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El video de Bolivia Opinión

El video de Bolivia

Juan Emilio Cheyre
Por : Juan Emilio Cheyre Director Centro de Estudios Internacionales UC
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No serán el marketing ni el lobby los que influyan en la Corte. Tampoco la sola razón jurídica llevará a los jueces a resolver. Las decisiones de la Corte se basan en un alto grado de apego al Derecho, sin embargo, deben abordarse también las variables que hagan al caso irrefutable en sus dimensiones política, económica y de imagen. Darles contenido a esas variables, a veces ocultas o menos desarrolladas en nuestra estrategia, podría complementar todo lo que se ha hecho bien a la fecha.


Bolivia ha producido un video con el cual aspira a reforzar su acción comunicacional, tanto a nivel interno como internacional. Pretende influir en la decisión de los magistrados que integran la Corte Internacional de Justicia, ante la cual ha recurrido para que se exija a Chile otorgar una salida soberana al mar, desconociendo así el tratado que definió nuestros límites hace más de un siglo.

El contenido del cortometraje resulta novedoso, no por su argumentación, sino por sus elementos visuales y lo ambicioso de su objetivo. En efecto, los argumentos didácticamente expuestos son los mismos de siempre. Presenta a Chile como usurpador y un mal vecino al que se califica de poco veraz; justifica la falta de desarrollo del país altiplánico por no tener acceso soberano al mar; puntualiza que recurre a la Corte al respetar la solución pacífica de controversias. Especifica el objetivo de su solicitud a la Corte donde aspira a que ese Tribunal exija a nuestro país entregarle un acceso soberano al mar por territorio chileno. Adicionalmente, desconoce y minimiza el cumplimento pleno por parte de Chile del tratado de 1904, restando valor a los beneficios de todo tipo de los cuales Bolivia goza a plenitud. Lo reiterativo de su planteamiento se acompaña en otros medios y foros con vocerías y opiniones de autoridades que, con un tono procaz y ofensivo, renuevan los ataques verbales a nuestro país y sus autoridades. En síntesis, nada nuevo salvo que la película ha quedado filmada.

[cita]Bolivia no tiene base jurídica y Chile cuenta nada menos que con un límite establecido en un tratado vigente y cumplido, lo cual, en Derecho Internacional, es un principio muy potente donde radica la estabilidad en las relaciones, no solamente entre Bolivia y Chile, sino entre los países en el sistema internacional. Todo ello lleva a que esas diferencias requieran estrategias distintas y formas de actuar propias para cada caso.[/cita]

Independientemente de lo anterior, hay que reconocer que, como todo film, es atractivo y apela a la sensibilidad. Su lenguaje es claro y utiliza un formato de pregunta y respuesta, lo que demuestra una orientación a un público objetivo masivo, tanto interno como extranjero, poco preparado para entender argumentación jurídica o técnica. Al respecto, pienso que los jueces no necesitan una sobresimplificación con tal contenido y, francamente, es poco creíble que en ese auditorio tenga efecto jurídico o de otra naturaleza una pieza de estas características.

Los actores del drama que nos muestra el video son personajes que reflejan la multiculturalidad de Bolivia. Está bien presentado en rostros, vestuarios, lenguaje sencillo y directo, simbología y colorido y detalles. Su formato también aspira a reflejar un país especial, pintoresco, pacífico, abierto y necesitado de recibir afecto y apoyos en una causa que hacen aparecer como noble. Con todo, es un producto propio de marketing y campañas publicitarias.

En Chile el video, el fortalecimiento de la acción de autoridades bolivianas que se pasean por el mundo buscando apoyos, las declaraciones de simpatía de sus socios del ALBA y de mandatarios como el Presidente Mujica, han provocado una sensación de que la ofensiva de Bolivia y su estrategia tienen más contenido que la nuestra. Con ello, surge entre algunos la idea de que los bolivianos se encuentran más activos que nosotros en trabajar por el logro de su objetivo. Pienso que un análisis de este tipo es erróneo, a pesar de que sin duda siempre hay espacio para mejorar nuestra línea argumental y la forma como ella se implementa.

