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El cohete que no despegó

Raimundo González Aninat
Por : Raimundo González Aninat Abogado. Presidente del Grupo Internacional de las CEAS
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El desplome no es motivo de satisfacción para nadie, menos para los argentinos, como tampoco es un fracaso definitivo. Los trasandinos, con todos sus problemas, lo están intentando y ello les podría reportar enormes beneficios en una nueva etapa.


Argentina intentó con absoluto sigilo hace casi un mes la puesta en la estratósfera de su primer cohete, un intento del que no hubo noticias hasta 2 semanas después de que cayera en la misma plataforma sin elevarse más de dos metros. Se trata de un programa conocido, llamado Tronador.

El desplome no es motivo de satisfacción para nadie, menos para los argentinos, como tampoco es un fracaso definitivo. Los trasandinos, con todos sus problemas, lo están intentando y ello les podría reportar enormes beneficios en una nueva etapa.  También es una señal que no se para un país por sus vicisitudes internas coyunturales, al menos en aspectos tecnológicos que reditúan para decenas de instituciones científicas y empresas tecnológicas, de modo directo, como para el orgullo nacional y el desarrollo en general de una nación.

Pero por casa, en la página de la Subsecretaría de Telecomunicaciones, que tiene desde este martes nuevas autoridades, sólo figura la «Política Nacional Espacial 2014-2020», fijada por el gobierno saliente.

Habla de la «economía del espacio», término acuñado por la OECD, que claramente no se puede aplicar a cabalidad en Chile, en este estadio de su desarrollo tecnológico. También omite mencionar que, durante el anterior gobierno de Michelle Bachelet, se suministró a las autoridades pertinentes –a fines del 2009– un proyecto de política espacial y se promovió la propia política espacial de la ONU. El aludido proyecto, era la base para que Chile se hiciera parte de la «Carta Internacional: Espacio y las Grandes Catástrofes», crucial para contar con imágenes satelitales gratuitas y mitigar los efectos de los sismos. Fue negociada por Chile en el marco de la UNISPACE III.

Asimismo, omite mencionar que existió, por lo menos hasta el 2010, una Agencia Chilena del Espacio, a la que después se le quitó todo respaldo presupuestario.

La «Política Espacial Nacional Espacial 2014-2020» de Piñera pone el acento en la labor de la Subtel, en desconocimiento de las intrincadas negociaciones diplomáticas que es preciso efectuar en la Unión Internacional de Telecomunicaciones, con sede en Ginebra, función que no tiene capacidad de realizar.

Por otro lado, las telecomunicaciones, de tremenda importancia para Chile, representan sólo un ángulo técnico del asunto. El tema espacial debe abordarse bajo la óptica del desarrollo y la seguridad humana. Por ejemplo, la educación a distancia no está contemplada.

En síntesis, si bien el esfuerzo realizado por la Subtel tiene un valor interesante y útil, representa una perspectiva muy parcial que no integra principios y procedimientos propios de la Globalización, del sistema de la ONU y del indispensable fortalecimiento de la integración con América Latina, a través de las Conferencias Espaciales de las Américas, CEAS.

Lo nuestro es una carta de intenciones, los vecinos ya están en la pista listos para despegar.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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