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Más de un 20% de música chilena

Por: Juan Antonio Durán, director general de la SCD


 

Sr. Director:

Cuando el profesor Loewe dedica dos columnas periodísticas consecutivas al tema del 20% de música chilena en las radios del país, ello puede significar que el tema es de alta trascendencia, o que la canícula, que trae aparejada una baja natural de actividad académica, estimula especialmente a nuestros académicos hacia determinadas materias.

Me parece en primer lugar un logro y un avance espectacular, que Loewe, a diferencia de su columna anterior, avance al extremo de decir que la iniciativa de estimular la música chilena mediante la definición de una presencia radial mínima, sería “the second best” (la segunda mejor solución, es español, ya que hablamos de lo chileno). Es decir, avanza en una semana, de considerarla una medida chauvinista e integrista, a decir que se trata de la segunda mejor alternativa para tener un espacio local atractivo para la música. Luego examinaremos los problemas de su mejor solución.

En primer lugar, no me parece el caso entrar aquí a calificar o descalificar las intenciones de los parlamentarios que presentaron la moción legislativa inicial, especialmente porque a lo largo de su tramitación el proyecto ha tenido modificaciones sustantivas, y apoyos transversales, siendo incorrecto pretender colocar el proyecto bajo el foco del interés de uno u otro partido político.

El artículo de Loewe discurre utilizando un esquema de análisis que no por engañoso deja de utilizarse: elige algunos argumentos malos como pilares de la idea que pretende atacar, luego analiza y destruye dichos malos argumentos, para concluir graciosamente que la idea que “sustenta” estos argumentos, debe entonces ser necesariamente mala. Una elaboración más plausible sería construir los propios argumentos, y no caer en este juego retórico.

Si el mismo Loewe reconoce que “afortunadamente” la definición de música chilena incluida en nuestra legislación es pluralista, no se entiende ni tiene asidero que parta su argumentación señalando que se trata de una iniciativa integrista. Tampoco la definición de la palabra integrismo se condice con el espíritu de una iniciativa que promueve un escuálido 20% de música chilena en las radios. En el extremo, hablar de 100% de música chilena, más que integrismo sería exagerado y ridículo, posición que hasta el momento nadie ha formulado.

Nada dice Loewe de legislaciones locales ya vigentes, contra las cuales debería igualmente arremeter, como la relativa al Consejo Nacional de Televisión, que establece que podrá fijarse “hasta un 40%” de programas producidos en el país en la emisión de los canales de televisión abierta. ¡Integrismo doble! Ni imaginar lo que opinará Loewe de que se ice en los colegios solo la bandera chilena y se entone solo el Himno Nacional, en desmedro de hermanos de otras latitudes cuyos emblemas podrían ser tanto o más dignos de ser reconocidos.

Más aún, también caerían bajo la lógica del integrismo chauvinista los términos del Tratado de Libre Comercio suscrito con USA, que curiosamente (bajo esta línea de pensamiento), entendió y estuvo de acuerdo con incluir en el Tratado una cláusula de reserva cultural, según la cual“Chile se reserva el derecho de adoptar o mantener cualquier medida que otorguetrato diferente a países conforme a cualquier tratado internacional bilateral o multilateral existente o futuro con respecto a las industrias culturales”. Cabe agregar que la expresión “excepción cultural”, surgió de las negociaciones entre EE.UU. y la U.E., y fue Francia que la puso en boga. Tan chauvinistas que son estos europeos.

Que escuchar algo más de música chilena en las radios puede conducir a la hecatombe, siguiendo el camino del nacionalismo cultural herderiano, parece más una afirmación producto de los intensos calores de temporada, por lo que no entraremos en ese terreno.

También es importante señalar que el proyecto en cuestión se sitúa en línea y en el contexto de las políticas públicas desarrolladas en el país en los últimos años, y no se trata de una medida aislada. La Política de Fomento de la Música Nacional 2007 – 2010, del Consejo de Fomento de la Música Nacional (ya por su nombre Loewe debería agregarlo a su listado de entidades chauvinistas y proteccionistas) señala que “esta situación (la baja presencia de música nacional en las radios chilenas) es preocupante si se tiene en cuenta que en todos los países vecinos la proporción de música nacional es mucho mayor. También es necesario tener en cuenta que muchos países tanto latinoamericanos como europeos han aprobado leyes de protección de la música nacional”, y por lo tanto propone “inducir por medio de estímulos una mayor difusión por parte de las radioemisoras del repertorio musical chileno” y buscar una adecuada regulación del medio radial, en la perspectiva de identificar y acordar medidas distintas de los estímulos, y que conduzcan a la misma meta o finalidad de reforzar la difusión del repertorio de música nacional. Chauvinismo por todos lados.

Tal como se mencionó en una columna previa, este proteccionismo nocivo afecta también a instituciones como la Unesco, que en la Convención Para la Diversidad Cultural, suscrita por Chile, sostiene que los Estados tienen el derecho soberano de adoptar medidas y políticas para proteger y promover la diversidad de las expresiones culturales en sus respectivos territorios”.

Efectivamente acierta el profesor Loewe al señalar que, tal como lo hemos reiterado, esta medida apunta a corregir fallas de mercado. Sin embargo, se equivoca al señalar que esto restringe la libertad editorial radial, y lo hace rotundamente al preguntarse cómo podría cumplir esta norma, por ejemplo, la Radio Beethoven, ignorando que para el mes del bicentenario, dicha radio programó sus emisiones considerando un 100% de música chilena, incluyendo interpretaciones de Arrau, grabaciones de la Orquesta Sinfónica, etc., etc., lo que demuestra que la norma si es factible.

También cabe aclarar que este proyecto no implica el traspaso de un centavo adicional por derechos de autor desde las radios a los autores. Siendo el monto idéntico, lo que sí es efectivo es que autores nacionales recibirían más derechos de autor, lo que es una consecuencia, pero en ningún caso ni el objetivo ni la justificación de la medida.

Respecto de un par de asuntos puntuales señalados:

Está en lo cierto el profesor al indicar que establecer un cierto porcentaje mínimo es una definición más bien arbitraria. En esto, como en muchos otros casos, el sentido común puede ser de gran ayuda a la hora de legislar. De hecho, un 20% del espacio reservado para lo local, es más bajo que lo establecido en casi todas las legislaciones de este tipo, y muy probablemente sería preferible establecer dicho mínimo en un 30 o un 35%, lo que no quita el gran avance que significaría aprobar el proyecto de ley tal como se encuentra.

Finalmente, en cuanto a su proposición de asignar nuevas concesiones radiales, es importante saber que el espacio radioeléctrico es finito, encontrándose agotada la posibilidad de asignar nuevas frecuencias en gran parte del país. En esa dirección, la SCD acaba de firmar un acuerdo con las radios comunales, que incluye el compromiso de éstas de programar como mínimo un 40% de música nacional, lo que es una muestra del compromiso de dichas radios con el contenido local, pero que ciertamente no soluciona ni remotamente el problema de fondo.

Por último, la cantidad de discos financiados por el CNCA, acumulados en un canasto bajo la mesa de la cocina, sin posibilidad alguna de ser difundidos radialmente, muestra a las claras que este no es un problema de fomento a la creación artística, sino un asunto bastante más complejo de lo que puede parecer a primera vista.

Es necesario que los artistas chilenos tengan la posibilidad de mostrarle a sus compatriotas en qué consiste el fruto de su trabajo.

Juan Antonio Durán
Director General de la Sociedad Chilena del Derecho de Autor (SCD)

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