Bolivia y Chile tienen al frente un caso de distintas características que persigue distintos objetivos. Ello exige que cada uno conciba y aplique distintas estrategias. No debemos caer en el error de pretender hacer lo que ellos hagan o pretender copiar los modelos de apoyos que ellos buscan. Necesitamos nuestra propia estrategia porque tenemos nuestro propio y distinto objetivo. Por otra parte, tenemos distinta base donde sustentar la argumentación. Bolivia no tiene base jurídica y Chile cuenta nada menos que con un límite establecido en un tratado vigente y cumplido, lo cual, en Derecho Internacional, es un principio muy potente donde radica la estabilidad en las relaciones, no solamente entre Bolivia y Chile, sino entre los países en el sistema internacional. Todo ello lleva a que esas diferencias requieran estrategias distintas y formas de actuar propias para cada caso.

La estrategia boliviana, como ya he señalado, tiene un contenido netamente comunicacional que apela a la sensibilidad por una causa que hacen parecer como justa y vital para que un pueblo postergado supere su crónico subdesarrollo. Por el contrario, Chile al ser llevado a la Corte requiere reforzar la prueba de que existe un tratado plenamente vigente, cumplido a plenitud y firmado en forma libre y soberana por quienes hoy lo impugnan. Partiendo de allí, nuestro país debe argumentar refutando la potestad de la Corte para tratar correctamente un caso de esta naturaleza. Paralelamente, los chilenos necesitamos proyectar y difundir al mundo lo falaz de la argumentación boliviana y dar cuenta con claridad de la forma en la que Chile efectivamente otorga diversas facilidades a las cuales se obligó por el tratado de 1904 y que a Bolivia le permiten acceder al mar.

videobol24Nuestra estrategia ha perseguido esos objetivos. Su conducción la lideró como corresponde el ex Presidente Piñera y, desde que asumió el gobierno, la Presidenta Bachelet, ambos con probada visión de Estado. Nuestra argumentación jurídica esta en buenas manos y se han ejercido decisiones importantes y fuertes, como la objeción de competencia de la Corte. La diplomacia chilena ha actuado a través de canales formales, potenciado su acción con aportes parlamentarios y de ex Presidentes, logrando apoyo de países y bloques importantes. El país se ha mantenido unido y hay consenso masivo de que a Bolivia no le corresponde exigir soberanía. Se ha definido que es un caso jurídico, pero que requiere importantes elementos comunicacionales y una visión política más amplia.

Por todo lo anterior, es posible establecer que efectivamente tenemos una estrategia propia, adecuada a nuestro objetivo y con voluntad de aplicarla a través de un claro liderazgo y conducción. Independientemente de ello, a no dudar, quedan espacios para reforzar nuestro actuar sin copiar modelos o incorporar elementos de la estrategia de la contraparte. Pienso que es el momento de fortalecer y dar mayor presencia a la diplomacia pública. Sería interesante que se incluyera a nuevos actores del mundo cultural, académico, comunicacional, artístico, gremial, empresarial, sindical, científico y otros para que, como afinada orquesta, sigan la dirección de un Chile que aspira a mantener su soberanía sin interferencias ni presiones de ningún actor. Lo anterior coordinado y resuelto en los niveles en que se define la política exterior de nuestro país.

No serán el marketing ni el lobby los que influyan en la Corte. Tampoco la sola razón jurídica llevará a los jueces a resolver. Las decisiones de la Corte se basan en un alto grado de apego al Derecho, sin embargo, deben abordarse también las variables que hagan al caso irrefutable en sus dimensiones política, económica y de imagen. Darles contenido a esas variables, a veces ocultas o menos desarrolladas en nuestra estrategia, podría complementar todo lo que se ha hecho bien a la fecha.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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