Publicidad

Las contradicciones de Bachelet

Pablo Varas
Por : Pablo Varas Director de Estudios IdeaPaís
Ver Más

La principal contradicción se produce en el contexto de los famosos “derechos individuales”. Por un lado, Bachelet ha insistido en la importancia de recuperar el sentido de “comunidad”, de aquello común que compartimos todos los ciudadanos, los cuales no podemos ser indiferentes a la pobreza y la desigualdad. Pero, al entrar en temas como el “matrimonio” homosexual y el aborto, lo importante no es la comunidad o la sociedad, sino el individuo y sus “presuntos” derechos.


Hasta el momento la estrategia de Michelle Bachelet ha sido simple: generar el menor ruido posible, evitar las definiciones complejas y apostar a ganador siguiendo el vuelo de su alta aprobación pública. ¿Por qué la candidata ha optado por el silencio, la baja exposición en los medios de comunicación y esquivar las interpelaciones? Porque es precisamente por ahí por donde su candidatura puede hacer agua: la principal debilidad de Bachelet son sus propias contradicciones, tanto entre su discurso y su programa de gobierno, como entre sus propias banderas de lucha.

Bachelet ha dicho en varias oportunidades que es una persona profundamente democrática y que tiene una alta valoración por el pluralismo, las diferentes posibilidades de vivir la vida y las distintas visiones de sociedad. Más aún, algunas de sus propuestas se inspiran en lo que sería la búsqueda de “un Chile diverso y democrático”. En su programa, particularmente en el ámbito de la educación, se lee que “Garantizaremos que los padres puedan elegir el modelo educativo que quieran para sus hijos”. Uno esperaría, entonces, medidas que tendieran a fortalecer el compromiso del Estado con la diversidad de proyectos educativos, de modo que la libertad de enseñanza fuera posible para todas las familias, y no sólo para las de mayores ingresos. Sin embargo, la propuesta de Bachelet apunta a promover una visión aún más homogénea de la educación que la que hoy existe, a través de una mayor injerencia del MINEDUC en los programas escolares y una mayor relevancia de las pruebas estandarizadas. No existe una sola visión de sociedad desde donde educar y enseñar y, por lo mismo, no pareciera justificarse el aumento del control estatal en educación. Esta idea se aleja de un sistema democrático, realmente pluralista, y más bien corre el riesgo, según cuánto se coarte la diversidad de proyectos educativos, de acercarse a uno de corte totalitario.

[cita]La principal contradicción se produce en el contexto de los famosos “derechos individuales”. Por un lado, Bachelet ha insistido en la importancia de recuperar el sentido de “comunidad”, de aquello común que compartimos todos los ciudadanos, los cuales no podemos ser indiferentes a la pobreza y la desigualdad. Pero, al entrar en temas como el “matrimonio” homosexual y el aborto, lo importante no es la comunidad o la sociedad, sino el individuo y sus “presuntos” derechos.[/cita]

Por otro lado, si se analiza el programa de Bachelet, salta a la vista su intención de ampliar la protección social, en especial su preocupación por los más vulnerables. Esto implica tanto aumento de programas y de presupuestos, como también una mejor focalización del gasto social. Pero, ¿cómo se condice lo anterior con la gratuidad universal de la educación superior? Seguramente algún lector abanderado podría decir “porque es un derecho social». Sin embargo, ¿no son también un “derecho social” la vivienda, la salud y las pensiones? ¿Cuál es la diferencia entre estos derechos y la educación, que hacen que en la primera se busque gratuidad universal y en los otros precisamente se focalice el gasto con vistas a ayudar más a quienes más necesitan los bienes públicos que provee el Estado?

Con todo, la principal contradicción se produce en el contexto de los famosos “derechos individuales”. Por un lado, Bachelet ha insistido en la importancia de recuperar el sentido de “comunidad”, de aquello común que compartimos todos los ciudadanos, los cuales no podemos ser indiferentes a la pobreza y la desigualdad. Pero, al entrar en temas como el “matrimonio” homosexual y el aborto, lo importante no es la comunidad o la sociedad, sino el individuo y sus “presuntos” derechos: independiente del efecto social que puedan tener, del año que se puede estar haciendo a un tercero (como el caso del aborto), lo importante es lo que quiere el individuo, aislado de los demás y egoísta en sus intereses y pretensiones. ¿Qué es lo importante entonces? ¿Cuál es la diferencia entre esa actitud y aquellas que se critican en quienes se coludieron en fraudes como “La Polar” o el “caso Farmacias”? ¿No se trata acaso del peor de los “neoliberalismos” que ella critica, pero llevado al ámbito moral y cultural?

Es de esperar que, de aquí al 15 de diciembre, estas y otras contradicciones queden al descubierto. Así los chilenos sabrán por quién están votando, y cuáles son las discusiones y contradicciones que habrá que enfrentar en caso que Michelle Bachelet sea la próxima Presidenta.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias