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La rareza del Instituto Nacional

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Marco Braghetto
Por : Marco Braghetto Dr. (C) en Estudios Latinoamericanos, U. de Chile
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El trabajo del bicentenario establecimiento no puede entenderse entonces aislado sobre sí mismo, sino en un contexto de amplia clientelización educacional, en el que constituye una rareza.


El último día del año recién pasado apareció publicada en El Mostrador una columna del académico de la Universidad de Santiago Jaime Retamal, titulada “La luz de la ‘Nación PSU’”, apoyando las palabras del rector de su casa de estudios, Juan Manuel Zolezzi, a propósito de la formación y del proceso de selección escolar vigentes en el Instituto Nacional.

La crítica principal a dicho establecimiento municipal consiste en que se centraría en preparar a sus estudiantes para rendir la Prueba de Selección Universitaria (PSU), instrumento en el que los resultados de este colegio resultan comparables a los de instituciones particulares pagadas de élite, ubicadas a la cabeza de los indicadores respectivos tanto en la última medición PSU como en años anteriores. Asimismo, se cuestiona la selección aplicada en el Instituto Nacional, que –como es sabido– se produce en séptimo básico y apela al rendimiento académico previo de sus postulantes.

[cita] El trabajo del bicentenario establecimiento no puede entenderse entonces aislado sobre sí mismo, sino en un contexto de amplia clientelización educacional, en el que constituye una rareza.  [/cita]

Aspectos de esta perspectiva han alcanzado gran aceptación en nuestros días, al punto que la propuesta de reforma educacional del gobierno considerará un plazo de seis años para que los colegios públicos emblemáticos (dentro de los cuales se encuentra como principal referente el Instituto Nacional) “vayan elevando la mixtura y dejen de ser selectivos”, como indicó el senador Carlos Montes, de acuerdo a El Mostrador, al explicar el acuerdo entre el Ministerio de Educación y los senadores de la Nueva Mayoría por las indicaciones al correspondiente proyecto de ley.

Cabe hacer algunos comentarios en este caso. En primer lugar, llama la atención que se desconozca la tarea educativa integral de un establecimiento a partir de sus buenos resultados en una prueba de selección universitaria. Pues ya se ha dicho que el Instituto Nacional no sólo efectúa ensayos PSU, sino que su visión pública considera un horizonte de formación republicana y un principio de no discriminación en virtud del ingreso familiar. Tal vez sea esta última la omisión central de todo el debate: al contrario de los colegios particulares pagados que acompañan al IN en los rankings PSU, en este liceo los resultados del proceso educacional no aparecen abrumadoramente condicionados por el capital económico de las familias de sus alumnos. El trabajo del bicentenario establecimiento no puede entenderse entonces aislado sobre sí mismo, sino en un contexto de amplia clientelización educacional, en el que constituye una rareza.

¿Significa lo anterior que su proyecto educativo es el ideal? De ninguna manera. Obviamente, el ingreso al colegio está determinado por el acento que las familias de los postulantes han puesto en su formación previa, esto es, por su capital cultural, o incluso por su sentido del esfuerzo estudiantil, que en el caso de muchos otros niños está desdibujado por carencias sociales de diverso tipo, de las que Chile no ha sido capaz de hacerse cargo decididamente (tal vez ni siquiera de reconocerlas). Y aunque el colegio no se centra exclusivamente en el ingreso a la universidad, no cabe duda de que sus métodos de enseñanza, a veces innecesariamente esquemáticos, necesitan ser actualizados (dicho sea esto justamente como egresado del Instituto Nacional) y que requiere pasar a ser mixto, a fin de ampliar su carácter público.

Se ha argumentado, en todo caso, que la reforma educacional que disolvería la selectividad de los colegios con financiamiento público apunta precisamente a dar la merecida igualdad de oportunidades educativas a los estudiantes chilenos. En este punto es preferible ser más bien cautos, pues la selección económica en instituciones particulares pagadas seguirá vigente (¿estará socialmente naturalizada, puesto que hasta el rector Zolezzi no dijo nada sobre ella en sus comentadas declaraciones?) y sobre todo porque buena parte de los apoderados parecen dispuestos incluso a endeudarse por diferenciar a sus hijos del proceso formativo de la mayoría de los chilenos (valgan también en esta tarea las academias extracurriculares o un aumento de los preuniversitarios pagados). Si la inversión estatal en esta materia termina siendo insuficiente para atraerlos al sector público y dejarlos satisfechos con el desempeño del mismo, no sería de extrañar que en vez de crear un entorno más equitativo se termine fortaleciendo la formación de élites a partir del capital económico, acentuando lo que muestran los últimos resultados de la PSU. Y ya ni quisiera habrá “Institutos Nacionales” para marcar una mínima excepción.

La inercia cultural de siglos de elitismo en Chile, fortalecida por el neoliberalismo de los últimos cuarenta años, puede dar muchas sorpresas a los legisladores teóricamente comprometidos con la educación pública.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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