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Reformas o crecimiento económico: un falso dilema

Eugenio Rivera Urrutia
Por : Eugenio Rivera Urrutia Director ejecutivo de la Fundación La Casa Común.
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No ayudan en este sentido intervenciones como la del ex Presidente Ricardo Lagos en La Tercera, en que plantea un programa en infraestructura, en energía, en ciudad o respecto del cambio climático sin ponerlo en relación con las reformas en que está embarcado el gobierno de la Presidenta Bachelet y los conflictos políticos que enfrenta. No ayuda tampoco suponer, como lo hace el ex Presidente, que todas estas proposiciones no admiten visiones diferentes y conflictivas que exigirán, igual que con las actuales reformas, un duro debate democrático.


Con un gran despliegue, el empresariado, la oposición de derecha e incluso sectores de la Nueva Mayoría, han venido sosteniendo que para contrarrestar la desaceleración económica es necesario olvidarse de las reformas en marcha. La Confederación de la Producción y el Comercio solicita “revisar los proyectos que generan ruidos”. Ahora que la reforma tributaria ha terminado su tramitación, la campaña se concentra en otras iniciativas, como son la reforma educacional y más recientemente la “preocupación e incertidumbre que les genera el fortalecimiento del Sernac y la comprometida reforma laboral”.

La primera iniciativa busca asignar al Sernac facultades propias de un organismo regulador, esto es, fiscalizar, dictar normas en el marco de la ley e interpretar la Ley de Protección al consumidor. Se trata de facultades que buscan simplemente fortalecer la protección del lado más débil de la relación comercial. En un contexto en que la legislación no favorece ni incentiva el desarrollo de organizaciones de consumidores, las propuestas resultan un mínimo indispensable para proteger a los consumidores frente a dos o tres grandes empresas que controlan la mayor parte de los sectores económicos. La segunda iniciativa busca dar pasos tendientes a lograr un mayor equilibrio entre las empresas y sus trabajadores. Las propuestas, que en los países desarrollados existen desde hace tiempo, apuntan a cuestiones básicas: específicamente el fin del reemplazo en período de huelga y la titularidad sindical. Junto con la reforma tributaria este es un instrumento fundamental para lograr avances en el mediano plazo hacia una mejor distribución del ingreso.

Frente a las debilidades de la conducción política, pareciera que no queda más que ponerles límites a las reformas. El problema es que las dificultades económicas que se enfrentan tienen que ver con los límites del modelo económico y con el predominio de la idea de que el único agente económico relevante es el capital.

[cita]No ayudan en este sentido intervenciones como la del ex Presidente Ricardo Lagos en La Tercera, en que plantea un programa en infraestructura, en energía, en ciudad o respecto del cambio climático sin ponerlo en relación con las reformas en que está embarcado el gobierno de la Presidenta Bachelet y los conflictos políticos que enfrenta. No ayuda tampoco suponer, como lo hace el ex Presidente, que todas estas proposiciones no admiten visiones diferentes y conflictivas que exigirán, igual que con las actuales reformas, un duro debate democrático.[/cita]

El mundo empresarial ha tomado un activo liderazgo en la lucha política contra las reformas. Su principal argumento es que estas reformas generan un clima de “incertidumbre” y “desconfianza” entre los agentes económicos, cuestión que en el contexto de la desaceleración económica sólo acentuará esa situación. Se busca crear así un falso dilema, entre retomar la senda del crecimiento o avanzar en las reformas.

Esta visión hace caso omiso de la historia económica reciente. Los problemas que enfrenta el país, si bien tienen componentes internacionales, coyunturales y cíclicos, son principalmente producto de problemas estructurales que vienen desde hace tiempo y que no fueron resueltos por la Administración Piñera. Poco tienen que ver las reformas en marcha y las otras comprometidas con el hecho de que las exportaciones de cobre sigan representando más del 50% del total exportado, tal como ocurría hace décadas. Tampoco tiene que ver con ello la caída de la participación de la industria en el PIB, fenómeno que viene dándose de manera sistemática desde hace ya varios años. El relativo estancamiento del crecimiento de la productividad desde hace casi 15 años, tema que el debate económico se ha demorado en incorporar, responde a problemas relacionados con la baja inversión en investigación y desarrollo, la exclusión de las Pymes del proceso de modernización de la economía y la mala calidad de los recursos humanos que está preparando el deficiente sistema educativo nacional. Los problemas del sector energético dejan en evidencia las dificultades del liderazgo político para que la sociedad concuerde una mirada común sobre la matriz energética y la relación entre crecimiento económico y protección del medioambiente.

