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Amnesia al horror

Francisco Sánchez Urra
Por : Francisco Sánchez Urra Francisco Sánchez Urra es Investigador Fundación para el Progreso
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¿Qué llevó a hombres y mujeres a arriesgar su vida? Principios que para nosotros hoy son muy comunes, como la libertad de expresión, la posibilidad de mejorar a través del esfuerzo nuestras condiciones de vida, el libre tránsito, emprender, la propiedad privada, vivir sin miedo, es decir: libertad. Durante muchos años ésta fue negada, y aún lo es, por el comité central de alguno de estos “paraísos en la Tierra”, establecidos bajo el yugo del igualitarismo y con un terrorismo de Estado que ha cobrado millones de vidas.


Durante las últimas semanas se ha escuchado en forma continua, a veces con odiosa insistencia, a varios personeros del Partido Comunista defender lo indefendible. Por ejemplo, el diputado reelecto Lautaro Carmona, negó la violación sistemática de los Derechos humanos en Alemania Oriental; la diputada electa Karol Cariola declaró admiración ciega a Lenin y su obra; el dirigente comunista Camilo Ballesteros afirmó que en la dictadura cubana “hay una democracia distinta a la chilena”; y no olvidemos que el diputado Guillermo Tellier defendió el régimen totalitario de Corea del Norte.

La verdad es que estas afirmaciones no son ninguna novedad. Lo inédito es el papel trascendental que el Partido Comunista tendrá en el gobierno de la Nueva Mayoría, ya sea eventualmente integrando el gabinete y, sin duda, con sus votos en la Cámara presidiendo nada menos que las comisiones de Cultura y Derechos Humanos. Por cierto, ¿cuál será la posición del futuro gobierno chileno, ese que –se supone– nos representará a todos, en materia de  Derechos Humanos con estos paladines?

[cita]¿Qué llevó a hombres y mujeres a arriesgar su vida? Principios que para nosotros hoy son muy comunes, como la libertad de expresión, la posibilidad de mejorar a través del esfuerzo nuestras condiciones de vida, el libre tránsito, emprender, la propiedad privada, vivir sin miedo, es decir: libertad. Durante muchos años ésta fue negada, y aún lo es, por el comité central de alguno de estos “paraísos en la Tierra”, establecidos bajo el yugo del igualitarismo y con un terrorismo de Estado que ha cobrado millones de vidas. [/cita]

Tengamos en cuenta los hechos. En Alemania Oriental había nada menos que un muro, múltiples alambradas, guardias armados con orden de fusilamiento y otros sistemas bárbaros para evitar la “fuga de ciudadanos”. En tanto, en Cuba hoy los balseros son un símbolo de la desesperación de quienes arriesgan sus vidas en aguas infestadas de tiburones para escapar de una economía planificada, de miserables condiciones de vida, sin libertad de expresión, ni derecho a la propiedad o la organización política. En ambos países, millones escapan del comunismo.

La “democracia de los pies”, aquella que hombres y mujeres manifestaron arriesgando sus vidas –literalmente– para vivir fuera de esas utopías totalitarias comunistas, es uno de los mejores ejemplos de cómo el ser humano busca forjar su propio destino, aspirando a explotar sus propias capacidades para poder elegir en libertad su felicidad.

¿Qué llevó a hombres y mujeres a arriesgar su vida? Principios que para nosotros hoy son muy comunes, como la libertad de expresión, la posibilidad de mejorar a través del esfuerzo nuestras condiciones de vida, el libre tránsito, emprender, la propiedad privada, vivir sin miedo, es decir: libertad. Durante muchos años ésta fue negada, y aún lo es, por el comité central de alguno de estos “paraísos en la Tierra”, establecidos bajo el yugo del igualitarismo y  con un terrorismo de Estado que ha cobrado millones de vidas.

“Tapar el sol con un dedo” es una peligrosa práctica en donde la “amnesia al horror” parece ser otro de los múltiples intentos de reescribir la historia en el establecimiento del mesianismo estatal, ese que asegura que puede elegir mejor que los individuos y que no somos capaces de ejercer la libertad, libertad que añoramos cuando nos es escasa al igual que la buena salud.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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