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Crimea y el despertar de la geopolítica

Juan Emilio Cheyre
Por : Juan Emilio Cheyre Director Centro de Estudios Internacionales UC
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El líder ruso hizo suyo, con decisión, el concepto de Napoleón: “La política de los Estados reside en su geografía”. Su actuar revitalizó conceptos geopolíticos que habían sido presentados hasta hace poco como superados u obsoletos. Las teorías del dominio de los espacios, transformando estos en factores claves de las relaciones de poder, reapareció con toda su fuerza.


El Presidente Putin le ha demostrado al mundo que la aplicación de principios geopolíticos –supuestamente sobrepasados– tienen vigencia aún. En efecto, en menos de dos semanas los límites y la soberanía de Ucrania se modificaron. Bastaron 48 horas para que Crimea –incluido Sebastopol– pasara a ser una entidad federada de Rusia.

El líder ruso hizo suyo, con decisión, el concepto de Napoleón: “La política de los Estados reside en su geografía”. Su actuar revitalizó conceptos geopolíticos que habían sido presentados hasta hace poco como superados u obsoletos. Las teorías del dominio de los espacios, transformando a estos en factores claves de las relaciones de poder, reaparecieron con toda su fuerza. La geografía, como instrumento del poder de los Estados, se ha posicionado en la base de las decisiones políticas y estratégicas que explican el actuar ruso con un fuerte vínculo con las teorías realistas de las RR. II.

Ucrania –y no solamente Crimea– es uno de los territorios donde confluyen las zonas de influencia de la Unión Europea y de Rusia. Utópico pareciera ser que el mundo occidental pensara que a Putin le sería indiferente la caída de Yanukovich. Le resultaba un peligro inaceptable que Ucrania, y por lo tanto Crimea, avanzara en su acercamiento a Europa. La vocación imperial rusa, tan cercana al ideario de Putin, le exigía asegurar la solidificación y protección de su frontera con Europa. Desde su acceso al poder el líder ruso ha buscado revertir la tendencia a que países de la ex URSS se constituyan en socios reales o potenciales de las instancias de integración, seguridad y defensa europeas.

La variable económica también incide para que Rusia aspire a un control aún mayor de otros espacios de la codiciada Ucrania. Es así que todo hace pensar que Putin no se conformará con la sola segregación de Crimea, habida consideración de una fuerte presencia de poblaciones pro rusas en otras regiones de Ucrania. Al respecto, por esos territorios pasa el 30% del gas ruso que abastece a Europa y el 40% del que llega a Alemania. Adicionalmente, en lo estratégico, Crimea y Sebastopol, con su posición privilegiada en el Mar Negro, constituyen la ruta de proyección por los estrechos turcos hacia el Mediterráneo y son el eje de los principales intercambios comerciales de Oriente a Occidente.

[cita]El líder ruso hizo suyo, con decisión, el concepto de Napoleón: “La política de los Estados reside en su geografía”. Su actuar revitalizó conceptos geopolíticos que habían sido presentados hasta hace poco como superados u obsoletos. Las teorías del dominio de los espacios, transformando a éstos en factores claves de las relaciones de poder, reaparecieron con toda su fuerza.[/cita]

Hay más fundamentos para el actuar de Putin. De un total aproximado de poco más de dos millones de habitantes en Crimea, el 60% es étnicamente ruso, mientras que ucranianos sólo el 24%; el 12% son tártaros. A esa mayoría pro rusa se une un vínculo histórico de Crimea, que pasó a formar parte del Imperio Ruso en 1783, enfrentando a partir de esa fecha importantes eventos, que fueron fortaleciendo una relación que en 1921 se traspasó a la URSS. Es por eso que histórica y religiosamente no solamente Crimea, sino que Ucrania y Kiev, constituyen “la cuna de la rusidad”. En la región de Donestsk, donde en la semana se han produjeron levantamientos que llevaron al gobierno de Ucrania a movilizar a su Ejército para buscar contenerlos, la mayoría de la población habla ruso.

Todos son factores que resultan vitales en la comprensión del actuar de Putin. Su objetivo estratégico es incorporar a la Federación Rusa el perdido “espacio soviético”, revirtiendo lo que ha calificado como “el mayor desastre geopolítico del siglo anterior”. El líder ruso no está dispuesto a aceptar un cerco geopolítico y estratégico que afecte los intereses nacionales de Rusia, ni tampoco a limitar su voluntad de influencia en el mapa del poder mundial.

Los países de la Unión Europea y los Estados Unidos –con elocuencia retórica pero sin poder real– han denunciado lo que califican como trasgresión al Derecho Internacional. Su tímida apuesta se orienta a una batería de amenazas con adopción de medidas que aspiran sancionar a Moscú, buscando afectar su economía, pero rechazando presiones de otra naturaleza y descartando el uso de la fuerza. Para estos actores los intereses en juego –siendo importantes– no se inscriben entre aquellos que estiman como vitales.

El mundo carece de un liderazgo y de una forma de actuar que permita enfrentar la voluntad manifiesta de ejercicio del poder de Putin. Un desafío para la Unión Europea y los EE. UU. será centrarse en encontrar una fórmula que en el largo plazo busque recuperar la iniciativa estableciendo relaciones que defiendan con efectividad sus intereses. En ese contexto, constituye un objetivo vital que Europa deje de ser prisionero de la dependencia energética europea de Rusia y, por otra parte, que EE. UU. logre definir acciones que hagan creíbles amenazas que hasta el momento son utópicas y no surten efectos, al tener escaso impacto real en los intereses rusos que pretenden afectar. Mientras ello no suceda, Rusia seguirá rearticulando su espacio geopolítico para actuar estratégicamente en el tablero de ajedrez del poder mundial con decisión y voluntad de imperio, buscando el logro de sus objetivos, como ha demostrado hacerlo en variados escenarios. En esa perspectiva todo hace pensar que no será Crimea el único territorio que en esta jugada buscará separarse de Ucrania. La tensión existente en regiones como Donetsk y otras puede escalar a un conflicto mayor de guerra civil. Ello haría aumentar la tensión entre una Rusia no dispuesta a poner freno a su apoyo directo o indirecto a estos procesos que Occidente cuestiona sin encontrar una estrategia que logre frenar la escalada del conflicto. Todo lo anterior hace pensar que la paz mundial, sin estar en peligro, seguirá afectada por problemas geopolíticos que se creían dormidos pero que, lejos de estarlo, han demostrado encontrarse en el primer nivel de los intereses políticos en esta importante región del mundo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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