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Reforma económica y lucha antiterrorista en China: maridaje controvertido

A diferencia del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, por ejemplo, parece que el nuevo Comité para la Seguridad Estatal de la República Popular China abarcaría áreas de política interna y exterior, estaría subordinado al Comité Permanente del Buró Político del PCCh y coordinaría la labor de aparatos (policiales, de inteligencia, contrainteligencia, seguridad, prevención y atención frente a desastres naturales) que solían trabajar repartidos en Ministerios y Fuerzas Armadas chinas.


Características y proyecciones de un nuevo Comité para la Seguridad Estatal de China son hoy temas principales de debate entre los observadores del gigante asiático. La formación de este organismo, que se encargará de la lucha contra el terrorismo y las amenazas externas, tiene relevancia especial. Es por ello que fue la única decisión concreta e inmediata anunciada al término del Tercer Pleno del XVIII Comité Central del Partido Comunista Chino (PCCh), que del 9 al 12 de noviembre sesionó a puertas cerradas en Beijing.

El cónclave, donde participaron cerca de 400 miembros plenos y suplentes del Comité Central, aprobó un documento que contempla el mayor plan de reformas financieras, económicas y sociales en décadas. El plan será coordinado e impulsado por un equipo paragubernamental, que rendirá cuenta directa ante la máxima dirección del PCCh. Se informó, no obstante, que las reformas se implementarían de manera gradual de aquí al año 2020.

Salta a la vista la acumulación de poder en torno a Xi Jinping que teóricamente derivaría del Tercer Pleno. A la presidencia del Estado, el Partido y la Comisión Militar Central adquirida en noviembre 2012, Xi Jinping anexaría ahora el mando sobre el importante Comité para la Seguridad Estatal (CSE) y sobre el equipo de las reformas. El veterano periodista británico Jonathan Fenby comentó en el diario The Guardian que semejante concentración en la toma de decisiones era previsible y necesaria en la coyuntura actual. Según Fenby, con cinco libros publicados sobre China, “como buen leninista, Xi Jinping sabe que es la única forma de enfrentar la inercia burocrática y la resistencia a las reformas por parte de los intereses creados en Beijing, sin remecer a fondo el orden político existente”.

[cita]A diferencia del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, por ejemplo, parece que el nuevo Comité para la Seguridad Estatal de la República Popular China abarcaría áreas de política interna y exterior, estaría subordinado al Comité Permanente del Buró Político del PCCh y coordinaría la labor de aparatos (policiales, de inteligencia, contrainteligencia, seguridad, prevención y atención frente a desastres naturales) que solían trabajar repartidos en Ministerios y Fuerzas Armadas chinas. [/cita]

Sin embargo, los precedentes indican que 12 meses son insuficientes para suponer consagrado un liderazgo supremo en China. Jiang Zemin (1989-2002) y Hu Jintao (2002-2012), bajo condiciones menos complejas, sólo se instalaron a plenitud en la segunda mitad de sus respectivos mandatos. Resulta igualmente dudoso que el CSE se adecúe por completo al marco interpretativo de Fenby: existen justas aprehensiones de que una mayor institucionalización de la lucha antiterrorista se preste para recortar todavía más los derechos ciudadanos en China y/o para poner límites muy estrechos a las reformas anunciadas.

Por lo demás, es sabido que los problemas de las autoridades chinas en las regiones autónomas, en Tibet y particularmente en Xinjiang, son agudos, multifacéticos y de larga data. El Turkestán Oriental o Xinjiang, en el noroeste de China, es un territorio rico en gas y petróleo, con fronteras porosas que conducen a Rusia, Mongolia, Kazajstán, Kirguistán, Tayikistán, Afganistán, Paquistán e India. Su superficie es de 1.6 millones de km2, de los cuales sólo 4.3% es habitable. Allí chinos étnicos Han, kazajos, tayikos, hui, kirguisos y mongoles coexisten con 11 millones de uygures, el grupo mayoritario de raíces turcas y confesión musulmana.

Durante las dos últimas décadas del siglo pasado contingentes uygures viajaron a Paquistán y Afganistán, se incorporaron al yihadismo islámico e iniciaron acciones violentas aisladas en territorio chino. Al mismo tiempo, comenzaron a multiplicarse los disturbios civiles en Xinjiang, donde los uygures se consideran víctimas de prácticas laborales discriminatorias y restricciones religiosas. La diáspora de la etnia uygur con vocería en Estados Unidos tilda de “imperialista” la conducta de Beijing, pues afirma que Turquestán Oriental pertenece en realidad a Asia Central y no a China. El gobierno chino, siempre celoso de la integridad territorial, riposta con denuncias acerca de la seria amenaza terrorista-extremista-separatista que sólo en lo que va de año reporta más de 200 muertos, en su mayoría uygures. Lo cierto es que China gasta hoy al menos $US 111 billones anuales en seguridad interna, casi tanto como los $US 114 billones del presupuesto militar chino del 2013.

A diferencia del Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos, por ejemplo, parece que el nuevo Comité para la Seguridad Estatal de la República Popular China abarcaría áreas de política interna y exterior, estaría subordinado al Comité Permanente del Buró Político del PCCh y coordinaría la labor de aparatos (policiales, de inteligencia, contrainteligencia, seguridad, prevención y atención frente a desastres naturales) que solían trabajar repartidos en Ministerios y Fuerzas Armadas chinas.

Para asumir como jefe de staff en las tareas cotidianas del CSE y, a la vez, Consejero de Seguridad del Presidente Xi Jinping, se menciona al miembro del Buró Político del PCCh Wang Huning, discreto y brillante intelectual de 58 años de edad, cuyo extenso e interesante currículo bien merece ser tratado en un próximo artículo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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