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Las volteretas de Eyzaguirre

Valentina Saavedra
Por : Valentina Saavedra Presidenta de la FECH
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Hoy el proyecto de fin al copago, selección y lucro es un pegoteo inentendible, producido por la falta de un norte y la indisposición del Ministerio a dialogar con los actores sociales para juntos empujar una reforma y enfrentarse a sus detractores. Es de esperar que este escenario se revierta en las discusiones que vienen, y que el gobierno comprenda que sólo con un acuerdo social amplio será posible construir una educación que de verdad sea un derecho y en la que podamos relacionarnos como iguales.


El día lunes muchos nos desayunamos con un nuevo vuelco en los anuncios sobre gratuidad. Si hace algunos meses Eyzaguirre anunciaba que la gratuidad sería para los primeros 4 años de estudio –para luego desdecirse al día siguiente–, ahora ese plazo se extendería hasta el tiempo teórico de duración de la carrera más “un año de gracia”.

Desconocemos si el anuncio consignado en La Tercera responde efectivamente a una propuesta del Mineduc. Por ello fuimos a entregar una carta solicitando explicaciones al respecto, porque pese a la disposición al diálogo que permanentemente hemos demostrado, una vez más nos enteramos de estas novedades por la prensa. Y ante su enorme capacidad gimnástica de darse una vuelta de carnero tras otra, parece mejor anticiparse y explicar por qué lo allí señalado está muy lejos de “convertir a la educación en un derecho social”, como hemos exigido los estudiantes y como prometió Michelle Bachelet.

[cita]Hoy el proyecto de fin al copago, selección y lucro es un pegoteo inentendible, producido por la falta de un norte y la indisposición del Ministerio a dialogar con los actores sociales para juntos empujar una reforma y enfrentarse a sus detractores. Es de esperar que este escenario se revierta en las discusiones que vienen, y que el gobierno comprenda que sólo con un acuerdo social amplio será posible construir una educación que de verdad sea un derecho y en la que podamos relacionarnos como iguales.[/cita]

¿Cambia realmente el sistema de educación superior, de ser esta la propuesta de reforma a la educación superior? La respuesta es que no. Mantiene el financiamiento a la demanda y, por lo tanto, mantiene la obligación de las Universidades de pelearse por los estudiantes en lugar de mejorar sus proyectos educativos. Seguiremos viendo mayores gastos en publicidad que en infraestructura, seguiremos viendo florecer carreras baratas de enseñar en lugar de aquellas que necesitamos, seguiremos teniendo un mercado educativo, solamente que con menores deudas.

No solamente eso: no se menciona ninguna palabra respecto al fortalecimiento de la educación pública. Al menos en este caso no se puede acusar al gobierno de incoherente, pues este olvido viene calcado de las leyes sobre la educación escolar y de la última ley de presupuesto. Básicamente, esta propuesta significa dar becas ampliadas y regular más los aranceles.

Detengámonos ahora en los límites respecto a la reprobación de ramos y del tiempo estudiando. A primera vista podría parecer razonable no querer tener estudiantes que estén décadas en la Universidad sin lograr titularse. Sin embargo, este argumento queda corto en este proyecto por varias razones.

En primer lugar, porque demuestra un desconocimiento tremendo respecto al sistema universitario chileno, desconocimiento que sería en particular si la propuesta efectivamente proviene del Mineduc. Los tiempos “teóricos” suelen estar tremendamente (harto más de un año) alejados de la realidad, y no por responsabilidad de los estudiantes, sino por trabas que muchas veces ponen las propias Universidades. ¿Cargaremos la mano sobre los estudiantes por esto?

Se introducen además fuertes cuotas de desigualdad. En efecto, una de las grandes razones de la gratuidad es la de construir espacios, la educación, donde el tamaño de la billetera no es el factor determinante. Sin embargo, con este tipo de restricciones solamente los estudiantes más ricos podrán explorar distintas alternativas, tener actividades extracurriculares y aprovechar cabalmente su etapa universitaria. Para el resto, la amenaza de una deuda enorme estará colgando como espada de Damocles permanentemente sobre sus cabezas. La idea de que un estudiante reprueba ramos solamente porque es flojo es de un reduccionismo tremendo, y fomenta a las Universidades a considerar estos criterios económicos a la hora de definir el contenido y el nivel de exigencia de sus carreras.

Hoy el proyecto de fin al copago, selección y lucro es un pegoteo inentendible, producido por la falta de un norte y la indisposición del Ministerio a dialogar con los actores sociales para juntos empujar una reforma y enfrentarse a sus detractores. Es de esperar que este escenario se revierta en las discusiones que vienen, y que el gobierno comprenda que sólo con un acuerdo social amplio será posible construir una educación que de verdad sea un derecho y en la que podamos relacionarnos como iguales.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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