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Nuevo enfoque del Desarme Nuclear y el interés de Chile

¿Chile debe interesarse en asuntos de Desarme Nuclear? Esta vez la lógica y la obviedad indicarían que sí y los principios de Política Exterior de nuestro país reafirman nuestra obligación, y derecho, a estar en el centro de la toma de decisiones políticas internacionales que cimienten las condiciones de estabilidad y paz.


Dentro de unas semanas se reunirán en México más de cien Estados, Organismos Internacionales, organizaciones de la sociedad civil y del sector académico para analizar los efectos que tiene la detonación, intencionada o accidental, de un arma nuclear. Esta será la segunda oportunidad en que se realice este ejercicio. El primero fue organizado por el Reino de Noruega, hace un año.

Es válido preguntarse sobre la necesidad de reunir a más de 150 delegaciones, con el costo asociado a este tipo de Conferencias, por segunda vez, si la respuesta lógica y obvia frente a una detonación nuclear es daño indiscriminado. ¿Vale la pena volver a analizar los efectos del armamento nuclear, si el mundo ya lo apreció tras las detonaciones en Hiroshima y Nagasaki? La respuesta pareciera ser positiva, pero la obviedad no reemplaza a la lógica en materia de Desarme Nuclear.

Hay hechos básicos que cualquier persona puede asumir sin temor a equivocarse. Si un arma nuclear básica y arcaica como la detonada en Hiroshima fuese lanzada sobre Santiago, habría destrucción generalizada. En efecto, frente a esa detonación sobre Santiago no quedaría nada en pie (ni nadie vivo) en el cuadrante entre Plaza Italia/ Matucana y Avenida Matta/Renca. Ahora, si fuese detonada sólo un arma termonuclear de 6ª generación, de unos 500 Kilotones, como las existentes en los arsenales estratégicos de los países nucleares el día de hoy, no quedaría nada dentro de la circunvalación Américo Vespucio, todo ello sin mencionar el impacto que una detonación nuclear sobre Santiago tendría, en el corto y largo plazo, en los ámbitos de salud, económicos, de desarrollo, ambientales, sociales.

Ahora, si bien la capacidad destructiva de las armas nucleares son su mayor atributo militar, también es su mayor defecto político, ya que esa capacidad destructiva indiscriminada está en directa contradicción con las reglas de la guerra, el derecho ambiental y, en general, con todo el sistema internacional de los derechos humanos. En concreto, el armamento nuclear está en directa contradicción con la propia humanidad, su desarrollo y su existencia.

[cita] ¿Chile debe interesarse en asuntos de Desarme Nuclear? Esta vez la lógica y la obviedad indicarían que sí y los principios de Política Exterior de nuestro país reafirman nuestra obligación, y derecho, a estar en el centro de la toma de decisiones políticas internacionales que cimienten las condiciones de estabilidad y paz. [/cita]

Con esa premisa básica en mente, un grupo de países, en conjunto con la sociedad civil organizada, ha ido delineando un nuevo enfoque para presionar por el desmantelamiento definitivo y completo de los arsenales nucleares en foros multilaterales. Ese nuevo enfoque no es más que la aplicación de los preceptos básicos del Derecho Internacional Humanitario. Esa rama del Derecho Internacional prohíbe todos los medios y métodos de guerra que: no discriminen entre combatientes y civiles; causen daños superfluos o sufrimientos innecesarios; causen daños graves o de largo plazo para el medio ambiente y causen daños desproporcionados.

Sobre la base de estas reglas básicas de “humanidad” para llevar adelante una guerra, y con una perspectiva política de largo plazo, se pretende cambiar la dinámica y el enfoque de los actuales mecanismos de Desarme. Chile es parte de ese movimiento, que surge en Ginebra. Desde los foros diplomáticos de esa ciudad ha surgido la gran mayoría de las iniciativas e instrumentos internacionales de protección de los seres humanos. Ese “clima humanitario”, que hoy en día da sustento ético a las dinámicas globales, genera una superposición virtuosa entre el Derecho Humanitario Internacional, los Derechos Humanos y el Desarme.

Esta dinámica entre los derechos –y protección de las personas– y los mecanismos de desarme, ha ido bosquejando un entorno apropiado para el surgimiento de esta iniciativa que busca deslegitimar las armas nucleares a través de la aplicación de la ley, la racionalidad y la ética.

En un escenario de imposibilidad de negociar de manera efectiva instrumentos internacionales que proscriban el armamento nuclear (posesión y uso) al interior del sistema de Naciones Unidas debido a múltiples factores, es que la aproximación humanitaria hacia el Desarme Nuclear surge y se valida. Ese es el espíritu que mueve a esa iniciativa, lo que se vio reflejado en la reunión en Noruega, y que se aprecia en los trabajos preparatorios de México.

¿Qué puede importar todo esto a los ciudadanos de Chile, si estamos tan lejos de los centros de conflicto a nivel mundial y difícilmente habrá una explosión nuclear sobre nuestro territorio? Creo que nos debe importar, y bastante.

Debido al modelo de crecimiento de nuestro país, su apertura al mundo y la dependencia de las dinámicas globales, el destino de nuestro país y de sus ciudadanos está íntimamente ligado a la paz global.

Días atrás, un médico especialista en Salud Pública me comentó que, frente a la posibilidad de una explosión nuclear en Asia (península japonesa), seguramente pasaría lo mismo que ha ido sucediendo con el agua contaminada que se ha escapado de la Central Fukushima Daiichi, la cual ha alcanzado costas americanas. Una explosión nuclear en ese lugar del mundo sería catastrófica para la economía y la salud de toda la costa del Pacifico, ergo, Chile vería estancado (y probablemente tendría un efecto regresivo) su modelo de desarrollo, truncando además el dinamismo de sus principales alianzas económicas, como APEC y la Alianza del Pacifico. Todo lo anterior, asumiendo que esa hipotética explosión fue accidental, pues en el caso de que fuese intencional, el escenario sería catastrófico a nivel global.

Si bien ese panorama puede sonar lejano y poco probable, no olvidemos que en febrero de 2013 fue realizada, en esa zona del mundo, una tercera prueba nuclear. Ello fue confirmado mediante la detección de gas xenón en una estación de control de Tasaki, Japón.

Entonces, ¿Chile debe interesarse en asuntos de Desarme Nuclear? Esta vez la lógica y la obviedad indicarían que sí y los principios de Política Exterior de nuestro país reafirman nuestra obligación, y derecho, a estar en el centro de la toma de decisiones políticas internacionales que cimienten las condiciones de estabilidad y paz.

Frente a un hipotético escenario catastrófico, creo necesario volver una y otra vez sobre la proscripción definitiva y completa de las armas nucleares, sin excepción alguna, ya que no existen «buenos» o «malos» poseedores de este tipo de armamento, que está en contradicción con la humanidad en su conjunto.

El Desarme Nuclear es una iniciativa antigua: la primera resolución de la Asamblea General, en 1946, trató el tema de la energía atómica –muy desconocida en ese momento para la gran mayoría– y el Desarme Nuclear. Por qué, casi 70 años después, no se ha logrado ese objetivo y, al contrario, se han ido mejorando los arsenales nucleares, es un desafío que todos los países, grandes y pequeños, debemos asumir sobre la base de nuestra responsabilidad compartida de asegurar y mantener las condiciones apropiadas para el desarrollo de los pueblos, entre ellas, condiciones de paz sostenible. Chile ha asumido ese compromiso y esa responsabilidad de manera decidida.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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