganó la primera vuelta con el 44% de los votos; y la segundo vuelta, la ganó un mes después con el 51.6% de las preferencias. Frente a esta coyuntura, ¿alguien podrá pensar y/o sugerir que la derecha estaba en crisis?  Son días de plétoras de poder y felicidad.

Pero, todo esto comienza a cambiar muy rápidamente. La máxima expresión de este hecho es la reciente derrota presidencial que muestra que en cuatro años la derecha bajo su votación presidencial en 21 porcentuales y su peso parlamentario se vio reducida de modo significativo.

En consecuencia, los datos muestran una certeza indesmentible: la derecha está en crisis. Hoy, esto es lo único claro. La segunda vuelta, por tanto, sólo viene a prolongar la agonía final y dilatar el proceso de “re-fundación”, “re-formulación”, “re-estructuración” y/o “adaptación” o como quieran llamarle.

Las dudas surgen, por tanto, cuando corresponde analizar y definir el tipo de coyuntura que se abrirá en el sector; en definitiva, el tipo de adaptación que se imponga. Pero, en el sub-suelo de la derecha ya hay movimientos pensando en el futuro: tipo de oposición a constituir, próximas definiciones internas de sus partidos, posicionamientos presidenciales y pulsiones generacionales.

Al entrar a esta nueva fase, la derecha deberá –en primer lugar- hacer un diagnóstico que explique ¿cómo en tan poco tiempo el oficialismo paso de la ilusión al pesimismo y del triunfo a la derrota?

Los mayores problemas del gobierno y la derecha han sido políticos –que durante mucho tiempo fueron confundidos con déficit comunicacional–. Comienzan desde el primer momento cuando Piñera diseña un gabinete técnico sin experiencia política.

Luego, la “nueva forma de gobernar” se vio debilitada por dos hechos más: los conflictos de interés y la actitud autocomplaciente de insistir y repetir hasta la saciedad el “somos los mejores”.

Junto a esos problemas fundacionales de la gestión aparecen dos más que han sido decisivos y que va contribuir a debilitar la “nueva forma de gobernar” a mediano y largo plazo: su incapacidad para identificar y resolver conflictos y no haber estado a la altura de las expectativas.

Junto a estas áreas de tensión y debilidad surge una fundamental: llevar la disputa presidencial al interior del gabinete. Fue, por tanto, la coyuntura presidencial lo que terminó por consolidar y profundizar la crisis política del oficialismo.

En lo general, en estos cinco elementos encontramos las razones por la cuáles la derecha en cuatro años paso del éxito al fracaso. Hoy, la derecha es más débil que hace cuatro años. La derecha está en crisis. De esto no hay duda. Pero, ¿cómo salir de esta coyuntura? y volver a re-encantar a los ciudadanos, a su electores y a ser competitiva.

Mucho se ha escrito y debatido sobre la refundación del sector y la manoseada “nueva derecha”. Lo que va suceder en esta perspectiva desde la derrota definitiva es incierto: ¿alguien sabe que va pasar con el sector?; ¿alguien tiene claro los caminos que va seguir la derecha?

Lo único que me parece evidente hoy, es que la derecha se debe “adaptar” si quiere ser competitiva a las condiciones y rasgos del nuevo ciclo social y político. La derecha no captó que el “Chile político” había cambiado. Debió, en consecuencia, gobernar en un terreno pantanoso. Por ello, a medida que se iba consolidando la nueva fase política, la derecha se iba debilitando a nivel político, electoral e ideológico: político, porque ha perdido credibilidad y capacidad de articular; electoral, porque ha sufrido tres derrotas contundentes; e ideológica, porque sus ideas fundacionales están fuertemente cuestionadas.

En la coyuntura actual la derecha se ha quedado sin fuerzas para defender el modelo económico, político y cultural instaurado en el gobierno de Pinochet y consolidado en los gobiernos de la Concertación. Este es, en consecuencia, el principal problema político que la derecha debe enfrentar y resolver: adaptarse y defender el modelo en una situación de debilidad. La derecha ha entrado a una fase defensiva de acción política.

Vendrán días complejos. Los caminos que tome esta crisis no están muy nítidos. Mucho depende de lo que ocurra en la segunda vuelta. Las preguntas decisivas ya están planteadas: ¿cómo adaptarse?, ¿en qué dirección hacerlo?, ¿quién y quienes van liderar este proceso?, ¿qué ideas fuerza van a defender y/o promover?, ¿qué tipo de relación van a establecer con el nuevo oficialismo?, ¿qué articulaciones de poder de va a imponer?, ¿qué tipo de oposiciones se van a desarrollar en su interior?, ¿cómo se va desarrollar la pugna generacional que se da en el sector? son algunas de las preguntas que se tendrán que dilucidar en la coyuntura  post presidenciales.

Hoy, hay más dudas que certezas. El tipo de respuesta que se dé a cada una de las interrogantes anteriores va definir el tipo de adaptación que se ponga en marcha. Para esto, la derecha debe saber, entender y aceptar que en el nuevo ciclo político va tener que competir sin subsidio político. Toda adaptación se hace sobre este contexto y fundamento.

La derecha deberá entender, en consecuencia, que en la nueva fase política el proyecto de “la sociedad chilena” se definirá de manera colectiva con las reglas de la democracia. El nuevo Chile, por tanto, no será el resultado de la imposición militar de un tipo de sociedad de unos por sobre otros; ni tampoco la defensa binominal de ese modelo, sino al contrario, el resultado de la competencia democrática.

Esto recién comienza. Por ahora, seguimos en esta inútil y agónica segunda vuelta. No estaba equivocado el presidente del PS, Andrade, de que lo mejor era “hacerla cortita”. Sin duda, era lo mejor para todos. «Caminante, se hace camino al andar».

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