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Un balde de agua, pero caliente Opinión

Un balde de agua, pero caliente

Santiago Escobar
Por : Santiago Escobar Abogado, especialista en temas de defensa y seguridad
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Poco importa cómo lo hizo, además de su potencia carismática en materia electoral. Lo que sí importa es que, dados los malos resultados de gestión y el desgaste gubernamental que ellos provocan, existe una percepción generalizada de que se requiere un cambio en el diseño y también del gabinete.


Agua para desplumar pollos. Así podría ser calificado, en medio del estío que tempranamente nos acompaña, el cúmulo de malas noticias que recibió el gobierno con la entrega de los resultados de las encuestas CEP y Adimark. Ellos son verdaderamente malos, y el único que salva es el empate de la Presidenta consigo misma, en cuanto a sus atributos personales. Todavía ella sigue siendo la gran esperanza blanca de su coalición electoral.

Sin embargo, lo que más llama la atención no son los guarismos de las encuestas, que para cualquier observador avezado eran inevitables tendencias a la baja, sino la reacción entumecida con que fueron recibidas y explicadas por el gobierno.

Este maneja sus propias encuestas y sabía de antemano que las cifras venían malas. De ahí que resulta inexplicable que, con datos propios, el diseño político de la semana resultara tan errático y falto de finura comunicacional. Partiendo por el extraño cónclave político del día lunes, que terminó con una declaración absolutamente prescindible sobre apuestas de orden y agenda de futuro de la coalición que, a juzgar por las caras de quienes acompañaron a Rodrigo Peñailillo en el improvisado punto de prensa, solo servían para confirmar rumores de tensiones internas.

La ausencia de Michelle Bachelet en él confirmó lo anterior y, si alguna vez fue pensado como hecho importante, algo lo transformó en un tecito con el secretario de la Presidenta.

Este miércoles, la cancelación abrupta de su viaje a Lebu y el intempestivo regreso a Santiago para “una reunión con el ministro del Interior”, según se mencionó en Palacio, logró encender la alarma de todos los medios, y el hecho se especuló como una reacción a los malos resultados de las encuestas y a la preparación de un curso enérgico de corrección. En el acto principal de la gira, dos discursos: el de la Presidenta y el de su hijo, intentando una explicación política. Feo.

[cita]Poco importa cómo lo hizo, además de su potencia carismática en materia electoral. Lo que sí importa es que, dados los malos resultados de gestión y el desgaste gubernamental que ellos provocan, existe una percepción generalizada de que se requiere un cambio en el diseño y también del gabinete.[/cita]

¿Está enojada la Presidenta? La verdad que en un sistema político asentado en la razón y la lógica política, esa pregunta sería apenas un recurso retórico o un color político del escenario.

Pero en nuestro caso el problema es más trascendente, porque el talante político del primer mandatario, en un sistema presidencialista ultracentralizado como el de Chile, donde él maneja los tiempos parlamentarios y es colegislador con iniciativas exclusivas, la propensión efectiva a los acuerdos resulta esencial. Ellos tocan no solo a la agenda de políticas públicas sino también al diseño de gobierno, de cuyo éxito depende en gran medida el equilibrio de todo el sistema. Ello definitivamente no existe en la Nueva Mayoría, que es apenas una coalición electoral que ganó una elección presidencial y “entró al gobierno”, pero su armado fue una decisión unipersonal de la Presidenta.

Poco importa cómo lo hizo, además de su potencia carismática en materia electoral. Lo que sí importa es que, dados los malos resultados de gestión y el desgaste gubernamental que ellos provocan, existe una percepción generalizada de que se requiere un cambio en el diseño y también del gabinete.

Considerando el talante político de la Presidenta, la tarea no es fácil. Invariablemente se escucha “le carga que la pauteen”. De ahí que no se trata solo de rectificar en este o aquel otro Ministerio, sino de consensuar un apoyo ordenado de los partidos que la apoyan, conversación mediante entre ellos.

¿Cómo se va a lograr con una Presidenta que no ha sostenido una sola reunión política a solas con Ignacio Walker, presidente de la DC y principal partido de gobierno? Es muy probable que no haya tenido una reunión de tal naturaleza con ninguno del resto de los presidentes de partido. Incluso sus ministros, tal como le ocurrió al canciller Heraldo Muñoz en el affaire del embajador Eduardo Contreras, acostumbran a operar con instrucciones generalmente entregadas por el ministro Peñailillo.

El problema es de política y de fondo. Que no se va a solucionar con un cambio de gabinete simple en Salud, Obras Públicas o Economía o con arreglar el Metro, el Transantiago, o cambiar a la ministra de Desarrollo Social. Algunos ministros solo son cargos.

Los subtextos sociales de las encuestas indican que el impasse interelites que se percibe tanto en la Nueva Mayoría como en la oposición, puede, perfectamente, transformarse en crisis política. Basta que se conjuguen el voluntarismo, ceguera política o mala conducción del gobierno, con la acción depredadora del gran empresariado de golpear o ignorar al núcleo institucional de las reglas del juego económico, el Ministerio de Hacienda. Chile ha funcionado con un principio de orden en su política fiscal ejecutada a través de Hacienda, como contracara pública del modelo de economía de mercado con asociación público-privada que tantas ventajas ha traído al empresariado. Todo lo que están haciendo, en medio de un ciclo de economía a la baja, es demoler también las reglas del juego económico y quedarse en el “ruido de billeteras”.

En esto la derecha política es apenas un espectador, pues todo es producto de la mala administración del capital político y social de la Nueva Mayoría y la sordera empresarial, ya que la oposición no logra cepillarse los dientes de los clichés de la Guerra Fría y continúa outsider.

El dato a considerar es que entre los subtextos que dejan las encuestas no existen los partidos políticos y se evidencian los caudillos. El camino neocaudillista trazado por Michelle Bachelet en su segundo mandato, parece haber abierto definitivamente la perspectiva social de este fenómeno. Casi el 60 por ciento de la población no se identifica con ningún partido o sector, y dos figuras solas emergen nítidas y contrastantes: Marco Enríquez-Ominami y José Manuel Ossandón. La DC podría vivir un nuevo riesgo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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