Es por eso que continuar en el camino de las reformas no es una de las opciones posibles, sino que, por el contrario, es el único camino posible para recuperar un ritmo de crecimiento como el que necesita el país.

No obstante, la oposición a las reformas ha logrado generar la sensación de que existe una contradicción entre recuperar el ritmo de crecimiento perdido y las reformas, pues estas generarían “incertidumbre” en quienes invierten.

No ayudan en este sentido intervenciones como la del ex Presidente Ricardo Lagos en La Tercera, en que plantea un programa en infraestructura, en energía, en ciudad o respecto del cambio climático sin ponerlo en relación con las reformas en que está embarcado el gobierno de la Presidenta Bachelet y los conflictos políticos que enfrenta. No ayuda tampoco suponer, como lo hace el ex Presidente, que todas estas proposiciones no admiten visiones diferentes y conflictivas que exigirán, igual que con las actuales reformas, un duro debate democrático. No ayudan a la coalición afirmaciones como la del presidente de la Democracia Cristiana, quien ha sostenido que “la decisión política debe ser de que aquí en adelante la prioridad del gobierno es la economía. Nada más”. Justamente porque la economía viene dando tropezones desde hace tiempo es indispensable avanzar en las reformas. Tampoco ayudan propuestas como la de postergar la presentación del proyecto de reforma laboral que podría ahondar las fisuras que se esbozan en la base social del actual gobierno.

Ha contribuido a la confusión existente el IPoM que presentó el Banco Central el miércoles 3 de septiembre. En menos de 5 meses las expectativas de crecimiento para el año 2014 del instituto emisor pasaron de un máximo de 4% a un mínimo de 1,75%. Como si ello fuera poco, el análisis que se realiza en el IPoM sigue sin dejar en claro las causas de esta desaceleración. Se dice que hay factores internacionales, que la caída de la demanda, en particular del consumo ha sido mayor de lo que se esperaba y se menciona el fin del ciclo minero. En una sección aparte se sostiene que la capacidad de crecimiento de la economía nacional se ha debilitado pero no se establecen las relaciones entre ambas dimensiones analíticas. Tras una presunta cautela política que tendría el informe, parece esconderse una falta de claridad que hace recordar el desempeño del Banco Central en el contexto de la crisis del 2008, en que aún en diciembre de ese año (esto es, luego de que la crisis financiera ya llevaba más de un año, todavía mantenía la tasa de política monetaria sobre 8%).

En este contexto, ha sido motivo de preocupación la afirmación de personeros del Gabinete de que la situación económica que nos afecta responde a un fenómeno cíclico y que están todas las condiciones para crecer. Junto con llevar agua al molino de quienes han venido diciendo que el equipo económico está en dificultades, estas afirmaciones contradicen el discurso anterior de que la desaceleración económica respondía a la incapacidad de la administración anterior de empujar las reformas estructurales. Más preocupante es, sin embargo, que en las intervenciones de las autoridades económicas parece quedar en evidencia la idea de que con “arengas” y expresiones de deseo se podrá cambiar el espíritu del mundo empresarial y crecer así entre 3 y 4% el próximo año. Menos aún cuando se insiste en anunciar medidas modestas para contribuir a la reactivación económica y se reitera la decisión de alcanzar el equilibrio de las finanzas públicas eliminando de aquí al año 2018 el déficit estructural de 1% actual. Esa es una señal muy contundente para el empresariado de que no se reconoce la seriedad de la situación y de que no existe consistencia entre las necesidades de mayor gasto e inversión púbica y la política fiscal. Las pocas perspectivas de negocio para el mundo empresarial que se derivan de estos anuncios, tendrá como probable consecuencia que siga predominando en el debate público el tema de la desconfianza y la incertidumbre. La idea de que para superar el debate planteado en torno a esos temas, se necesitaba una política fiscal expansiva, innovadora y de largo plazo, era lo más importante que visualizaba el ex Presidente Lagos en su intervención en Icare.

Los malos resultados de la última encuesta Adimark reiteran esta percepción. La falta de discurso para discutirla es quizás lo más relevante que dejó esa encuesta y que se suma a los problemas que se enfrentan en el debate sobre la desaceleración económica.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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